El Tatuador: Del boxeo al arte
Phoenix- Por tres días, Andrés Ortega cruzó el desierto para llegar a Estados Unidos. Fue la pobreza que lo llevaría a soñar con un mejor futuro y a sus 18 años hizo lo que muchos mexicanos se ven obligados a hacer: se dirigió al norte.
“Pues la verdad solo quería venir aquí y salir adelante. Pasé dos días sin comer y sin beber agua. Y luego en tiempo de calor acá. Todos los pies llenos de ampollas. Después nos recogieron y que se descompone el carro y pensé hasta aquí nomas,” describe Ortega su travesía.
Sin embargo, al llegar aquí este inmigrante batalló para poder encontrar la manera de alcanzar el Sueño Americano, y poder sobresalir a pesar de los obstáculos.
“Ya cuando llegue acá me tocó buscar trabajo y no te dan trabajo porque no tenía papeles. Batallamos para encontrar trabajo. Empecé a trabajar en un lavado de autos, llegó el Arpaio y se llevó a todos. Ese día no fui a trabajar. La buena suerte que tiene uno. Cuando vine aquí, vi a mi hermano, el boxeaba, así me metí,” cuenta Andrés Ortega, artista de tatuaje.
La situación legal de Andrés le impidió que continuara con su carrera boxística. Sin los documentos necesarios, sería imposible competir en torneos importantes y fue entonces que ese sueño de ser campeón mundial terminó.
“En el boxeo no se dio, pero tan siquiera lo intente,” cuenta Ortega.
Al cerrarse esta puerta, se abriría otra, gracias a un regalo que le cambiaría la vida.
“El día de mi cumpleaños mi vieja me compró una caja que viene con todos los materiales para tatuajes. Y empecé a tatuarme las piernas, mis hermanos, a ella. Pero también ha tatuado a José Benavidez Jr., a jugadores de los Diamondbacks, el Mathieu de los Cardenales,” agrega.
“Andrés me dio una sorpresa cuando vi el tattoo. Tan jovencito 24 años y poder hacer eso, es tremendo,” dice Luis Gonzalez, ex jugador de los Diamondbacks.
“La verdad sí, es algo que se siente muy bien que la persona le guste tu trabajo. Yo nunca creí llegar aquí, yo lo hice por dinero, por ganar un poco de dinero. Voy a seguir echándole ganas y seguir adelante,” dice Ortega.
Un tatuaje es para siempre. Una marca en la piel que dura toda la vida. En un estudio, este inmigrante realiza su labor y con cada piquete de su máquina de tatuajes, crea obras de artes que jamás se borraran.
“Se me hace que lo del dibujo lo traigo desde niño porque dice mi mamá que yo le decía tatuajes a los niños en la escuela con lapicero. Les hacía estrellitas y así dibujitos con lapicero. Me acuerdo en esos tiempos, un peso dos pesos, dos cincuenta la torta y un peso la agua y así,” dice este artista del tatuaje.