Lula puede ir a la cárcel esta semana en medio del recrudecimiento de la violencia en Brasil

SAO PAULO, Brasil. - Algunos hablan de “clima de guerra civil”, otros de “barbarie” o de “ambiente para un golpe de estado”, dicen los más pesimistas. Filósofos como Vladimir Safatle. Juristas como André Bezerra. O politólogos como Marcos Teixeira son algunos intelectuales que gritan la voz de alarma ante la violencia y el odio que se vive en Brasil.
Tan solo en el último mes Luiz Inácio 'Lula' da Silva sufrió un atentado cuando dispararon tres tiros en dos de los autobuses de su comitiva en Paraná y el juez del Tribunal Supremo, Edson Fachin, denunció haber recibido amenazas de muerte a su familia. El magistrado es el encargado en el Supremo de investigar la operación Lava Jato, el mayor escándalo de corrupción del país.
El ambiente de conflictividad aumenta esta semana con las manifestaciones a favor y en contra de la prisión de Lula da Silva que se sucederán en diversas ciudades del país. El miércoles, partidarios y detractores del presidente se concentrarán frente a las puertas del Supremo Tribunal Federal (STF) en Brasilia, cuando sus jueces decidan si le otorgan o no el habeas corpus preventivo que solicitan los abogados del expresidente. Si se lo concedieran, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) y candidato favorito para las elecciones presidenciales de octubre podría esperar en libertad el resultado de las apelaciones en los tribunales superiores. Si rechazaran el pedido de la defensa, quien fuera el mandatario más popular de Brasil podría entrar en prisión esta misma semana.
El pasado 26 de marzo los jueces de segunda instancia del TRF4 de Porto Alegre rechazaron los recursos interpuestos por los abogados de Lula y confirmaron la sentencia de 12 años de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero. Al expresidente se le acusa de haber recibido de parte de la constructora OAS un apartamento en la playa de Guarujá a cambio de haber intercedido para que la empresa cerrara tres contratos con la semiestatal Petrobras. El expresidente todavía puede apelar esta sentencia en los tribunales superiores, pero el habeas corpus que se juzgará este miércoles definirá si la espera la pasa en libertad o entre rejas.
La campaña electoral, en juego
Los magistrados del STF son conscientes de que en el veredicto que emitan este miércoles, además de la libertad del expresidente Lula, están en juego la estrategia de la campaña electoral del mes de octubre, la imagen, ya muy deteriorada, del propio Tribunal Superior Federal y un posible recrudecimiento del clima de violencia que se respira en el país.
A pesar de que Lula da Silva ha repetido en diversas ocasiones que mantendrá su candidatura aunque sea desde la cárcel, los resultados de los comicios pueden modificarse drásticamente si el expresidente hace su campaña en libertad o preso. Algunos posibles candidatos solo se presentarían en el caso de que Lula entre en prisión. Otros, como Jair Bolsonaro, segundo favorito en la disputa, necesita al expresidente en libertad ya que gran parte de su campaña se basa en presentarse como el alter ego de Lula. Si estuviera entre rejas, el efecto disminuiría.
Las posibilidades de que Lula realmente pueda participar de los comicios son mínimas porque una vez inscrito como candidato -eso lo podría hacer también desde prisión- el Tribunal Superior Electoral, basándose en la Ley de la Ficha Limpia, eliminaría su candidatura por el hecho de estar condenado por un tribunal de segunda instancia. Pero, según fuentes del PT, a esas alturas Lula podría convencer a su electorado de transferir sus votos a otro candidato del partido. Las mismas fuentes aseguran que desde la cárcel, el poder de convicción del expresidente sería mucho menor. Por lo tanto el sí o no al habeas corpus es otra de las jugadas claves de una partida de ajedrez electoral que parece eternizarse.
La sentencia, que será retransmitida junto con el debate de los magistrados en la televisión pública, se espera entre los brasileños con los nervios y la agresividad propias de un derby de fútbol. Los antilulistas además de ver en la figura del expresidente al principal culpable de los escándalos de corrupción del país, consideran una provocación que pretenda presentarse a los comicios tras una sentencia condenatoria. Piden su entrada inmediata en prisión casi como una muestra de que la lucha anti corrupción funciona.
Por su parte, los seguidores del petista, consideran que el expresidente sufre un juicio político, una sentencia injusta con pruebas insuficientes y una condena que tendría como objetivo evitar que gane las elecciones de octubre. Exigen que se respete la presunción de inocencia y siga en libertad mientras recurra a otros instancias.
Esta semana, los jueces del STF recibieron una carta firmada por 1,000 magistrados donde les solicitan que no itan el habeas corpus. La Fiscal General de la República, Raque Dodge, suscribe la misma petición al alegar que en 2016 el STF ya votó a favor de que pudieran entrar en la cárcel de manera inmediata aquellos que hubieran sido condenados en segunda instancia. Según estos juristas, si el STF tomara una decisión contraria a la que tomó hace dos años, demostraría algún tipo de privilegio legal para el expresidente.
El centenar de abogados que se reunieron el lunes con la presidenta del STF, Carmen Lúcia, presentaron el argumento contrario al asegurar que los jueces del Supremo no deben verse empequeñecidos por repensar su decisión en favor de los derechos fundamentales de quien llame a su puerta.
A la presión de las opiniones antagónicas de la sociedad y de la propia judicatura se suma la imagen deteriorada del Supremo. La constante presencia mediática de sus magistrados con peleas internas que hacen públicas, las imágenes de cenas íntimas con políticos del Ejecutivo y Legislativo y su carácter errante en unos y otros veredictos han hecho del STF una institución que provoca entre los brasileños tanta desconfianza como la que sienten por sus gobernantes.
La entrada o no en prisión de Lula da Silva se presenta como una oportunidad para mejorar su imagen para uno de los dos lados de la sociedad. Si rechazaran el Habeas Corpus y Lula pudiera ser preso esta semana, los anti lulistas lo entenderían como un gesto de que el STF todavía se preocupa por acabar con la corrupción. Mientras que para los seguidores del expresidente, sería una prueba más de la persecución política que dicen que sufre el exsindicalista y la “concreción del golpe de estado que sufrió Dilma Rousseff”, dicen los petistas.
La sociedad brasileña entre la intolerancia y el odio
Las elecciones de 2014 donde ganó Dilma Rousseff y la posterior puesta en marcha de un proceso de impeachment contra la expresidenta dejaron un clima de odio en la sociedad brasileña que con el tiempo tan solo ha aumentado. Esos comicios marcaron una división simbólica entre lo que empezaron a llamar coxinhas (los conservadores de derecha) y petralhas (que agrupa toda la izquierda). Una división irreconciliable en la que los matices entre uno y otro grupo se difuminan y las diferencias se agrandan.
Los escándalos de corrupción que han afectado a más de la mitad de los partidos del Legislativo, al actual Ejecutivo y a gobiernos anteriores han provocado una mayor radicalización entre los electores y un crecimiento del sentimiento de antipolítica, aseguran algunos expertos: “Las redes sociales y las fake news de ambos grupos han sido claves para que los ánimos se caldearan. Los insultos y los tratamientos que se ven en las redes muestran una especie de “todo vale” que pone en cuestión los límites de la libertad de expresión. El brasileño está insatisfecho y destila odio”, dice Paula Martins, directora Ejecutiva de la ONG de Derechos Humanos Artigo 19.
Una encuesta de la agencia Comunica Muda del pasado año advertía de “los números de la intolerancia” del internauta brasileño. Los comentarios de odio tenían como primer objetivo al Congreso Nacional. Las mujeres eran la segunda diana de comentarios misóginos y machistas. Los homosexuales era el tercer grupo vilependiado, y después venían las frases racistas que ocupaban el cuarto puesto en el ránking: “El mito del brasileño amable hace aguas, lo que vemos es intolerancia y odio”, nos dice Thiago Tavares, presidente de la ONG SaferNet Brasil.
Ese tipo de comentarios predominaron pocos días después de la ejecución de la concejala y activista pro Derechos Humanos Marielle Franco. Las fake news publicadas en medios conservadores donde acusaban a Franco de estar relacionada con narcotraficantes se acumularon durante 48 horas. Una vez demostrada la falsedad de los relatos, dos grandes medios como Globo y el diario Extra mostraron su rechazo ante los comentarios racistas y violentos de sus lectores. Los editores de Extra publicaron un artículo explicando a sus lectores el significado de los Derechos Humanos.
Las reacciones ante el atentado que sufrió la semana pasada el expresidente Lula da Silva cuando hacía su precampaña por el sur de Brasil, mantuvieron el mismo nivel de violencia, incluso entre los propios políticos. El gobernador de Sao Paulo y candidato presidencial por el PSDB, Geraldo Alckmin dijo: "Están recogiendo lo que plantaron". El alcalde de Sao Paulo, también del PSDB, Joao Doria, siguió en la misma línea: "El PT siempre ha usado la violencia y ahora les han tratado con violencia". Las primeras palabras del presidente Michel Temer (PMDB) fueron confusas: "Esa ola de violencia viene de lejos y tal vez no haya sido creada por los agresores, sino que haya comenzado antes”.
“Es inconcebible que los políticos hayan reaccionado de esa manera. Nunca antes en la historia un presidente brasileño había sido tiroteado. Si no se condena un acto así, qué es lo que nos queda. Los tiros que dispararon contra el autobús de Lula no fueron contra un candidato, sino contra nuestra democracia”, dijo el profesor de la Fundación Getúlio Vargas Marcos Teixeira.
El filósofo y articulista de la Folha de Sao Paulo Vladimir Safatle es pesimista ante lo que pueda ocurrir tras el juicio de este miércoles: “No me sorprenden ni las reacciones a la ejecución de Marielle, ni al atentado contra Lula. Hace tiempo que vivimos un clima de guerra civil, y no debe sorprendernos que haya un giro autoritario más radical. Tanto si llevan o no a Lula a la cárcel la violencia va a aumentar, parece inevitable”.