En fotos: Así sigue la vida al interior de las ciudades de Corea del Norte
Mientras el presidente Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-Un intercambian amenazas de aniquilación (y Trump se alista para visitar la península de Corea en Noviembre), los surcoreanos se encogen de hombros ante una potencial guerra contra sus vecinos.
En septiembre, NK News, un medio independiente con personal en Seúl y Washington DC, envió un fotógrafo al país asiático para que le tomara el pulso al impacto de las tensiones en la cotidianidad de Pyongyang y en otras ciudades más pequeñas. Al tiempo que el mundo se pregunta si Kim materializará su amenaza de realizar pruebas nucleares sobre el Océano Pacífico y que el presidente Trump socava las labores diplomáticas de su propio secretario de Estado, la vida en Corea del Norte parece seguir yendo como hasta antes de esta última escalada: lentamente, marcada por una decadente infraestructura y un desarrollo urbano que casi no parece del siglo XXI. Las fotos, compartidas exclusivamente con CityLab, también revelan la concomitancia de la más reciente propaganda antiestadounidense con estaciones de gasolina cerradas, algo que probablemente se deba a la escasez de combustible y las severas sanciones internacionales.
Pyongyang comenzó a introducir carriles para bicicletas por toda la ciudad en 2015, construyendo vías para los ciclistas sobre las aceras, de modo que compartieran la ruta con los peatones. Como muchas otras cosas en Corea del Norte, el trabajo de señalizar las calles es realizado a mano.
Ciclistas y peatones comparten una calle sin tráfico de cuatro ruedas en Kaesong, ubicada en el sur del país. Lejos de Pyongyang, el número de pedalistas aumenta mientras disminuye el número de autos. La élite monta bicis eléctricas importadas de China o Japón, cuyo precio ronda los 600 dólares.
Los residentes de un edificio en las afueras de Kaesong han colocado es solares en sus ventanas, un paliativo a los cortes esporádicos de la electricidad. La infraestructura energética norcoreana ha venido en declive desde los noventas del siglo pasado, cuando colapsó la Unión Soviética y cesó el entonces limitado suministro de combustible.
Unas niñas, en el metro de Pyongyang, visten pañoletas alegóricas al Partido Comunista, mientras hacen como si estudiaran. El sistema de trenes fue construido a más de 350 pies por debajo de la tierra y es, además, un refugio subterráneo nuclear.
Las famosas ‘señoritas del tránsito’ de Pyongyang realizan su faena portando sus particulares balizas de color anaranjado. Pese a que los semáforos no se implementaron en la urbe hasta 2009, estas jóvenes uniformadas han podido conservar su trabajo.
Tres jóvenes trabajadores-soldados se asoman a un balcón a medio terminar de un apartamento en la capital. Las construcciones en la dinastía norasiática son, a menudo, chapuceras, basadas en anticuadas técnicas de edificación y pobre hormigón armado.
Esta plaza de juegos sobre la costa Este de Corea del Norte está compuesto de canales, columpios incompletos y un cohete, además de un mural al fondo que representa una batalla entre dibujos animados. Las narrativas belicistas y la propaganda antiestadounidense son un componente esencial en la educación norcoreana.
Una camioneta sirve para el traslado de soldados, trabajadores y niños en su camino a Hamhung, la segunda ciudad más grande del país. Ante la ausencia de medios de transporte público oficiales, algunos empresarios satisfacen esa demanda.
En una sala de juegos de Wonsan, ciudad portuaria que da al Mar de Japón, un muchacho está absorto en un videojuego de guerra. Estos pasatiempos digitales son muy populares en el país, sobre todo los que promueven las armas de fuego y en los que, comúnmente, el es el único protagonista. “Hunting Yankee” (“Cazando al Yanqui”) es el nombre de uno de ellos.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com. Es una adaptación de una publicación de NK News y Korea Risk Group, el proveedor líder de información, noticias, análisis de riesgo y datos sobre Corea del Norte.