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    Freddy Mamani, el arquitecto que está llenando Bolivia de locos edificios de lujo

    Freddy Mamani se propuso romper las reglas de las facultades de arquitectura y crear un estilo propio que reflejara el orgullo aimara. Ahora es conocido por ser el padre de los edificios de colores y formas llamativas que ya son un signo de identidad y un atractivo turístico en la ciudad más alta de Bolivia.
    10 Dic 2016 – 09:12 AM EST
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    EL ALTO Bolivia.- Con jeans, deportivas blancas, un chaleco manchado de polvo y una gorra que cubre su corte de pelo a lo Evo Morales, el boliviano Freddy Mamani no luce como el arquitecto típico y tampoco lo es. Este aimara de 45 años, que no usa computadora sino que crea sus maquetas en papel y cartón y trabaja codo a codo con los albañiles, ha creado un estilo propio a golpe de luchar contra las convenciones.

    Más de medio centenar de sus edificios de colores chillones y formas llamativas ya son un símbolo de identidad de El Alto, ciudad aledaña a La Paz a más de 4,000 metros de altura (más de 13,600 pies) creada principalmente por migrantes pobres del occidente de Bolivia; y su propuesta arquitectónica se ha convertido en un punto de referencia para los turistas que visitan el país.

    A sus construcciones de varias plantas, que albergan desde espacios comerciales, salas de fiestas y áreas residenciales, los llaman 'cholets', una mezcla de las palabras cholo y chalet, y su estilo también ha sido bautizado como 'arquitectura transformer'.

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    Pero más allá de estas etiquetas, que él rechaza, Mamani asegura que no paran de llegarle peticiones de clientes de todo el país, principalmente de la nueva burguesía aimara que busca mostrar a través de sus casas una identidad. Para él, la arquitectura es una reivindicación social y hasta un "momento de rabia contra ellos", una expresión que usa para referirse a todo lo establecido: desde los dogmas arquitectónicos a la herencia colonial de su país. Univision Noticias conversó con él:

    Univision Noticias: ¿Qué es un cholet?

    Freddy Mamani: Para mí es un término mal llamado cholet. Es una edificación que generalmente está construida en altura. Los propietarios viven en la parte más alta porque los s generalmente son provenientes del campo a la ciudad y quieren ese espacio para poder recibir el sol todo el día.

    Tienen sus terrazas, el solario donde crían sus plantas y es como si estuviesen conviviendo con la naturaleza. Aparte de eso tienen su parrillero, algunas de ellas tienen sus propias piscinas. Por eso generalmente hacemos los chalets encima y aparte de eso por el clima, porque la ciudad de El Alto es bastante fría y nosotros tratamos de aprovechar toda la luz.

    UN: ¿Cúando empezó a hacer estos edificios y cuántos ha hecho?

    FM: Yo he empezado a construir estas edificaciones en 2002 en obra gruesa, una vez que me he titulado en tecnología de la UMSA (Universidad Mayor de San Andrés) y he empezado a revolucionar. ¿Por qué no romper las normas, romper las reglas? Yo dije: ¿por qué no podemos hacer una nueva tendencia o una arquitectura con identidad propia?.

    En 2005 concluimos la obra en su totalidad, de color y de todo. Pero yo tenía la idea de hacer una revolución arquitectónica, porque en las universidades generalmente nos han adoctrinado a no romper las normas, los esquemas, las reglas de la arquitectura. Dentro de mí siempre decía: ¿por qué un arquitecto es famoso? Tengo que construir obras con identidad, rescatando lo pasado y viendo el futuro y desde ese año empezamos a construir en la ciudad de El Alto con la nueva tendencia arquitectónica. He construido más de 60 edificios en El Alto, pero sumando los de otros lugares del país y el exterior ya avanzamos con más de cien obras.

    UN: ¿En qué se inspira?

    FM: Tengo dos elementos bien esenciales para plasmar esta nueva arquitectura. Por una parte, una fusión de todas las iconografías y diseños de la arquitectura milenaria de Tiwanaku (sitio arqueológico preincaico cerca de La Paz). Las he rescatado, fusionado y propuesto a los s. Por otra parte, los colores intensos y vivos, esa policromía de colores y también los textiles: porque mi madre, por ejemplo, es de pollera y aguayo (vestimenta típica de las mujeres indígenas), a mi padre siempre le veía con el poncho, el chulo (gorro) o cuando van a una fiesta o a pedir la mano siempre llevan su chuspa con la coquita (coca). Todos esos elementos han influido para que yo las plasme en la arquitectura.

    UN: Habla de sus orígenes y creo que tienen mucho que ver en toda esta revolución porque, como nos contaba, aunque se formó en la universidad, usted comenzó en esto cuando era muy joven. ¿Cuándo se inició en el mundo de la construcción?

    FM: Cuando era niño, tenía mis 6 años, estaba acá en La Paz. Mi papá acabó el bachillerato y se dedicó a trabajar en la construcción y me llevaba los fines de semana y a veces en las vacaciones. Le acompañaba y yo siempre, mientras jugaba, veía lo que él estaba haciendo. Después soñaba con ser ingeniero: no sabía lo que era pero ese término me gustaba.

    Cuando llegué a El Alto a vivir, más o menos a mis 15 años, ya estando en el colegio me dediqué a trabajar en la construcción. Mi papá era profesor rural y se iba al área rural a trabajar y llegaba de vez en cuando. Yo, como hermano mayor, tenía que ayudar a mis hermanos. Empecé a agarrar contratos ya estando en la universidad, con más responsabilidad, con otros objetivos. Por dentro siempre yo tenía la idea de ser algo en la vida y de revolucionar también la arquitectura. Y he pasado de esa manera. En todo ese trayecto, desde que empecé en la universidad he debido construir más de 200 obras.

    UN: En esa etapa de la educación formal, universitaria, ¿qué carreras estudió?

    FM: Yo estaba más dedicado a la construcción y decidí estudiar la carrera de construcciones civiles en la Facultad de Tecnología en la UMSA de La Paz, que es una de las facultades más prestigiosas de Bolivia y una vez que he salido y me he titulado ha habido bastante crítica de que cómo uno que se ha titulado de la Facultad de Tecnología va a hacer arquitectura.

    Entonces todavía no había cumplido mi sueño de que quería ser ingeniero y me gradué de la carrera de ingeniería civil y me licencié de ingeniero, pero ha habido más críticas. Entonces decidí estudiar también la carrera de arquitectura y me he graduado. Con más fuerza lo hice todo porque toda crítica yo siempre trato de aprovecharla como algo positivo y me ha impulsado. Una vez teniendo la primera obra, ya ha empezado a florecer en la ciudad de El Alto y para mí es un aporte personal para mi ciudad y para mi país, porque la verdad a El Alto no lo conocían. Era un lugar muy pálido, muy seco por su clima por su vegetación y hoy por hoy es un potencial turístico esta arquitectura.

    UN: Hablaba antes de romper cánones al mencionar la etapa universitaria y creo que también los rompe en su método de trabajar. ¿Cómo trabaja con los constructores?

    FM: Yo más estoy dedicado a trabajar en obra porque es mi vida, es mi pasión: manipular los materiales de construcción porque yo no me considero de escritorio, yo soy más de obra. Me gusta más ejecutar en el lugar. Yo no tengo un horario de trabajo: yo me despierto a las cuatro, cinco de la mañana y trabajo hasta la una, dos de la mañana tal vez dibujando. Siempre estoy de una obra a otra obra, con mi camioneta, cargando materiales, coordinando, diseñando en el lugar, hablando el mismo lenguaje con mis obreros. Esa es mi pasión y mi vida.

    UN: ¿Cuántos obreros tiene y cuál es el proceso que siguen cuando empiezan a trabajar con usted?

    FM: Actualmente tengo unos 120 obreros. Es un arte lo que estoy haciendo, porque cualquier maestro que tú contratas no la puede realizar. Entonces tú tienes que ir enseñándoles y empiezan desde ayudantes, y a medida que va pasando el tiempo vamos hablando el mismo lenguaje y entendiéndonos.

    UN: Me gustaría saber un poco más del perfil de sus clientes: ¿cómo se acercan a usted, qué le piden y quienes son las personas que compran estos edificios?

    FM: Cada obra que realizo es como una planta que yo siembro, que da frutos, porque una familia cuando concluimos su obra invita a sus parientes y amigos y le preguntan quién se lo ha hecho y esa es la carta de presentación para mí. Cada cliente que se presenta le pregunto cuál es su terreno, en qué sector está y voy estudiando las posibilidades, y a cada cliente le hago un pequeño tour por mis obras en ejecución y concluidas.

    UN: ¿A qué se dedican los clientes?

    FM: Yo considero la ciudad de El Alto un puerto seco, donde entra y sale mercadería y pasa por aquí del oriente al exterior o del exterior al oriente. Es un tránsito constante. Mis clientes generalmente son comerciantes. Se dedican a importar todo tipo de artículos: materiales de construcción, telas… También están dedicados a la minería, a la gastronomía.

    UN: ¿Cuánto puede costar una de estas casas?

    FM: Bueno, están entre 200,000, 400,000, 500,000 dólares... en promedio porque he realizado vivienditas de 5,000 a 10,000 dólares, dependiendo de la magnitud de la obra.

    UN: ¿Qué dice este nuevo tipo de arquitectura del nuevo rol de los indígenas y de la burguesía aimara en la sociedad boliviana?

    FM: Esta nueva arquitectura nos ha puesto a los aimaras en un espacio y en un lugar más alto, porque ahora reconocen que los aimaras también tenemos plata. No es que ahora tengamos, siempre teníamos. Otra cosa es que los aimaras no teníamos identidad arquitectónica. Como aimaras, íbamos a estudiar a las universidades pero teníamos que hacer lo que ellos nos adoctrinaban, pero no ha habido uno que innove y que diga 'yo soy de estas raíces', y que diga 'esto es lo que tengo, lo que soy y lo que quiero'.

    Y también tengo dos elementos que han aportado a esta nueva tendencia arquitectónica: por ejemplo, la entrada de Evo Morales como presidente y la 'Guerra del gas' que ha habido en 2003 en la ciudad de El Alto con más de 60 muertos. En ese momento yo estaba empezando, pero también esta arquitectura ha sido como una reivindicación social, ha sido como un momento de rabia, donde decía: 'caramba, yo también puedo hacer esto'. Nosotros podemos hacer esto y no copiar lo que ellos nos han enseñado y también el sufrimiento que yo he tenido desde niño: siempre veía a mis abuelos, a mis padres humillados, tenían una conciencia de timidez, tenían esa sensación de ser humillado. Y hoy por hoy ha cambiado bastante con la llegada de mi presidente Evo Morales y también ha cambiado lo social, lo político, lo económico y la arquitectura.

    UN: Por el contrario, ¿se ha sentido discriminado por el tipo de arquitectura que hace?

    FM: Sí, sí.. Por el colegio de arquitectos y eso lo voy a decir siempre, porque cuando he empezado las mayores críticas han venido de los arquitectos. Pero yo las recibo con buenas manos, con buenos objetivos, con buenas ideas porque siempre, uno lo que hace bueno es criticado. Yo veo que acá en Bolivia o al menos en esta parte occidental, no tenemos esa autoestima, no nos valoramos entre nosotros. Siempre nos valoran del extranjero y luego empezamos recién a valorar, pero a veces es tarde.

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