El culto a la muerte ha estado presente en muchos países a lo largo de la historia. En México es un legado ancestral que puede apreciarse en las distintas culturas prehispánicas, como los aztecas o mayas, y es una celebración que continúa viva hasta nuestros días, con una mezcla de tradiciones y ritos. Crédito: Shutterstock
México es donde se celebra principalmente, aunque hay otros países de Centro y Sudamérica donde también lo hacen, y además, muchísimas comunidades latinas de los Estados Unidos. En el 2008 la Unesco nombró la festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de México. Crédito: Getty Images
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos pueden ser trazados hasta la era de las culturas prehispánicas de Mesoamérica, tales como los mayas, aztecas, totonacas o nahuas. Los rituales que celebran las vidas de sus ancestros se realizaron por estas civilizaciones por lo menos desde hace 3,000 años. Crédito: Getty Images
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se hacía en el noveno el mes del calendario solar azteca, cerca del inicio de agosto, y era celebrado durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la muerte". Crédito: Getty Images
Para los antiguas culturas prehispánicas, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en donde existe la noción de un cielo y un infierno, al que se va dependiendo de nuestras acciones en vida. Ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido. Crédito: Getty Images
Pero además, cabe resaltar que gran parte de las culturas de Mesoamérica no veían la muerte como el fin de algo, sino como la continuidad de la vida, como un motivo de celebración para quienes quedaban atrás, y eso es algo que se transmite en los festejos del Día de Muertos. Crédito: Getty Images
Los ritos funerarios variaban según la manera que había ocurrido la muerte y del estrato social del difunto. Por ejemplo, algunas culturas cortaban un poco del cabello, que contenía el "tonalli" o alma, y se colocaban en una urna de cenizas o en la tumba donde iban a poner a su ser fallecido. Crédito: Getty Images
Luego bañaban y cubrían el cuerpo con mantas o petates. Más tarde le ponían en la boca una piedra de jade o una obsidiana, como una forma de amuleto o pago para entrar al otro mundo. También, metían con ellos granos y hierbas para que se alimentaran durante su viaje al más allá. Crédito: Getty Images
Después de cuatro días de bailes y cantos de lamentaciones de sus seres cercanos, el difunto era llevado al lugar donde sería incinerado o enterrado, donde sería depositado junto con algunas de sus pertenencias y objetos de carácter ritual, listo para su viaje al Mictlán. Crédito: Getty Images
Cuando los conquistadores españoles llegaron a América en el siglo XV, se aterraron al conocer todas las prácticas paganas de los indígenas, y en un intento de convertir a los nativos americanos al catolicismo movieron el festival de sus muertos hacia el inicio de noviembre para que coincidiesen con las festividades católicas del Día de todos los Santos. Crédito: Getty Images
Al convertir a los nativos del Nuevo Mundo se hizo una especie de sincretismo que combinaba las tradiciones europeas con las prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas del primero de noviembre con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos. Crédito: Getty Images
La Iglesia Católica también designó en algunos lugares que el 1o de noviembre, el día en que también conmemoramos a Todos los Santos (para incluir a aquellos que no tienen un día en específico durante el año), también debería recordarse a nuestros niños difuntos. Crédito: Getty Images
Finalmente, el justo día del 2 de noviembre debería recordarse y honrar a los difuntos adultos, para lo cual se hacen diversas celebraciones dependiendo del pueblo y la región, aunque hay costumbres generales, como la visita al cementario a limpiar, atender la tumba y arreglarla bonito para la llegada del fallecido. Crédito: Getty Images
Además, los cementerios se ven repletos no sólo de familiares y amigos de los fallecidos, sino de gente que viene a acompañarlos en su festejo, disfrazados de la muerte o de la tradicional catrina, además de decorar todo el camino con la flor cempasúchil. Hay bailes, cantos y un aire en general de celebración, no funesto. Crédito: Getty Images
En las tumbas además también pueden llevarse, como en la preparación del altar, objetos personales del difunto y sus platillos o bebidas favoritas. Se decora con papel picado tradicional, con figuras de la muerte o catrinas, se prenden veladoras y se hace todo lo posible para que el "regreso" de nuestro familiar o amigo este día sea lo mejor para él. Crédito: Getty Images
En general, el Día de Muertos es una gran fiesta, no tan triste como un funeral; se considera una magna celebración a la memoria, a la vida del difunto. Es un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido y a honrar a la muerte como una metáfora, como un camino a un mejor más allá por el que todos debemos de pasar. Crédito: Getty Images