Una nueva ola de mexicanos llega a Tijuana para pedir asilo en EEUU
TIJUANA, México.- Maribel (nombre ficticio para proteger su identidad) soportó que asesinaran a su esposo, que la ultrajaran sexualmente dos veces, que mataran a su hermano y la obligaran a presenciar esa muerte. Pero no fue hasta que amenazaron con matarla a ella y a sus cinco hijas, todas menores de 11 años, que lo abandonó todo y huyó en medio de la noche desde la ciudad en la que vivía en Michoacán.
Según su relato, en 2016, cuando la niña menor apenas tenía tres años, un grupo de delincuentes quiso extorsionar a su esposo para que les diera dinero semanalmente como un pago por presunta seguridad. El padre de familia les dijo que prefería no privar de alimentos a sus hijas y lo mataron. Maribel comenzó a trabajar en el campo. Fue en una de esas salidas de madrugada para trabajar que abusaron sexualmente de ella la primera vez, cuenta.
Dice que la vida se endureció pero por lo menos tenía un hermano que, desde Estados Unidos, le ayudaba con dinero. Con el tiempo, los delincuentes se enteraron de la existencia de ese hermano y decidieron que él debía hacer los pagos por seguridad.
Para persuadirlo, cuenta Maribel, la secuestraron y violaron nuevamente y le quitaron su celular para llamar a su hermano en Estados Unidos y exigirle que llegara con una cantidad para rescate. Pero cuando llegó a Michoacán sin el dinero, lo asesinaron y obligaron a la mujer a presenciar la ejecución.
El novenario por el hermano apenas iba a comenzar, cuando, asegura, los delincuentes se presentaron nuevamente para amenazarla: “Me amenazaron. Me dijeron que si llegaba a decir lo que pasó con mi hermano iban a matar a mi mamá, a mis hijas y me iban a hacer que yo viera como las mataban, y luego me iban a matar a mí”, recordó la madre de familia. Huyó con lo menos posible, pero con todas sus hijas, y llegó a Tijuana en los últimos días de abril.
Desde que llegó a la ciudad fronteriza con California, pidió un número de espera para pasar a Estados Unidos a solicitar asilo, pero su turno vendría meses después, así que consiguió trabajo en una refaccionaria de electrodomésticos. Este fin de semana espera por fin pasar a presentar su caso en entrevista con oficiales de asilo en la garita peatonal PedWest de Tijuana a San Diego.
“Yo no puedo regresar a Michoacán o a mi país; tarde o temprano van a saber dónde estamos mis hijas y yo y, si no vienen a buscarme, van a matar a mis parientes, a mis amigos en venganza”, le dijo a Univision Noticias. Tras un instante reflexionó: “Para regresar para Michoacán, no. No, me matan junto con mis hijos y eso yo no quiero. Mis hijos apenas están empezando a retoñar como para que me los quiten así de un rato”.
Por eso, está esperando a su turno para pedir asilo en Estados Unidos para ella y sus cinco hijas.
El caso de Maribel no es único en esta oleada de familias que huyen de la violencia que han estado llegando en los últimos dos meses a Tijuana con el objetivo de pedir asilo en Estados Unidos, explicó José María 'Chema' García Lara, de uno de los albergues para familias más solicitados en la frontera, Juventud 2000.
La política de 'tolerancia cero' sí afectó a esta frontera
Desde que la istración del presidente Donald Trump lanzó en San Diego la política de “tolerancia cero” en mayo, el flujo de familias centroamericanas que buscan asilo por Tijuana empezó a descender, pero poco a poco los mexicanos que huyen de violencia extrema, principalmente de los estados de Michoacán y Guerrero, comienzan a sustituir el flujo de migrantes en busca de asilo.
“Ahorita tenemos un estimado de entre 90 y 100 personas, que no ha dejado de fluir”, es un promedio diario y en su mayoría son familias que huyen de la violencia, afirma García Lara.
Las familias centroamericanas que hasta hace meses llegaban en centenares a Tijuana se reportan en aumento ahora en otros tramos de la frontera, como en Yuma, Arizona. El director del albergue piensa que ese desplazamiento se debe a que en otros puntos fronterizos no hay listas de espera. Las familias cruzan y se entregan.
Pero en Tijuana las familias mexicanas mantienen la ruta que en busca de asilo abrieron unos 20,000 haitianos hace unos años.
Para hacer un contraste, a mediados de junio de este año, el refugio estaba lleno de familias centroamericanas que buscaban asilo y solamente había un par de personas de México entre todo el albergue; ahora es al revés: entre todas las familias de México había un joven hondureño y una familia salvadoreña. En las tiendas de campaña por lo general se ven familias, pero son muy pocos papás; la mayoría son mujeres que huyen de la violencia con sus hijos.
“Pensamos que son familias que quieren hacer las cosas correctamente, realizar en regla los procedimientos y demostrar que respetan las condiciones que se han impuesto para coordinarse con las autoridades estadounidenses”, explicó García Lara.
Los estados de donde llegan la mayoría de migrantes de esta nueva oleada están señalados por el Sistema Nacional de Seguridad Pública de México como entre los que cuentan con mayor criminalidad (en Guerrero, en la primera mitad del año se cometieron 1,613 asesinatos, mientras que en Michoacán fueron 1,248) y también más altos índices de violencia de género.
Raquel, de Guerrero madre de dos hijas, huyó de un hombre que, además de abusarla sexualmente desde niña, es miembro de un grupo de la delincuencia organizada.
En el albergue Juventud 2000, cuenta entre sollozos que tuvo que huir y platicó que es no solo inútil sino contraproducente denunciar los abusos a las autoridades locales. “En media hora van a saber que los denunciaron y quién fue, y empiezan las represalias”, dijo.
Es un sentimiento que comparten quienes huyen de Michoacán y Guerrero a la frontera de California en busca de asilo. A Maribel no le tomó siquiera un segundo pensar la respuesta. “Yo no regreso, me matan a mis hijas y me matan a mí. Ya estábamos amenazadas si yo denunciaba algo, porque huimos ahora nos pueden matar”.