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Tsunami

Torres para escapar de un tsunami: la costosa pero urgente necesidad frente a una catástrofe

Los avances en la construcción de edificios que resistan a terremotos y tsunamis son importantes, pero aun así se requiere de inversión y capacitación para evacuar, señalan expertos.
Publicado 13 Feb 2022 – 04:10 PM EST | Actualizado 13 Feb 2022 – 04:24 PM EST
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Los riesgos de que un tsunami cause daños sin precedentes en varios países americanos pueden ser mitigados si se invierte en construcciones y edificios preparados para esta eventualidad, lo que supone un avance en la ingeniería cuya meta es prevenir las consecuencias de un desastre natural.

Los avances son de especial importancia para América, puesto que el continente se sitúa entre dos océanos y por ello es de los más expuestos a las fuerzas originadas en los fondos marinos.

“En México hay cultura de prevención de terremotos, pero no existe una similar en cuanto a la protección ante tsunamis”, explica Jorge Herrera Aguilar, ingeniero de la Universidad Nacional Autónoma de México y experto en terremotos en el Instituto Sismológico Nacional mexicano.

La falla de San Andrés, que desde California atraviesa partes del suroeste de Estados Unidos y sigue hasta la Sierra Madre mexicana, es responsable de varios de los peores terremotos de la región y se teme que provoque un terremoto de hasta 9 de intensidad en la escala Richter, lo que tendría catastróficas consecuencias si su epicentro es submarino y cercano a costas densamente pobladas, lo que podría provocar la muerte de miles de personas. “Un tsunami no es una sola ola, es un cuerpo de agua que se manifiesta durante un periodo relativamente largo de tiempo”, asegura Herrera.

La respuesta ante una emergencia de este tipo son edificios resistentes a tsunamis, una innovación que ha sido mayormente explorada en Japón y que ahora es considerada en Estados Unidos y países de América Latina.

No obstante, estas construcciones requieren una fuerte inversión y experiencia que es relativamente nueva en países latinoamericanos e incluso en Estados Unidos. De acuerdo con Herrera, Perú y Chile son de los países de la región con mayores avances, muchos de ellos en colaboración con Japón, que es considerado como el ejemplo a seguir en esta área. La experiencia del tsunami de 2011, que afectó la planta de Fukushima, ha fortalecido esa creencia. “En otro lugar del mundo, la tragedia habría sido aún peor”, señala al referirse a este evento, que aun así cobró la vida de casi 16,000 personas y es considerado como uno de los peores registrados en la historia.

¿Cómo consiguen que edificios altos no sucumban a la fuerza de un terremoto? La construcción debe “balancearse, pero no derrumbarse”, señala el ingeniero Raúl López Aguilera, de la Universidad Autónoma Metropolitana de México. “Deben ser estructuras que itan cierto grado de movimiento y vibración”.

La Ciudad de México, pese a que no tiene costa, puede servir de ejemplo de este tipo de estructuras. Gran parte de la metrópoli tiene suelo blando, al igual que los sitios japoneses donde se ha explorado este tipo de construcciones. López Aguilera comenta que al menos nueve de los rascacielos de la capital mexicana cuentan con tecnología que aumenta su resistencia. “Cuando hay un terremoto, el edificio se desplaza con el movimiento del suelo. Por eso es que no se derrumba, porque desacopla el movimiento de la estructura con el del sismo”.

Pero la cifra de edificios en Ciudad de México (cuya zona metropolitana rebasa los 20 millones de habitantes) refleja lo poco común que es este tipo de estructuras y, más aún, en regiones costeras, un problema que enfrentan otros países latinoamericanos.

En el caso de un tsunami, señala López Aguilera, el tiempo entre una alerta y la llegada del cuerpo de agua oscila entre los 7 y 30 minutos, tiempo suficiente para que las personas pudieran buscar refugio en una estructura resistente y alta, como este tipo de edificios. “El mayor reto, además de la cultura de prevención, es la inversión en estas construcciones y la capacitación en los sectores de construcción para que los hagan”.

Existen ya avances en partes de la costa Pacífica. El diario The New York Times reportó la semana pasada que en el estado de Washington hay ya estudios para un edificio diseñado como centro de evacuación, un proyecto que se llevó más de 18 años.

El grupo Shoalwater Bay Tribe diseñó una torre, cuya construcción fue de 3 millones de dólares y fue pagada en gran parte por la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA en inglés), tiene pilares enterrados a 15 metros (51 pies) de profundidad con dos plataformas que pueden alojar temporalmente a cientos de personas.

Pero no basta con la inversión en construcción, la cultura de prevención y evacuación es muy importante. “Hay que estar preparado y saber qué hacer”, indicó Charlene Nelson, directora de Shoalwater Bay Tribe, al diario.

América Latina enfrenta, además, el riesgo de situarse frente a la zona de subducción (hundimiento de una placa tectónica frente a otra) más grande del mundo. La zona de subducción colombo-ecuatoriana, que recorre costas de Nicaragua, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Chile, tiene 5,000 kilómetros de longitud y es la más larga del mundo.

Esta condición geológica ha producido ya tragedias grandes: un terremoto en 1906 de 8.8 de intensidad en la escala Richter causó 1,500 muertes en las costas de Ecuador y Colombia, y otro de 8.2 dejó 450 fallecidos en 1979 en la región costera occidental colombiana.

"Debe considerarse el peor escenario posible"

Además de las diferencias en las circunstancias de cada país, un obstáculo en común es la falta de inversión pública para estructuras que requieren de un capital mayor para garantizar que cumplirán las características que los harán resistentes a un terremoto y, por tanto, a un tsunami.

En el estudio “Una falsa alarma”, el especialista Ricardo Mena apunta las limitaciones y errores en costas ecuatorianas tras una alerta emitida el 4 de octubre de 1994 para toda la cuenca del océano Pacífico tras un terremoto de 7.9 de intensidad en la isla de Hokkaido, en el norte de Japón.

Mena, con experiencia en el Departamento de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (UNDHA, en inglés) señala que los mapas existentes de amenazas en la región deben ser “vistos con cautela”.

“Las características de un tsunami hipotético definidas por los técnicos pueden diferir significativamente con los hechos reales. Consecuentemente, para efectos de ordenamiento territorial, planificación y preparativos para emergencias, debe considerarse siempre el peor escenario posible”.

Y en caso de que se presente ese escenario, ¿los edificios pueden resistir tales circunstancias? Los expertos indican que hay esperanzas de que sea así, de aplicarse a tiempo las políticas de urbanización y la inversión necesaria en este tipo de construcciones.

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