La comida que llega a Venezuela y casi nadie puede comprar

CARACAS, Venezuela.- En Venezuela no se consigue arroz, azúcar ni aceite de producción nacional, pero sí arroz aromático traído de la India, productos de limpieza de Turquía, y mantequilla de maní y chocolates M&M de Estados Unidos. La llegada de una gran cantidad de bienes importados a los anaqueles de muchos comercios ayuda a disfrazar la fuerte escasez que agobia a este país desde hace tres años, pero generalmente esos alimentos están fuera del alcance del bolsillo de los venezolanos.
En algunos establecimientos hay una gran cantidad de golosinas, alimentos exóticos y productos de aseo personal y de limpieza comprados en el exterior. Son desconocidos para la mayoría de los consumidores locales, que no han probado su sabor ni conocen su preparación. Y su precio los convierte en algo imposible de adquirir para los trabajadores que reciben un salario mínimo y prohibitivos para los profesionales de clase media. Un frasco de mantequilla de maní puede llegar a costar 20,000 bolívares, lo que equivale a 6.6 días de salario integral, mientras que un arroz aromatizado Basmati traído de la India por 49,500 bolívares equivale a 16.3 días de salario.
“Solo vine a ver los precios, es lo único que uno puede hacer”, comenta Elías Pino Iturrieta, conocido historiador venezolano, que en sus escritos ha comparado la escasez que ahora vive Venezuela con la que vivió en Chile en tiempos de Salvador Allende. “Mucha gente se pregunta, ¿cómo hace un maestro de escuela para comprar una Nutella?”, dice mientras recorre los pasillos de un establecimiento en Caracas.
Pero la poca variedad y la dificultad de conseguir, por ejemplo, leche líquida y en polvo, café, aceite de maíz o la harina de maíz y trigo utilizada para elaborar los principales platos venezolanos como la arepa, ha forzado a algunos venezolanos a ahorrar para adquirirlos. Algunos vendedores dicen que a veces la compra de un solo producto la hacen entre varios.
“Hay gente que sí compra los productos aunque estén caros, pero son más los que vienen a ver qué hay, que a comprar”, afirma un empleado de la tienda Cine Cittá ubicada en la capital del país.
Los altos precios de estos productos resultan de las importaciones que se realizan a dólar libre o paralelo, que en la actualidad supera 400 veces al tipo de cambio oficial (10 bolívares por dólar) que estableció el gobierno para los productos de primera necesidad. De acuerdo a la información suministrada por la página web DolarToday, el dólar no oficial se ha llegado a cotizar en 4,200 bolívares.
La entrada al país de estos productos a precios exorbitantes es una de las distorsiones de la economía venezolana, apuntalada por la alta inflación que hace que cada 15 días se registre un incremento en los precios, y por la escasez de bienes y de dinero en efectivo.
Esto ultimo obligó al gobierno a tener que emitir billetes de más alta denominación esta semana. A partir del próximo 15 de diciembre, el billete de más alta denominación será el de 20.000 bolívares fuertes, con un valor 200 veces superior más que el actual billete más alto en el país que es de 100 bolívares.
Una medida paradójica
La llegada de productos extranjeros a Venezuela es más fluida desde que el gobierno de Nicolás Maduro permitió a algunos empresarios hace unos meses importar bienes y alimentos con divisas propias para mostrar una mejora del abastecimiento en el país.
Además, los gobernadores de los estados fronterizos Táchira y Zulia llevaron a cabo un plan para permitir las compras de productos extranjeros a precio internacional. Eso facilitó la llegada de productos de Colombia y Brasil.
La paradoja de estas medidas es observar, por ejemplo, en los anaqueles del estado Zulia un paquete de harina de maíz marca PAN traída de la nación colombiana, pero fabricada por Polar, la más importante industria venezolana. Así mientras en Venezuela escasea el producto usado para cocinar la tradicional arepa, el mismo se importa desde Colombia y se vende a un precio muy por encima del fijado por el gobierno.
Además, según los analistas, esto se aleja de la férrea política de control de precios y de cambio que el gobierno chavista mantiene desde el año 2003. La norma parece haberse relajado pero aún persisten las leyes que los regulan y estas importaciones a dólar libre podrían estar cometiendo un ilícito cambiario, agregan.
La compra de productos importados con divisas propias “está ocurriendo, tolerado por el gobierno, aunque exista control de cambio. La medida da prioridad al abastecimiento a cualquier costo y sin controlar la inflación”, apunta el economista y profesor universitario, Orlando Ochoa.
Según Ochoa, al importar a dólar paralelo, los comerciantes calculan el precio de venta a costo de reposición de las divisas, lo que presiona más al alza de los precios en un año en que la inflación se prevé que cierre a una cifra jamás vista en la historia económica del país (un 700%).
Por otra parte, el sector productivo se ha quejado porque la entrada de importaciones masivas va en detrimento de la ya golpeada producción venezolana. Juan Pablo Olalquiaga, presidente de Conindustria (gremio que une a los industriales del país), alertó que solo una pequeña parte de la población tiene a estos bienes.
En ese sentido, recordó que 65% de la población económicamente activa gana salario mínimo, lo que equivale a 5 millones de venezolanos; el ingreso es el mismo para casi 3 millones de pensionados.
Además recalcó que la medida resulta ser perjudicial para el sector productivo. “Esto es malo para la economía venezolana”, afirma, pues al tener más productos extranjeros e importar productos terminados no se está generando valor agregado a la economía. “El agroproductor ha dicho que por cada dólar que se le asigna al importador, puede producir 5 dólares en productos terminados. Y eso es extensivo a toda la industria”, añade.
Pero la entrada de productos importados no solo la lleva a cabo el sector privado. El gobierno del Distrito Capital (Caracas) llevó a cabo un plan de abastecimiento complementario para la llegada de bienes de primera necesidad. Y en los puertos venezolanos se observa el ingreso de mercancía de productos provenientes de Brasil, los cuales muchos de ellos se comenzaron a vender en los comercios de abastecimiento de la red pública a precios mayores a los regulados.
Por ejemplo, en la red de comercio público Pdval en la calle Bolívar de la parroquia Catia de Caracas se pudo observar la venta de arroz y azúcar brasileños cuyos costos excedían los precios de los nacionales sujetos a control en 6.674% y 1.233%, respectivamente. El caso más relevante es el de la pasta alimenticia de trigo cuyo precio superaba 13.233% del fijado por el gobierno.
A pesar de todas estas estrategias para mejorar el abastecimiento, en el país aún se pueden observar largas colas fuera de los comercios y anaqueles vacíos sin los principales alimentos que forman parte de la dieta del venezolano.
Y mientras el gobierno se hace de la vista gorda ante estos precios desproporcionados en algunos negocios, a pequeños comerciantes se les obliga a bajar en un 30% los precios de manera arbitraria acusándolos de especuladores.