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    "¿Cómo uno vuelve a vivir si no tiene nada?": el relato de los sobrevivientes del tornado en La Habana

    El inusual tornado que golpeó varios distritos de la capital cubana en la noche del domingo dejó cuatro muertos, 195 heridos y más de 1,200 viviendas derrumbadas. Ahora, los vecinos de esos municipios se preguntan cómo volver a empezar.
    29 Ene 2019 – 04:31 PM EST
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    La casa de Manolo es tan pequeña que quedó dividida en dos por un tronco. En la imagen, el hombre con su nieto Jorgito. Crédito: Abraham Jiménez Enoa.

    LA HABANA, Cuba.- La tranquilidad era excesiva para una noche de tormenta. La televisión, la radio y la prensa habían alertado sobre la peligrosidad que se avecinaba. No había electricidad en la ciudad, todo era oscuro, negro. “No fue un tornado, fue una bola de candela que vino hacia nosotros”, dice Manolo Hernández de 70 años.

    Un fenómeno meteorológico asociado a una baja presión extratropical que descendió del sudeste del Golfo de México a la región occidental de Cuba dejó en 16 minutos un saldo de cuatro muertos, 195 heridos, 1,238 derrumbes de viviendas entre totales y parciales, 46 centros educacionales con afectaciones, 21 círculos infantiles con averías, cuatro policlínicos, dos residencias estudiantiles, dos combinados deportivos, un hogar de ancianos, una farmacia y un hospital materno con importantes daños.

    El evento produjo tormentas locales severas con vientos que alcanzaron en rachas los más de 300 kilómetros por hora en un radio de acción de 11.5 kilómetros de distancia. Cayó granizo en La Habana y un tornado destrozó varios municipios: Regla, Guanabacoa, San Miguel del Padrón y 10 de Octubre, donde vive Manolo Hernández.

    Un árbol atravesó el techo de la casa de Manolo y se clavó como una daga en el medio de la sala. La casa es tan pequeña que quedó dividida en dos por el tronco: de un lado la abuela y el nieto, comprimidos, del otro, Manolo, arrodillado. Encima ya no había techo, quedaron a la intemperie.

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    Los pocos objetos de la casa volaron, salieron disparados hacia cualquier sitio. El tornado entró y se lo llevó todo. No dejó absolutamente nada. Solo tristeza. “Alguien está molesto con este país, nos han maldecido, el fin está al llegar. En mi vida nunca había visto algo así. Eso no fue un fenómeno de la naturaleza. Eso que pasó por aquí fue algo creado. Era fuego, candela, una cosa diabólica”, recuerda Manolo horas después de pasar el temporal.

    Su casa quedó destrozada como muchas otras del vecindario. En Cuba, según datos oficiales del Ministerio de la Construcción, el 39 % de las edificaciones se encuentran en malas o en regulares condiciones. De ahí que, por donde pasó el tornado, arrolló con todo. La barriada de Luyano, en el municipio 10 de Octubre, donde vive esta familia, es puro deshecho, un barrio hecho añicos.

    La familia perdió todos sus escasos bienes: una olla eléctrica, los dos ventiladores remendados, el televisor, el refrigerador y un viejo tocadiscos. Una columna terminó hecha polvo y provocó que el techo se volviera escombros.

    “Parecía una guerra”

    Adriel Acen, un estudiante preuniversitario de 18 años dice que sintió que sus pies se elevaban y que su cuerpo era un papel. Si no hubiese estado un poste de electricidad allí, no sabe dónde hubiera caído. Todo fue tan rápido, cuestión de segundos, que no le dio tiempo a pensar en la muerte.


    El clima cambió de repente. Unos instantes antes estaban en casa de un amigo, como cada domingo, jugando partidillos de fútbol en una videoconsola. Habían quitado la electricidad en el barrio. Estaban a solo una cuadra de sus casas, cuando no pudieron dar un paso más, porque algo los detuvo en seco.

    “Empecé a sentir como golpes en el cuerpo, en la cara, como si alguien no me dejara caminar hacia adelante. No podía levantar la vista, entonces me viré y no vi a Yariel, el viento me tiró contra una pared, me di cuenta que la puerta de un edificio estaba abierta y entré”, cuenta Acen.

    En ese momento, su amigo Yariel Cruz, también caminaba por la calle, pero unos metros por detrás y dice que sintió sus pies totalmente tendidos en el aire, como en las películas de animados.

    “Fue todo muy rápido, por eso no me dio tiempo a sentir miedo en ese momento. El miedo vino después, porque el viento paró unos segundos y caí en el piso y me golpeé las dos rodillas, aproveché y corrí hasta el edificio donde nos guarecimos”, cuenta.

    Ya a salvo dentro del edificio, cerraron la puerta y pegaron sus espaldas a ella. Dicen que no hablaron durante un buen rato, que lo único que sentían eran sus corazones asustados que latían a una velocidad estrepitosa por el vértigo.

    Desde afuera llegaban sonidos similares a los de las bombas, estallidos. “Parecía una guerra, teníamos miedo de que se abriera la puerta, la escalera donde estábamos sentados se movía, el techo y las paredes también, en un momento pensé que el edificio se iba a caer”, comenta Adriel.

    Cuando el temporal pasó y los estudiantes salieron de nuevo a la calle, el barrio era otro. “Increíble, los carros estaban volcados, incrustados contra los lugares, la mayoría de las casas no tenían techo, algunas estaban destruidas, con paredes en el piso. Parecía que habían tirado una bomba”, asevera Yariel.

    Al rato comenzaron a sonar sirenas de bomberos, de ambulancia, de policías, el sonido frenético de esa noche, el sonido del dolor.


    " ¿Cómo empiezo de nuevo a los 69 años? A esta edad ya no se regresa, a esta edad ya hay que resignarse. No sé por qué me ha pasado esto a mí”, repite una y otra vez Miguelina Balaguer, con lágrimas en los ojos.

    El tornado que atravesó el municipio 10 de Octubre se ensañó con su hogar, lo desapareció. No dejó una sola tabla de madera en pie. Miguelina lo perdió todo en unos segundos. Está desamparada, no hay quien la consuele. Es jubilada, vive sola. Tiene una sola hija y no vive en La Habana. Una vecina, Marlen García, la ha acogido en su casa.

    “¿Tú sabes lo que es no tener nada en la vida, absolutamente nada? Así es como estoy yo ahora. Mira, esa de ahí es mi casa, esa montaña de palos y escombros, no hay nada que se pueda salvar”, dice Miguelina observando lo que le ha dejado el tornado.

    La casa de Miguelina se desplomó. No aguantó el embate de las ráfagas de más de 300 kilómetros por hora. La madera se doblegó y cayó encima de su propio cuerpo. Lo que ella llama mi casa son tablones y tablas partidas sobre otros tablones y tablas partidas, trozos de cosas, pedazos de pedazos, madera mojada.

    “Una bulla tremenda, tejas volando, postes de electricidad y árboles se caían, una locura, lo nunca visto, una película de terror”, eso fue lo que observó Miguelina a través de una persiana durante el tornado.

    “No hay manera de explicar lo que sentí, en cuestión de unos minutos me quedé sin nada en la vida. ¿Cómo uno vuelve a vivir si no tiene nada? Esto es un castigo”, sentencia.

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