Los niños latinos sufren más que los blancos no hispanos cuando se mudan de casa

Cuando la familia Garita decidió mudarse de Detroit a Redford, una ciudad mayormente blanca a media hora de distancia, la hija más pequeña de esta familia mexicana dice que estaba entusiasmada. “En Detroit había demasiado ruido durante la noche para dormir bien y en Redford era más tranquilo, muy callado. Íbamos a tener nuestros propios cuartos en la nueva casa”, dice Zuarlemi Garita, que tiene diez años. Pero, cuando empezó su nueva vida, se dio cuenta de que cambiarse de vecindario y escuela no era tan fácil. Y, después de poco más de un año, aunque siguieron viviendo en Redford, los tres hijos regresaron a las escuelas de Detroit, donde, según ellos, se sintieron más aceptados por sus compañeros.
En una nueva investigación, la socióloga de Harvard, Kristin Perkins, halló que la experiencia de los Garita es común entre latinos. De acuerdo a la investigadora, las mudanzas tienen efectos negativos especialmente marcados en los niños minorías, entre ellos, depresión, ansiedad e ira.
Perkins analizó casos de niños de familias de bajo ingresos en Chicago y encontró que estos efectos, obtenidos a través de encuestas completadas por padres y maestros, no se encontraron en niños blancos no hispanos. Su estudio sigue investigaciones de Matthew Desmond y Raj Chetty, sobre los efectos de las mudanzas en el desplazamiento forzado y el programa ‘Moving to Opportunity’, el cual dio ‘vouchers’ o cupones a familias para mudarse a diferentes vecindarios.
La idea de este programa era que con más dinero, la familia podría vivir en vecindarios de ‘altas oportunidades’, con menos pobreza y mejores escuelas. “Lo que encontramos fue que el desplazar los niños causaba mucha angustia que las familias no esperaban. Los efectos negativos que surgen de este cambio pueden cancelar los efectos de un ‘mejor’ vecindario, en términos de nivel de pobreza y calidad de educación pública”, dice Perkins.
Sin embargo, más que resolver dudas, el estudio de Perkins genera importantes preguntas: ¿porque tienen más dificultades los latinos a adaptarse a nuevos entornos que sus homólogos blancos no latinos?
En una ciudad como Chicago, la segregación sigue siendo un problema que afecta los vecindarios y a las escuelas. “Chicago históricamente ha sido una ciudad segregada. Desplazar a una persona joven, que tiene amigos de un grupo racial, y moverla a otro vecindario es muy difícil”, dice Manny Gonzales, de la organización Latino Policy Forum en Chicago. “Cuando yo me mudé de mi vecindario cuando tenía diez años, nos fuimos a lo que era en muchos aspectos un vecindario mejor. Antes de eso, la única persona blanca con la cual interactuaba era una maestra en mi escuela. No conocía a personas blancas antes de la edad de diez años y luego viví en un vecindario mayormente blanca. Obviamente fue difícil”, dice González.
La segregación que se encuentra en Chicago refleja la segregación a nivel nacional en las escuelas. Estudios encuentran que las divisiones raciales entre latinos y blancos no latinos siguen creciendo en Estados Unidos, dando lugar a una nueva era de segregación educacional para los latinos en ciertos estados.
En el área metropolitana de Detroit, donde los niveles de segregación son de los más altos de todo el país, las comunidades latinas se encuentran en barrios y ciudades muy específicas (de las cien áreas metropolitanas más grandes, Detroit es la 25ª con más segregación entre latinos y blancos no latinos). La familia Garita antes vivía en el sur de la ciudad, donde hay una alta concentración de latinos. Hace cinco años se mudaron a Redford, donde la población latina no llega ni siquiera a un 3% de la población.
Cuando Zuarlemi entró a la escuela, empezó a sentir estas divisiones geográficas. Dice que no había latinos en su escuela y todos los maestros eran blancos no hispanos. “No tenía amigos y los niños no se acercaban”.
Su hermana, Adamari, tiene 14 años y dice que era igual para ella. “Los niños no me hablaban pero de repente me preguntaban cosas qu e me hacían sentir muy incómoda. Por ejemplo, a qué raza pertenecía y luego, cuando les decía que era latina, se burlaban de mí y me preguntaban si sabía qué eran los tamales o por qué no bailaba”, dice Adamari. “Todo era estereotipos de mexicanos”.
Las cosas se pusieron más complicadas cuando tuvo problemas que fueron más allá de las simple palabras y su madre, Lupita, no recibió atención de la istración de la escuela. “Porque tengo el cabello muy largo, siempre me tocaban el pelo y yo los dejaba porque no sabía qué más hacer y quería sentirme como bienvenida, parte de la clase. La maestra incluso me lo agarraba. Una vez estaba corriendo por el pasillo y, en vez de decirme que parara, me tomó del cabello”. Aunque la maestra lo hacia seguido, no le dijo nada a su madre hasta que su hermano lo vio y le dijo él mismo.
“También, teníamos clases sobre religión y la maestra me preguntaba qué religión practicaba. Le contestaba ‘católica’ y se burlaba de mí, frente a todos lo demás”, dice Adamari. “Nunca hablábamos de la religión de los demás”. Cosas similares pasaron, sin que hubiera intervención de la escuela. El hijo mayor recibió amenazas de compañeros de clase y, cuando la madre trató de ar a la escuela, la istración respondió que no podían hacer nada.
En el estudio de Perkins, los investigadores encontraron que ansiedad era uno de los efectos más grandes de la mudanza en niños latinos y los niños Garita sintieron eso. “Siempre pensaba en cómo se sentía mi hermana y me estresó mucho,” dice Adamari. Sin la comunidad que tenían en Detroit, se sentían inseguros e incómodos.
Lupita, la madre, sabía que recibiría mejor atención en las otras escuelas y los regresó todos en medio del año, en febrero. Había estado en las comités de padres en las escuelas anteriores en Detroit y conoció muy bien las maestras. La antigua escuela los recibió sin problema. “Los inscribí y luego les dije ‘mis hijos, ya los voy a mover a Hope [la escuela en Detroit]. Mañana entran a escuela. Uy, que felicidad les dio. ‘¡Qué bueno mami!’, me decían. Y pues ahorita siguen en esas escuelas”, dice Lupita.
González dice que estas dificultades de adaptación son el resultado de divisiones en las escuelas de décadas. “Si hubiera más integración de escuelas, no habría tanta dificultad en estos cambios”.
Agrega González que en la era de Trump, la ansiedad de niños latinos en escuelas está empeorando ahora que tienen más miedo frente a la deportación. Cambios drásticos como la mudanza no ayudan, porque las escuelas tienen un rol importante de mantener la confianza y seguridad de familias. “Los nuevos sentimientos antiinmigrantes han dificultado la vida de niños en la escuela. Siempre escuchamos historias de niños que tienen miedo de ir porque no saben si sus padres van a poder recogerlos, por miedo de la deportación. Es un susto muy real. Hay mucha angustia mental”, explica Gonzales.
“En nuestra organización, nos interesa que familias tengan oportunidades económicas”, dice Gonzales. “Pero también sabemos que moverte de una comunidad establecida a otro lugar no necesariamente resuelve tus problemas”.