En Medellín, más de 3,000 mujeres se han beneficiado de una línea telefónica de 24 horas para detener la violencia doméstica
Julieth Avendaño Bedoya vive de cerca el problema de la violencia de género. Como psicóloga de la Línea 123 Mujer, de la Alcaldía de Medellín, su trabajo consiste en atender, de manera diferenciada, los casos de violencia contra la mujer que se registran en el número telefónico de emergencias de la ciudad.
Desde el año 2000, Medellín decidió dedicar un equipo de personas especializadas en violencia de género como parte de su línea de emergencias, la que recibe 10,000 llamadas al año por este tipo de temas. Se trata de una labor que empieza en el teléfono, pero que va mucho más allá, como sucedió con Estela, quien llevaba 40 años en un matrimonio en el que era víctima sobre todo de violencia psicológica. “Es un tipo de agresión de la que poco se habla, pero que es sumamente perjudicial y común”, explica Avendaño.
La línea telefónica de emergencias de la ciudad, que es istrada por la Policía Nacional colombiana, remite este tipo de solicitudes al proyecto 123 Mujer, donde se brinda asesoría psicológica y jurídica. Dependiendo del caso, y si la persona lo solicita, es acompañada para realizar trámites ante la fiscalía, una comisaría de familia o para garantizar que reciba asistencia médica. Como en muchas otras ocasiones, el agresor de Estela era su esposo. “También había soportado de él violencia sexual, incluso económica, porque no le dejaba trabajar; y patrimonial, porque ella no podía acceder a ciertos bienes”, dice Avendaño. “Aunque el señor era alcohólico y no la dejaba salir de casa, tenía hijos adultos que no estaban de acuerdo con que rompiera con la relación y su modelo de familia”.
Este no es un caso aislado en Colombia. Según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses de ese país, de los 48,849 casos de violencia contra la pareja registrados en el país durante el año 2014, un 85% corresponde a violencia contra la mujer (esto es, una tasa de casi 42 casos por cada 100,000 habitantes). El problema se da con una similar manera en otros lugares de América Latina. Según el informe sobre violencia contra la mujer de la Organización Panamericana de la Salud de 2014, un 53% de las bolivianas ha sufrido algún tipo de violencia por parte del compañero sentimental a lo largo de su vida. En países como Colombia, Perú y Ecuador la cifra oscila en un rango entre un 30% y un 40%.
Solo en el año 2014, el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL registró 1,678 asesinatos de mujeres en 17 países de la región. Y en Estados Unidos, un informe del CDC (Centros de Control y Prevención de Enfermedades) señala que alrededor de 4,800,000 mujeres soportan algún tipo de agresión física anualmente. Por esta razón, organizaciones como ONU Mujeres consideran que este es un fenómeno de escala global.
Una apuesta urbana por las mujeres
La línea telefónica de Medellín pretende contribuir a resolver esta deuda de la sociedad con el género femenino. En específico, en esta ciudad 4,835 mujeres fueron víctimas de violencia intrafamiliar en un solo año, según el XIV Informe Sobre la Situación de Violación de Derechos Humanos de las Mujeres 2015, de la Corporación Vamos Mujer . Sin embargo, los expertos asumen que los casos no contados son altos.
Desde enero hasta noviembre de 2016 en la línea 123 Mujer se han atendido a más de 3,400 mujeres, situaciones en las que se les acompaña y asesora de forma integral. Más allá de estos casos, la línea recibe aproximadamente 10,000 llamadas al año, como señalamos anteriormente, de las cuales la mitad no son de su competencia o deben ser atendidas en otra jurisdicción. Pero, a pesar de esto, quedan situaciones sin apoyo. “Un 40% de ellas no las podemos atender porque no damos abasto”, señala Carolina Herrera, coordinadora del programa.
Según Herrera, los momentos en los que más llamadas reciben son las festividades. “En las fechas especiales se presentan muchas llamadas, en parte asociadas al consumo de licor. También nos an en Navidad, el Día de la Madre o el Día de Amor y Amistad porque el amor está concebido desde una idea romántica, y si la mujer no se comporta como se piensa que se debe comportar, entonces hay consecuencias”, explica la autoridad.
La demanda ha sido tal que en 2015 la línea 123 Mujer amplió su horario de atención de 12 horas diarias a 24 horas toda la semana. “Solo con ese cambio tuvo un crecimiento de un 70% en las llamadas”, asegura Herrera. Para lograr responder a esta necesidad, también debió crecer el equipo. Actualmente está conformado por 13 personas, de las cuales ocho están en constante comunicación con la ciudadanía en la línea: cuatro de ellas son abogadas y cuatro psicólogas. También cuentan con profesionales en campo que apoyan las labores y el acompañamiento a las víctimas.
Sin embargo, la línea es solo una parte de todo el sistema. Gloria Luz Gómez Ochoa, secretaria de la Mujer de Medellín, afirma que la estrategia se articula con otras iniciativas como los Hogares de Acogida y los Centros de Equidad de Género (una iniciativa cofinanciada por el BID que pretende otorgar alternativas económicas a las mujeres). En los Hogares de Acogida, se acoge a mujeres que han sido amenazadas, o que se encuentran en peligro grave, hasta por seis semanas, en espacios que permanecen en secreto para resguardar su integridad. El programa incluye la alimentación, el alojamiento y un tiempo prudencial para pensar en nuevas alternativas de vida, incluso en otras ciudades.
Esta línea de emergencias también se articula con estrategias como el proyecto Ciudades Seguras para las Mujeres y las Niñas (apoyado ONU Mujeres) y el Consejo de Seguridad Pública para Mujeres, en el que se reúnen bimensualmente 25 organizaciones (entre ellas otras secretarías, Fiscalía, Procuraduría, Defensoría, Personería y ONGs, entre otras). Toda esta labor le ha valido a 123 Mujer reconocimientos como el recibido recientemente por el Premio Nacional de Alta Gerencia 2016, otorgado por el Gobierno Nacional de Colombia, y la atención del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entidad que realizó entre los años 2014 y 2015 una medición de impacto del programa con la intención de replicarlo en otros contextos. Según el BID, la estrategia ayudó a evitar un riesgo potencialmente mortal a un 19% de las mujeres que fueron atendidas en este periodo de tiempo.
“Con esto Medellín cumple con el artículo 20 de la ley 1257 de 2008 -de la legislación colombiana- en el que se reglamenta que todos los entes territoriales deben atender, con enfoque de género, las violencias contra las mujeres”, asegura Gómez. En total, los distintos componentes de esta labor cuestan alrededor de 840,000 dólares al año a la ciudad.
Para Silvia García Ángel, directora de la Corporación Mujeres que Crean, lo hecho en Medellín y en el departamento de Antioquia es rescatable, debido a que estos son uno de los pocos gobiernos locales que cuentan con secretarías de la mujer en Colombia. Sin embargo, asegura que los recursos que se destinan siempre son los más bajos de los presupuestos de los planes de desarrollo.
Además, dice que esto debe complementarse robusteciendo el aparato de justicia. “Tenemos unos jueces que aún mantienen sesgos culturales, incluso sexismos, que desestiman la violencia contra la mujer. Podemos hablar entonces de una violencia institucional”, dice García. Incluso, señala que la ciudad enfrenta grandes retos asociados a temas como el turismo. “Mostrar a Medellín como centro de la moda y de mujeres muy bonitas ha tenido sus consecuencias”, añade García. “Tras eso aparece el turismo sexual y su lado preocupante, la explotación sexual infantil, un fenómeno asociado a los combos y bandas criminales”. Sin embargo, García también destaca esfuerzos institucionales que poco a poco comienzan a favorecer a las mujeres, como la Casa de la Mujer de la seccional de Medicina Legal para Antioquia, o la Unidad Especializada para las Mujeres y Centro de Atención a Víctimas de Violencia Sexual de la Fiscalía local.
Dentro del equipo del 123 Mujer saben que todavía falta mucho por hacer. Se trabaja contra una tendencia que está enraizada en la sociedad latinoamericana, a la que se añade el contexto de armas y pandillas que ha existido en Medellín. “Se trata de una cultura mundial en la que tenemos un menor valor que los hombres. Y si no lo cumples, o para que lo cumplas, los mecanismos violentos son eficientes”, dice Julieth Avendaño.
Avendaño asegura que en el 123 Mujer no consideran como un proceso exitoso “la historia de la mujer que se libera de su verdugo”. Lo que intentan va más allá de eso y que, a pesar de ser obvio para algunos, no siempre es fácil de lograr: “lo que buscamos apoyar es la toma de decisiones, que entiendan que son ciudadanas sujeto de derechos, que pueden trabajar, pueden disponer de su dinero y que deben identificar cuándo son víctimas de violencia”.
Así ocurrió con Estela, quién demoró seis meses en volver a llamar, pero finalmente lo hizo. Ahora vive con una de sus hijas. “Cuando se escucha en una mujer un discurso en el que existe una naturalización de la violencia y después de 40 años, cambia su forma de pensar y toma la decisión de separarse, para mí es muy valioso”, señala la psicóloga.