¿Qué significará la presidencia de Trump para nuestras ciudades?

Sabemos que muchas de las medidas del presidente electo tendrán un efecto en las ciudades de Estados Unidos, incluyendo áreas como inmigración, salud pública, comercio global, justicia criminal y control de armas. Pero miremos a algo más preciso: el día a día de la salud fiscal municipal y cómo este se relaciona con los servicios básicos, la infraestructura y la vivienda.
Pocos podrían aventurar que Donald Trump, a pesar de ser un neoyorquino, será un líder a favor de las ciudades. De hecho, el voto rural es lo que parece haberle dado fuerza para llegar a la Casa Blanca y contrapesar lugares tradicionalmente demócratas, como Detroit y Filadelfia. Además, Trump tampoco especificó políticas sobre las ciudades y ni habló de términos como los fondos de desarrollo comunitario o algo por el estilo.
Pero, a pesar de esto, Trump podría ayudar a las ciudades a funcionar mejor. Entre varias frases que quedaron entre sus titulares, Trump habló intermitentemente pero de manera consistente sobre arreglar las ‘inner cities’ o centros urbanos e invertir en infraestructura, ambos temas que volvió a mencionar al celebrar su victoria en Nueva York, el miércoles a las 3 am.
“Vamos a arreglar a nuestras ‘inner cities’ y reconstruiremos nuestras autopistas, escuelas y hospitales”, dijo Trump. “Reconstruiremos nuestra infraestructura, la que será la mejor del mundo, y pondremos a millones de personas a trabajar mientras las reconstruimos”.
No hay detalles sobre su implementación, pero Trump ha propuesto un plan de infraestructura a desarrollarse en diez años y de un costo de un billón de dólares, el que podría incluir miles de millones en beneficios fiscales para atraer las inversiones privadas. Ya hay conversaciones sobre una ley de infraestructura que podría ser el ícono de las legislaciones de los primeros cien días (aunque la incerteza de sobre su financiamiento aun genera preguntas y preocupaciones, especialmente sobre el futuro del mercado de los bonos municipales bajo Trump).
¿Será suficiente todo esto? ¿Y qué tipo de infraestructura será financiada? En un punto de la campaña nos pidieron que chequeáramos los datos de los dichos de Trump, por ejemplo, cuando declaró que “Hillary… quiere gastar cientos de miles de millones para acoger a refugiados del Medio Oriente en Estados Unidos” y “por ese monto de dinero que Hillary Clinton quiere gastar en refugiados, podríamos reconstruir cada ‘inner city’ en Estados Unidos”. Estos dichos requirieron que hiciéramos algunas explicaciones, ya que Clinton nunca propuso gastar “cientos de miles de millones” en refugiados, pero miramos lo que costaría “reconstruir” ciudades en problemas.
La Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles estimó que costaría 3.6 billones de dólares de aquí a 2020 lograr que la infraestructura del país esté en un alto estándar. Debido a que un 80% de la población de Estados Unidos vive en áreas urbanas, la brecha de infraestructura urbana puede estar alrededor de los 3 billones de dólares. Reparar las cañerías de plomo de Flint se ha estimado que cuesta alrededor de 1,500 millones de dólares y hacerlo a nivel nacional subiría a 275,000 millones de dólares.
A esto hay que sumar el costo de un billón de dólares a través de los próximos 25 años que la Asociación de Trabajos de Agua de Estados Unidos estima que costaría mantener el sistema de agua potable del país. Solo demoler las estructuras abandonadas de Detroit podría costar alrededor de mil millones de dólares. La Autoridad de Vivienda Pública de Nueva York dice que enfrenta un déficit de 16,500 millones de dólares. A su vez, las necesidades de escuelas en las 50 ciudades más importantes de Estados Unidos costarían alrededor de 85,000 millones de dólares. Y así sigue la lista.
Una política nacional urbana nunca fue discutida a través de la campaña, a pesar de que ambas convenciones de los partidos se realizaron en ciudades post-industriales que están intentando levantarse, como Cleveland y Filadelfia. Un análisis de las condiciones fiscales en estos dos lugares confirmaron lo que se ha transformado en la normalidad: las ciudades están trabajando duro para intentar ser solventes día tras día, a pesar de tener poca asistencia o incluso problemas con el gobierno federal. La elección de Trump ciertamente añade un nuevo giro a la tortuosa historia de la relación entre las ciudades y el gobierno federal. Desde ya hace mucho tiempo que los políticos y autoridades electas han planteado una postura de dejar a las ciudades solas respecto a sus problemas, algo que es especialmente cierto en términos de financiamiento federal. Las ciudades dependen de sí mismas y deben recurrir a cosas como el impuesto a la propiedad para temas tan fundamentales como mantener su electricidad funcionando. En el documento La Revolución Metropolitana, Bruce Katz y Jennifer Bradley argumentaron que los alcaldes y líderes cívicos deben atacar los problemas económicos que “Washington no resolverá o no puede resolver”.
El presidente Obama fue descrito como el primer mandatario urbano en mucho tiempo y prometió una oficina dedicada a asuntos urbanos, la que nunca se transformó en algo relevante. El presupuesto del año fiscal 2017 entregó al Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos 48,900 millones en fondos a discreción y 11,300 millones de dólares de gastos obligatorios para diez años, principalmente en temas de vivienda.
Además, hubo asistencia técnica y fondos específicamente creados de parte de la asociación entre los organismos de Vivenda, Medioambiente y Transporte del gobierno federal, con iniciativas que incluyen el proyecto Sustainable Communities y los fondos TIGER. A principios de año, Vivienda lanzó la Guía de la Prosperidad ( Prosperity Playbook) la que apoya a las organizaciones sin fines de lucro para desarrollar prácticas de movilidad económica.
Una presidencia de Trump perfectamente podría borrar todo esto y comenzar de cero, cambiando las instituciones y los mecanismos de financiamiento ya existentes. Aunque no hay específicamente dicho que va a eliminar el Departamento de Vivienda, sí ha hablado de la Autoridad de Protección Medioambiental y el Departamento de Educación. A su vez, sí habló de disminuir la influencia de Vivienda en las comunidades locales, incluyendo la posibilidad de rescindir la regla de Vivienda Justa Afirmativa y disminuir el peso del gobierno federal en general. De hecho, un secretario de Vivienda es uno de los puestos que está notablemente ausente en la lista que el sitio Politico hizo de posibles personas para el gabinete de Trump.
Otro ítem que no se ve bien para las ciudades es el cambio climático, no solo en el rol de la innovación energética en las economías urbanas, pero los planes de las ciudades en todo el país para prepararse para los impactos innegables del calentamiento global, el creciente campo de la resilencia y la adaptación. Esta área es otro tema que costaría mucho dinero y requiere innovación en las finanzas de infraestructura.
Trump ha expresado dudas del cambio climático y ha prometido retirarse del acuerdo de París COP 21. La pregunta es si el presidente Trump podría un día aceptar los cambios que están sucediendo en el planeta y ayudar a las ciudades de la manera correspondiente.
En el día después, esta es otra pregunta que este mundo patas arriba podría o no responder en las próximas semanas y meses. Las ciudades el país solo podrán sentarse y esperar.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com