Denunciantes de abuso sexual dentro de La Luz del Mundo exponen una cultura de encubrimiento
Incrédulos de todas las noticias que llegan del exterior, los de la iglesia La Luz del Mundo insisten en que su líder Naasón Joaquín García se declaró culpable de pederastia para evitar un juicio perverso. Su sentencia de casi 17 años de cárcel "es su sacrificio para redimir los pecados", dicen.
El antiguo guía espiritual del culto, Samuel Joaquín Flores, fue acusado en 1997 de abuso sexual de niñas y jóvenes de la institución. También fue defendido a capa y espada por sus seguidores. Hasta ahora hay más preguntas que respuestas sobre por qué el gobierno de México decidió no enjuiciarlo.
Seis mujeres entrevistadas por Univision Noticias aseguran que los Joaquín no son los únicos que han sido exonerados moralmente y aseguran que en la congregación permea una cultura de encubrimiento de los casos de agresión sexual y violencia doméstica.
Ellas dicen que denunciaron a sus abusadores, desde fieles hasta un sobrino de Naasón Joaquín, pero ministros y otros fieles les pidieron callar para no causarle “un dolor” al ‘Apóstol de Jesucristo’ y para no dañar la imagen de la iglesia.
Algunas de ellas aceptaron contar sus historias decepcionadas por la condena reducida que recibió Naasón Joaquín por un acuerdo con la Fiscalía de California que le quitó 16 de 19 cargos y lo salvó de una cadena perpetua. Les duele, dicen, que les cuenten una versión falsa a los feligreses.
La iglesia no respondió a una serie de preguntas que le envió este medio sobre cuántas denuncias por abuso sexual supuestamente cometidos por sus ha recibido la Comisión de Honor y Justicia (encargada de estos casos), qué castigos ha impuesto y si envió las quejas a las autoridades.
Julie Joaquín
Hasta que tenía 12 años, Julie Joaquín supo que ese hombre al que le decía tío y que veía en todas las fiestas familiares era Samuel Joaquín Flores, quien gobernó La Luz del Mundo durante cinco décadas.
“No sabía quiénes eran los Joaquín o qué era un ‘Apóstol’. Para mí era muy normal, crecí con esa enseñanza: estamos en esta iglesia, las mujeres usan falda larga y los hombres se sientan de aquel lado. A Samuel Joaquín lo veía como un tío, no como un ‘Apóstol’", comparte Julie.
Cuando tenía siete u ocho años, recuerda, su familia estaba reunida en un rancho en California y de pronto llegó ese hombre moreno y de sonrisa blanca, manejando un auto clásico, de los que tanto le gustaban. Los niños se alegraron al verlo. “Corrimos hacia él y lo abrazamos”.
Julie es nieta de Santiago Joaquín Flores, quien es hermano mayor de Samuel Joaquín y fue uno de los fundadores de la colonia Hermosa Provincia de Guadalajara, México, sede de la iglesia.
En esa época ella dice que cayó en las garras de un familiar, un hombre converso al culto que la abusó desde los 8 años y hasta que cumplió 11. Un día se lo contó a sus padres y siguieron el protocolo de la iglesia: antes de acudir a las autoridades, habla con tu pastor.
Visitaron al encargado del templo de San Diego, California, quien les pidió dejar el asunto en manos de Dios. “Lo hizo ver como si nada, como que no fue importante”, dice Julie Joaquín aún incrédula por lo que pasó.
Pero los padres acudieron a la Policía a interponer una denuncia. El agresor sexual acabó en la cárcel y lo deportaron. Jamás volvieron a saber de él. “Fue un trauma ese abuso”, lamenta la joven, quien hace 30 años nació en Los Ángeles.
Ese incidente, dice, le ayudó a entender el infierno que pasó su prima, una joven que era parte del harén de Naasón Joaquín García, quien es tío de ambas. La Fiscalía General de California la identifica con el pseudónimo de Jane Doe 4. Esa muchacha contó en la corte de Los Ángeles, en la audiencia condenatoria del pastor, cada uno de los abusos sexuales que sufrió a su lado.
Fue tan explícito su testimonio que Julie Joaquín no ha podido escucharlo completo.
En junio de 2019, cuando el líder de La Luz del Mundo fue arrestado en Los Ángeles, Julie Joaquín tenía otra mentalidad: pensaba que estaban cometiendo una gran injusticia. “No lo creía. Ese día mi corazón me palpitaba muy rápido. ¿Por qué, Dios? Te hacen ver que, si pensabas mal de él, te pasaría algo malo”.
Hasta ese momento lo recordaba como el tío alegre y risueño que se volvió “estricto” al quedarse al frente de un templo de San Diego, un cargo previo a su apostolado.
Todo dio un giro cuando vio en las redes sociales que alguien reveló que su prima era Jane Doe 4. Era el comienzo de una agresiva campaña de desprestigio, intimidación e incluso amenazas de muerte. “Me comuniqué con ella y me dijo que sí, pero que nadie la estaba apoyando… Yo le creí”.
Vinieron a sus recuerdos las palabras del pastor que le exigió guardar silencio, las acusaciones contra su tío Samuel Joaquín y el extraño comportamiento de su prima cuando era “asistente” de Naasón Joaquín.
“Era muy alegre, muy feliz, le gustaba cantar, era una persona de familia”, la recuerda antes del abuso.
La última vez que la vio en Guadalajara en 2018 su tristeza era evidente. “Ella llegaba a la casa, se bañaba rápido y se encerraba en el cuarto. Siempre andaba de mal humor, no sonreía, no tenía ánimos. No era ella. Pensábamos: ‘Pobrecita, está trabajando mucho’”.
Después de esa conversación con Jane Doe 4, Julie abandonó la iglesia y prácticamente toda su familia le dio la espalda, un desprecio típico de los fieles. Hasta en Facebook la bloquearon. “¿Por qué estás haciendo eso?”, le preguntó alguien. “Qué bueno que nunca te conocí”, le reprochó otro pariente.
“Es difícil salir para un Joaquín, porque te estás enfrentando contra los leones”, compara.
Julie Joaquín dice que ahora, desde afuera, entiende que La Luz del Mundo “es una secta”.
“Me da rabia porque muchos de mis tíos siguen defendiendo y adorando a este depredador sexual”, reclama. “Dicen que, si Jesucristo sufrió por nuestros pecados, por eso Naasón está en la cárcel”.
Norma Cabadas
“Entré a la iglesia a los 16 años; a los 17 me casé”. Así resume Norma Cabadas, originaria de Santa María, California, sus primeros años en La Luz del Mundo.
Su prometido tenía 23 años. Fue su primer novio. Sus papás y los dirigentes del templo al que acudía su familia aplicaron al pie de la letra una de las reglas más estrictas de la iglesia: las parejas de jóvenes solo se forman para contraer matrimonio. A ella le dijeron que, si no se casaba, “sería algo deshonroso”.
Fue un trámite complicado por tratarse de una menor. Todo para que el esposo se volviera manipulador, infiel y abusivo. La engañó con feligreses de La Luz del Mundo, golpeaba a sus hijos cuando se enojaban y amenazó con ponerle una pistola en la cabeza para matarla, relata ella.
“Me llegó a pegar enfermedades de transmisión sexual. Fue una vida muy triste”, asegura.
Buscó ayuda con su pastor, pero no le ayudó en nada. “Me decían que tenía que quedarme con ese hombre. Que, si mis hijos se perdían en el mundo, era por mi culpa”.
Le aconsejaban que orara todo el día para que Jehová resolviera sus problemas matrimoniales: “Es falta de consagración, de ayuno. Usted verá que Dios estará ahí”.
Un día las cosas empeoraron. Durante el pleito rompió una puerta y secuestró a uno de sus cuatro hijos. Ella llamó a la Policía y su esposo fue arrestado por violencia doméstica.
Su propio padre fue el más indignado por la separación de la pareja y le dejó de hablar cinco años. La comunicación se retomó hasta en 2021, cuando Norma Cabadas ya estaba fuera de la iglesia y a su padre lo habían desahuciado por un cáncer de pulmón.
José Cabadas, un inmigrante de Michoacán, tenía 68 años. Se convirtió a la religión siendo un adulto y bautizó a todos sus hijos. Cuando estos abandonaron el culto les dejó de hablar y hasta aseguró que había contraído cáncer como un castigo divino por dudar del ‘Apóstol de Jesucristo’.
“Mi papá se fue con eso: que Dios lo enfermó de cáncer para que les llamara la atención a sus hijos… Mi papá se fue y creía fielmente en este hombre y él hizo a un lado a sus hijos”, dice Cabadas refiriéndose a Naasón Joaquín. “Perdí cinco años de mi papá: navidades, cenas de Acción de Gracia...”.
Norma Cabadas recuerda con tristeza sus días en la iglesia: cuando su exesposo entregaba todo su cheque al templo, cuando entregaba donaciones privando a sus hijos de paseos, cuando vendía comida cada jueves para recaudar fondos y cuando trató de suicidarse al dejar la congregación porque sus hijos le decían que “era usada por el diablo”.
“Se te dice en la iglesia que si te vas no eres nada, que tus hijos no tendrán salvación. Es una carga muy fuerte, porque uno por los hijos da la vida”.
Al salirse de culto en 2019, su padre y varios fieles la reprendieron verbalmente por “blasfemar contra el ‘Varón de Dios’”.
Ella cuenta su historia porque, subraya, ya no le tiene miedo a la iglesia y quiere que no haya duda de su testimonio. “Mi familia se destruyó por el egoísmo de Naasón y de la iglesia”.
‘Luisa’
Desde algún lugar de Estados Unidos, ‘Luisa’ abre el baúl de sus peores recuerdos.
“Tenía 11 años cuando un miembro de la iglesia abusó de mí sexualmente”, denuncia esta joven, quien pide ocultar su nombre por temor a represalias.
Dos años después del incidente lo contó a sus papás y hablaron con el pastor del templo al que acudían. “Cuando te pasa algo (así) no vas a la policía, vas con el ministro y obedecerás lo que él diga”, explica.
Pero lo más traumatizante no fue repetirle su terrible experiencia al predicador, sino ser revictimizada frente al hombre que la abusó. “Me juntaron con mi agresor, mis padres y el ministro. Y dijo el ministro que estaba arrepentido, que tenía que perdonarlo y que jamás en la vida iba a contarlo”.
“Me dijeron: 'Tú lo vas a olvidar porque lo estás perdonando. Ni siquiera con tus padres vas a hablar de este asunto. Es que si esto se sabe va a ser un dolor muy grande para el ‘Siervo de Dios’'. Me hicieron callar”, recuerda ‘Luisa’.
Le exigieron algo más: bautizarse supuestamente para purificarse. Entonces tenía 13 años, faltaba un año para ser bautizada en una pila frente a la congregación. Pero adelantaron el sacramento para “limpiarla”.
“Te tienes que bautizar porque estás sucia. Tu cuerpo está sucio, manchado”, recuerda que le dijo el pastor. “Yo no tenía opción. Me bauticé, tuve que perdonarlo, entre comillas, porque jamás lo superé. Si me hubieran preguntado qué hubiera querido que se hiciera, hubiera dicho: ¡enciérrenlo!”.
El caso de ‘Luisa’ jamás se denunció en la policía y ella vivió con cierto rencor hacia sus padres porque obedecieron al ministro. El tema nunca se volvió a tocar en casa y el agresor sexual desapareció. “No supe si volvió a abusar de otros niños”, lamenta.
Su decepción final en la iglesia fue cuando se enteró de que Naasón Joaquín fue encarcelado por abusar de tres adolescentes y dos jóvenes. “Dije: 'Ya basta. Si encubrieron a un donnadie de la iglesia, cómo no van a encubrir al mero mero'”.
‘María’
Las primeras imágenes de su infancia son de oraciones en un templo de La Luz del Mundo. ‘María’, quien acepta hablar bajo la condición de mantener su nombre en anonimato, nació en el seno de una familia de feligreses de esta asociación evangélica gobernada por los Joaquín.
“Se nos enseñó que a Dios se le daba el diezmo, incluso nuestro tiempo, que tiene uno que escuchar 'La Palabra' constantemente. Siempre estábamos ahí”, relata.
Cuenta que en su niñez le decían ‘Papi Samuelito’ al líder del culto, Samuel Joaquín Flores. “Era una gran bendición que nos saludara, era una persona grandísima, muy especial para Dios. Lo más hermoso que te podía pasar era que el ‘Apóstol de Dios’ te diera una sonrisa. Pero no tenía idea de lo que pasaba”.
Con el paso del tiempo su familia se mudó a Estados Unidos y ella se involucró en todo lo que pudo en la iglesia: predicó en otra ciudad, vendió comida, cantó en el coro, limpió el templo, acudió todos los días a orar y siempre se vestía como se lo exigían: falda larga y blusa holgada; sin maquillaje, ni joyas.
Tenía 14 años cuando sucedió algo que marcó su vida. Un nieto de Samuel Joaquín llegó a su templo. Era un joven adulto, de 18 años, pero ya estaba casado. Él se las ingenió para frecuentar la casa de ‘María’ y comenzó a cortejarla en secreto. Ella cree que aprovechó su autoridad como miembro de la familia “real” en un hogar de fieles “de banca”.
“Era un invitado de honor, se le trataba como rey cuando llegaba. Lo invitábamos a comer, mi mamá le cortaba el cabello, les hacía jugo de naranja exprimido a mano. Un trato muy especial, con mucho respeto y amor”, describe.
‘María’ no había tenido novio y señala que la iglesia vincula la educación sexual con el diablo. Por eso la tomó por sorpresa que ese joven le llamara por teléfono para decirle que estaba “loco” por ella, que la pensaba mucho. “Todo me lo decía bañado de miel, pero yo no sabía cómo reaccionar. Recuerdo que cuando me llamaba me intimidaba, me ponía nerviosa, yo no sabía qué hacer”.
Una noche, él tocó la ventana de su recámara y le dio un beso, que sería un abuso sexual pues ella era menor. Todo escaló al día en que le pidió que se saliera de la escuela, la llevó en su coche a un parque y la violó, según ‘María’. “No creía lo que estaba pasando… Yo nunca hice preguntas, nomás lo obedecía. Mucho tiempo me cuestioné por qué nunca dije que no”.
Meses más tarde, ese nieto de Samuel Joaquín fue enviado a otro estado y ‘María’ calló el abuso.
Fue la esposa de un pastor quien le preguntó qué había sucedido, pero no dejó que concluyera su relato. “Me detuvo, me dijo: 'Ya, no me digas nada, no le cuentes a nadie. Esa fue tu intimidad con él y a nadie lo debes de contar. Los secretos de la familia del ‘Apóstol de Dios’ no se los contamos a nadie. No se lo vayas a decir ni a tu papá, ni a tu mamá, hermanos, amigos. Y si alguna vez te llegaras a casar nunca se lo digas a tu compañero'”, asegura que le dijo esa mujer.
Aunque era una víctima, en el templo le prohibieron cantar en el coro por haber cometido un “pecado” y no ser “pura”. Por muchos años, cada vez que su familia mencionaba a ese nieto de Samuel Joaquín, la herida emocional se abría. “Me iba al baño a llorar, todo en silencio. Aprendí a callarme todo”.
El caso de Naasón Joaquín removió ese trauma y una noche despertó llorando, dispuesta a salirse de la iglesia. “Me sentí violada, manipulada y me llenó de coraje, de dolor”.
‘María’ llevaba más de dos años en comunicación con Univision Noticias, pero finalmente aceptó contar su historia porque el castigo reducido que recibió Naasón Joaquín le parece injusto.
“Tenía mucho coraje de escuchar el llanto de las muchachas, porque no hay nada de compasión de los hacia ellas”, dijo refiriéndose a los testimonios de las cinco víctimas de Naasón Joaquín en la audiencia condenatoria el 8 de junio. “Fue indignante”.
Laura
Vive en Chile y se salió de La Luz del Mundo tras el arresto de Naasón Joaquín en 2019. Laura cuenta que tenía 14 años cuando un diácono de la congregación la acosó sexualmente “de manera feroz”: la besó por la fuerza, trató de llevársela a México y la amenazó para que no lo denunciara.
“Me dijo que estaba locamente enamorado de mí. Me empezó a hablar de puras cosas sexuales que quería hacerme (...) y llegó la ocasión en que me llamó a la Casa Pastoral estando solo y me besó por la fuerza”, relata Laura, quien pide no publicar su apellido.
Ese diácono, que entonces tenía unos 48 años, la esperaba afuera del colegio, la acompañaba en el bus, la seguía a la tienda, la espiaba afuera de su casa, le escribía cartas eróticas, le “espantaba” a los chicos que se le acercaban y la “desnudaba con la mirada” durante las oraciones en el templo.
“Me sentía muy intimidada por él, sentía miedo cada vez que me veía”, asegura. “Él me quería llevar a México, yo creo que quería entregarme a Samuel”.
Laura dice que envió fotos, cartas y correos electrónicos como pruebas a un órgano del culto llamado ‘Honor y Justicia’, que revisa las quejas contra jerarcas y de la iglesia. “Pero nadie hizo nada, ningún pastor, se taparon las cochinadas”, reclama.
El hombre al que acusa ahora tiene unos 68 años y ha sido pastor en México. Se desconoce si La Luz del Mundo revisó alguna vez la queja de Laura.
"Me da asco que aún se para delante del templo, llevando oraciones, después de todo lo que me dijo”, expresa enfadada. "Es un pedófilo, un demente, lo que me hizo a mí se lo puede hacer a cualquier niña".
Brenda Figueroa
En 2005, Brenda Figueroa se casó con Raúl Mascorro, hijo de un diácono de La Luz del Mundo en el estado de Minnesota. Seis años después se enteró que ese hombre que la enamoró y que se ganó el cariño de sus hijas llevándoles juguetes era un depredador infantil.
En noviembre de 2011 la llamaron de la escuela de su hija, entonces de 15 años, para revelarle que Mascorro la había estado abusando a ella y a su hermana menor, que tenía 13. Las adolescentes contaron que su padrastro se metía a su cuarto por las noches a manosearlas. Lo hizo durante seis años.
Los detectives encontraron videos y fotografías de los abusos que guardó Mascorro en su celular. A Figueroa le mostraron esas imágenes para corroborar la evidencia. Ella reconoció la cama de sus hijas, la decoración de su habitación y un anillo del abusador.
“Yo no lloraba, yo aullaba de dolor porque eran mis hijas”, relata con pesar. “Yo sentí como que alguien me pateó en el estómago, yo no esperaba que mi esposo violara a mis hijas, yo no esperaba que el hijo de un diacono tuviera esas inclinaciones”.
A la primera persona que se lo contó fue a su padre, quien solo golpeó la mesa y se quedó callado. Pero más tarde él y la madre de Figueroa le aconsejaron no denunciar. “Vinieron a mi casa, me tocaron la puerta y me dijeron: ‘Sshhhh, no digas nada a nadie’. Y me quedé sorprendida, porque ellos me ayudaron a criar a mis hijas. Yo trabajaba, yo tenía dos, tres trabajos la mayoría del año”.
Dice que incluso le advirtieron que si llevaba el caso a la policía dejarían de hablarle. “Me dijo mi mamá: ‘Olvídate, que tienes familia’. Fue entonces que yo les pedí que se retiraran. Sí, los corrí, y nunca más volví a hablar con ellos. Yo no los he mirado, ni he hablado con ellos desde noviembre de 2011. Tengo entendido que la señora ya murió, yo no estuve ahí en su lecho de muerte”.
Varios ministros de La Luz del Mundo le pidieron lo mismo, afirma Figueroa. “Me llamaron y me dijeron que ya habían hablado con el supervisor regional, con diferentes niveles, y que la orden para mí era que no tomara cartas en el asunto. O sea, 'No te preocupes, no es tu problema, déjaselo a Dios'. Así, como si nada; que no hiciera nada, que fue lo mismo que me dijeron mi papá y mi mamá, que no hiciera nada”.
Pero Figueroa no les hizo caso: presentó una denuncia en la policía. Luego abandonó la iglesia. “Me hice fuerte, me tuve que hacer fuerte porque yo perdí todo, todo mi apoyo, el único apoyo… Perdí a mi papá, a mi mamá, a mis hermanos, a mis hermanas; y pues también mis hijas perdieron todo, todo el entorno familiar que ellas conocían”, lamenta.
“Saqué fuerzas de donde pude, me convertí en su todo, porque yo no dejé de trabajar, las niñas necesitaban psicoterapia, ir al doctor; yo tenía que poder apoyar y pagar todo lo que ellas necesitaran”.
Durante el proceso penal, varios de La Luz del Mundo acudieron vestidos de blanco a la corte para apoyar a Mascorro, así como lo hicieron en el caso de Naasón Joaquín en Los Ángeles.
Mascorro se declaró culpable y lo sentenciaron a 12 años de cárcel por los abusos a sus hijastras.
Hace unos años, cuando ya estaba en una cárcel de Los Ángeles, Naasón Joaquín ascendió al padre de Mascorro, de diácono a pastor.
“Esta situación de abusos sexuales contra menores es lo común, es el pan de cada día de ellos. Lo que pasa es que ahí no dicen nada, no tienen permiso, no se les permite tomar cartas en el asunto a los abusados, a las víctimas, a las madres… Se les tiene condicionado a que hay que obedecer, es mejor obedecer y la orden es no involucres a las autoridades, no le des una tristeza al ‘Varón de Dios’ y así manipulan a las personas, a las víctimas”, señala Figueroa.
“Ese es un patrón que sucede en esa iglesia y viene de arriba hacia abajo”, dice.