La generación del 'yo no me dejo': los jóvenes en el corazón de las protestas que provocaron la renuncia de Rosselló

Crédito: Joe Raedle/Getty Images
SAN JUAN, Puerto Rico.- Para Aliana Bigio fue suficiente con leer las primeras páginas del chat que desencadenó manifestaciones sin tregua en Puerto Rico. No necesitó más. La joven cuenta que rápidamente imprimió la veintena de páginas publicadas ese 11 de julio –que comenzaron a desnudar cómo el ahora renunciante Ricardo Rosselló gobernaba tras bastidores junto a un equipo cercano conformado únicamente por hombres– las colocó en un folder y se apostó con él frente a la mansión ejecutiva en el Viejo San Juan.
Su objetivo, y el del puñado de jóvenes que la acompañó, era que la mayor cantidad de personas posible conociese el chat en una isla donde, hasta este verano, algunos tomaban las acusaciones que involucran a políticos como un escándalo más.
“Muchos puertorriqueños que estaban turisteando en el Viejo San Juan cogieron la carpeta y leyeron el chat frente a nuestros ojos. No lo podían creer, y eso para mí fue bien importante porque dije: ‘Este es tu primer encuentro con lo que va a ser un cambio para Puerto Rico’”, recuerda la estudiante de 21 años.
Cuando dos días después el Centro de Periodismo Investigativo publicó las 889 páginas que obtuvo del chat, Bigio supo que no había vuelta atrás. “Ya no eran palabras soeces, relajo (bromas); era corrupción, era que tenían a un cabildero en ese chat ofreciéndole información confidencial, eran demasiadas cosas…”
La rapidez de Bigio gestando una protesta pacífica en el lugar que posteriormente se convirtió en el epicentro de las manifestaciones ayuda a entender las razones que mueven a los jóvenes que estuvieron en el corazón de la ‘revolución del verano de 2019’ en Puerto Rico. Muchachos de 15, 16 años hasta adultos jóvenes de 29 al ubicarlos, sin rigurosidad, en un rango de edad.
Bautizados en una canción de Bad Bunny, Residente e iLé como la generación del ‘yo no me dejo’: Ya no nos coges de pendejo/ Eres un corrupto que de corrupto coge consejos/ Arranca pal’ carajo y vete lejos/ Y denle la bienvenida a la generación del ‘yo no me dejo’, dice una de las estrofas de ‘Afilando los cuchillos’.
Herederos de un “desmadre”
Son jóvenes que crecieron en medio de una debacle económica y fiscal escuchando acusaciones de corrupción al más alto nivel en diferentes gobiernos de los dos partidos que históricamente se han alternado el poder. De ahí nace, también, su desapego de los políticos tradicionales.
“No conocemos otra cosa que no sea este desmadre que nos han dejado”, explica Bigio, quien también es fundadora del proyecto digital CON (Sentimiento).
La memoria de estos jóvenes, como mucho, puede remontarse al gobierno de Pedro Rosselló, padre de Ricardo Rosselló, que concluyó en el 2000. En esa istración fueron arrestados cerca de 40 funcionarios por presunta corrupción. Su secretario de Educación, Víctor Fajardo, y su exdirector de campaña, René Vázquez Botet, purgaron condena en cárceles federales.
Es más probable que recuerden cuando, años después, el exgobernador del Partido Popular Democrático Aníbal Acevedo Vilá fue acusado y posteriormente absuelto de fraude financiero en su campaña electoral.
Y, hace apenas dos semanas, al inicio de la crisis política que puso fin al gobierno de Rosselló, amanecieron con el arresto de su exsecretaria de Educación –hecho que evocó a lo ocurrido en la istración de su padre– Julia Keleher, y de la exdirectora de la istración de Seguros de Salud, que maneja miles de millones de dólares de los fondos de Medicaid, Ángela Ávila.
“La política siempre ha sido bipartidista y corrupta, algunos gobiernos más que otros, pero desde que tengo criterio propio no ha habido transparencia para el pueblo”, dijo Yanitza (que prefirió no dar su apellido) sentada en uno de los enormes bloques de cemento que colocó la policía para impedir el paso hacia La Fortaleza. Por eso son jóvenes sin lealtad a los partidos y mucho menos a las figuras que los lideran.
Con el mapa de Puerto Rico tatuado en un brazo, la joven de 25 años hizo hincapié en que es parte de una generación nacida y criada en la precariedad. “Estamos en una crisis que lleva desde 2006, y cada vez más se siente y se profundiza; y es mi generación la que está sufriendo las consecuencias”, se lamentó.
La situación fiscal de la isla cayó por un precipicio en medio de una recesión económica que se ha extendido por más de una década. En una seguidilla de decisiones cuestionables, diferentes gobiernos empinaron la deuda local sobre los 70,000 millones de dólares. Esto hizo que Washington impusiera en 2016 una junta para controlar las finanzas locales y poner en marcha medidas de austeridad repudiadas por buena parte de los puertorriqueños.
En el último par de años fueron cerradas decenas de escuelas públicas y se puso bajo la lupa las pensiones de empleados gubernamentales. Por eso, ver a la exsecretaria de Educación involucrada en un presunto esquema para defraudar a las autoridades de Estados Unidos y a la exdirectora de una oficina crucial para el seguro de salud de los más pobres desfilar esposada con agentes del FBI enfureció a la isla a mediados de julio.
Apenas días después, las 889 páginas del chat fueron la gota que colmó el vaso.
Leer cómo el gobernador pidió a su equipo “caerle encima a esta puta” en referencia a la exconcejal municipal de Nueva York Melissa Mark-Viverito y compartió información del gobierno con un cabildero amigo suyo (Elías Sánchez, que previamente fue su director de campaña); y cómo el principal funcionario financiero de su istración habló con frialdad de los cientos de cadáveres que se acumularon en ciencias forenses tras el azote del huracán María en el 2017 fue más de lo que los puertorriqueños pudieron tolerar.
Una generación educada y sin miedo
Jóvenes, como Bigio, fueron los primeros en salir a las calles.
Convocaron por Twitter, Instagram, WhatsApp… en un llamado que fue creciendo de forma orgánica hasta llegar a artistas como Ricky Martin, René Pérez ‘Residente’ y Benito Martínez ‘Bad Bunny’. Los tres, junto a una veintena de artistas reconocidos localmente, estuvieron en dos manifestaciones históricas en Puerto Rico. En la última, casi medio millón de personas abarrotaron una de las principales vías de la capital, el Expreso Las Américas, superando la protesta que en el 2000 pidió la salida de la Marina estadounidense de la isla Vieques.
“Fue todo fearless, sin miedo. Mucha gente no entiende cómo es que no hubo una organización o partido que organizara todo esto. Creo que nosotros somos una generación que es de las generaciones más educadas de Puerto Rico, pero tenemos las menos oportunidades para salir adelante”, dijo Bigio.
“Por eso salieron todos, los músicos, los artistas… Recuerdo que en una de las manifestaciones estuve llorando todo el tiempo. Todos los días me sorprendía. Nunca di por sentado que esto iba a ocurrir en esta magnitud”, agregó emocionada.
Aún sin alguien o una organización que se encargara totalmente de planificar las manifestaciones más masivas, todo encajó como las piezas de un rompecabezas. Aparecieron paramédicos, camiones con parlantes para el sonido y para movilizar a los artistas, pequeños empresarios que regalaron comida y hasta hielo para soportar el calor.
El entusiasmo de estos jóvenes fue también el motor que dio vida a las manifestaciones día tras día, noche tras noche, en el Viejo San Juan. Hasta que el pasado miércoles, Rosselló tiró la toalla y anunció al filo de la medianoche que dejará el cargo el 2 de agosto a las 5:00 de la tarde.
Ese día, una “nena de 15 años” –como ella se describe– con un arete forrado con una foto de Bad Bunny tomó, cual líder político, el micrófono en medio del abrasador calor para agradecer el apoyo que recibió la gesta juvenil.
“El pueblo es el que manda, esto es una democracia, y nosotros decimos que Ricky se tiene que ir, así que se tiene que ir, porque sino se convierte en una dictadura”, dijo con firmeza. Y, en una velada advertencia a quien suceda a Rosselló en la gobernación, sentenció luego: “Esto no termina aquí”.
Porque como canta Bad Bunny: “Denle la bienvenida a la generación del 'yo no me dejo'”.