Madrid logra mejorar su aire, pero no debido a sus esfuerzos

Hace mucho que la calidad horrible del aire de Madrid ha sido como una broma de mal gusto. La ciudad está ubicada en una zona alta y cada invierno las condiciones atmosféricas regularmente atrapan el aire sucio cerca del nivel de la tierra. De hecho, la capa de esmog diario de la capital española es un elemento tan habitual de la vida que hasta tiene su propio apodo medio cariñoso: la boina.
Hay que decir a favor de la ciudad que ésta ha estado haciendo mucho esfuerzo en años recientes para reducir el uso de autos como una forma de tener un medioambiente más limpio. Y la semana pasada algunas buenas noticias por fin se revelaron. Según nuevas cifras producidas por el grupo activista Ecologistas en acción, la calidad del aire de la capital española mejoró el año pasado, dándoles cierto grado de alivio a los pulmones de los madrileños. ¿Pero habrá sido esto pura casualidad?
El reporte entrega algunas claves que son relevantes para muchas ciudades. Las mejorías en el aire de Madrid —y de España en general— realmente no resultaron de una reducción en el uso de vehículos motorizados, sino que fueron producidas totalmente por otras causas. De hecho, al leer entre líneas se revela una historia onitoria sobre los límites de los municipios al abordar estos temas por sí solos.
Primero, las buenas noticias. Según el reporte —el cual se basó en datos de 700 estaciones de monitoreo de la calidad de aire que están ubicadas por toda España— la cantidad de personas que sufrieron de aire de mala calidad bajó en 2.6 millones (el país tiene 46.5 millones de habitantes). Los niveles de material particulado, dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre bajaron en Madrid y en todo el país. Dada la reputación que tiene Madrid por su aire se trata de una tendencia sumamente positiva.
Pero el factor dominante detrás de estos aires de cambio sólo fue buena suerte. El año pasado el país experimentó un nivel de inestabilidad atmosférica más alto del promedio, fenómeno climático que creó condiciones bajo las cuales resultó menos probable que los contaminantes quedaran atrapados en pozos de aire en los niveles más bajos de la atmósfera.
Sin embargo, España aún puede llevarse algo de los méritos por el cambio: Ecología en Acción sugiere que la causa secundaria de la mejoría en la calidad del aire fue una reducción en la generación de electricidad proveniente del carbón y otros combustibles fósiles. Entre enero y marzo de 2015, España generó un 15.5% de su electricidad usando carbón. Entre enero y diciembre de 2016, esa cifra bajó a un 10.5% y debería seguir bajando con los incrementos continuos en la capacidad de energía eólica del país.
Esto es prometedor, pero hay otros motivos de preocupación. El consumo nacional de gasolina y diésel aumentó por primera vez en cuatro años —a pesar de un aumento de un 90% en las ventas de vehículos eléctricos en la región madrileña durante los últimos cuatro meses— mientras que el consumo de electricidad de España llegó a su nivel más alto desde 2008. Se podría argumentar que estos son efectos colaterales negativos de algo positivo. Después de ser golpeada fuertemente por la crisis financiera de 2008, la economía española ya finalmente está mostrando indicios de recuperación, tal como ha demostrado este aumento en el consumo de combustible.
Todavía existe el motivo de preocupación de que, si no se promocionan más fuertemente las alternativas al tráfico en las calles, las condiciones menos favorables del tiempo podrían revertir las mejorías de España en cuanto a la calidad de aire. Actualmente, España experimenta 24,000 muertes al año relacionadas con la contaminación y los niveles de algunos contaminantes ya están aumentando en algunos lugares. Los niveles de ozono se han mantenido estáticos o han subido en todo el país, una situación que ha sido empeorada por veranos que por lo general son más calurosos. Y es probable que la frecuencia de tales veranos calurosos sólo aumentará a medida que avanza el calentamiento global.
Por lo menos la ciudad de Madrid (la unidad urbana que queda dentro de la región exurbana más amplia, la Comunidad de Madrid) sabe muy bien los estragos de la contaminación por vehículos motorizados. En un esfuerzo de mejorar el aire en el núcleo urbano, ha probado todo tipo de medidas, entre ellas prohibiciones de conducción y transporte público gratis durante los picos de contaminación estacional, prohibir que vehículos motorizados anden en la sección más vieja de Madrid, la prohibición de diésel y mejorar la infraestructura para bicicletas. Sin embargo, el nuevo reporte revela que cambiar la situación quizás esté fuera del control de la ciudad.
Cada área de la región madrileña en su conjunto (excepto una pequeña cuenca) tiene niveles de contaminación que exceden los lineamientos establecidos tanto por el país como por la Organización Mundial de Comercio. Como carreteras corren por todas partes de la región, la red de vías de la región asegura que esta alta contaminación ambiental se distribuya mucho más allá de los límites de la ciudad. Simplemente usar la carretera exterior de circunvalación como una frontera para marcar donde se pueden implementar medidas antiautos más estrictas no será suficiente.
Los intentos de la ciudad de reducir el tráfico de vehículos motorizados dentro de sus fronteras son un ejemplo excelente de una municipalidad tratando de lidiar con la pobre calidad de su aire. El reporte de la semana tiene cifras que quizás muestren que España va en la dirección indicada pero aun así revelan que cuando se trata de batallar la contaminación por vehículos motorizados, las ciudades no pueden hacerlo solas.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.