¿Y si el problema no es tu trabajo, sino cómo te estás relacionando con él?

Hace algunos años tomé una decisión que había soñado durante mucho tiempo: renunciar al mundo corporativo y dedicarme por completo a lo que me apasiona — acompañar a personas a que transformen su relación con el trabajo, ayudándolas, al mismo tiempo, a reconectar con su propósito, su poder personal y su autenticidad.
Estaba convencida de que, al dejar atrás las luchas de poder, los jefes difíciles y los ambientes tensos, por fin iba a sentir libertad. Pero algo que no esperaba ocurrió.
El mismo vacío… en un lugar diferente
Al poco tiempo de comenzar mi emprendimiento, me encontré con otro tipo de incomodidad. Ya no era el entorno externo el que me desgastaba, sino mi diálogo interno. La comparación con otras mentoras, la presión por “vender ya”, el miedo a no estar haciendo lo suficiente, a que mis clientes no me compraran… Todo eso empezó a pesarme.
Un día me di cuenta de que estaba sintiéndome exactamente igual o incluso peor que en mi último trabajo corporativo: con ansiedad, con culpa, con un nudo en el pecho al empezar el día. Y eso fue un despertar brutal.
Ahí entendí que el problema no era lo que hacía, ni con quién lo hacía. Era cómo me estaba relacionando con esa actividad que me genera ingresos: llámalo trabajo, emprendimiento o como quieras ponerle.
No era el trabajo. Era yo.
Ese “darme cuenta” me cambió la vida. Me di cuenta de que podemos cambiar de entorno, de jefe, de cargo… incluso perseguir nuestros sueños… y aun así seguir sintiendo desconexión, vacío o insatisfacción. De ahí nació mi deseo de acompañar a las personas a transformar su relación con el trabajo y aportar a las personas para que puedan tener una salud mental satisfactoria.
¿Por qué?
Porque arrastramos con nosotros una forma de trabajar que se construyó sobre heridas emocionales, expectativas ajenas y viejos patrones de sacrificio. Todo esto es lo que constituye tu salud mental y puede ser que tu pasado sea un gran potenciador o un obstáculo.
Yo misma había convertido mi pasión en una fuente de ansiedad. Porque no había aprendido a trabajar desde la paz, desde la confianza, desde el gozo.
¿Te ha pasado?
¿Has cambiado de trabajo esperando alivio y al poco tiempo vuelves a sentirte igual?
¿Has dicho: “este es el trabajo que quería”... pero no te sientes bien tampoco?
¿Sientes que el domingo por la tarde ya estás en modo “angustia”?
Si algo de eso te suena familiar, quiero decirte algo importante: puedes transformar todo eso que te pasa cuando miras hacia adentro, te haces cargo de tu salud mental y te das cuenta que no es afuera donde hay que hacer los cambios.
No necesitas cambiar de trabajo. Necesitas cambiar de relación.
Acompaño a personas que, como tú y como yo, han tenido éxito en su carrera, pero han perdido conexión con su propósito, su energía y su alegría. Y juntas trabajamos no para escapar del trabajo, sino para transformar la forma en que se relacionan con él.
Trabajo con heridas emocionales, con el ego, con el cuerpo, con el adolescente interior, con niña y niño interior… para que a la persona que se sienta cada mañana frente al computador no se le atraviese el miedo o la vergüenza, sino que se convierta en una persona que está presente, es segura de sí misma y tiene una salud mental maravillosa.
No necesitas más fuerza. Necesitas reconexión.
No necesitas otro jefe. Necesitas otra forma de valorarte.
¿Y ahora?
Hoy trabajo con personas que desean vivir su trabajo como un lugar de expansión y no de desgaste. Porque el trabajo ocupa un tercio de tu vida. No puede ser solo obligación o sobrevivencia.
Si tú también sientes que algo tiene que cambiar —pero sabes que no es solo “afuera”— te invito a que empieces a mirar hacia adentro, que empieces a priorizar tu salud mental como una de los aspectos de ti que más atención merece.
Ahí fue donde yo encontré mi paz. Y ahí es donde comienza tu verdadero cambio.
¿Qué puedes hacer?
- Observa si la forma en que trabajas se parece más a un lugar en el que te sientes con limitaciones o si por el contrario te expande.
- Pregúntate:
- ¿estoy trabajando desde la plenitud o desde la carencia?
- ¿este trabajo impacta positivamente mi salud mental o todo lo contrario?
- Si tus respuestas te sorprenden, es hora de priorizar como te estás sintiendo y probablemente de iniciar cambios lo antes posible.
Porque mereces vivir el trabajo con libertad, gozo y gratitud. No como un castigo, sino como un acto de gozo y disfrute diario.