El que fue un balneario apacible al norte de Rio de Janeiro (Brasil), hoy es un escenario apocalíptico, con casas arrasadas por la erosión del implacable avance del mar. Una crisis que se ve agudizada por el calentamiento global.
En la foto, Raissa Boamorte y su hija en lo que fue su casa de playa de Atafona, en Sao Joao da Barra.
Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
En la foto, Raissa Boamorte y su hija en lo que fue su casa de playa de Atafona, en Sao Joao da Barra.
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Peixoto muestra cómo sucumbió la última vivienda que separaba la suya del mar. "¿Cuándo tendremos que salir (de nuestra casa)? Es una incógnita, el mar avanzó de tres a cuatro metros (10 a 13 pies) en 15 días, nuestro muro puede no estar aquí la próxima semana", el empresario le dice a la agencia AFP.
Peixoto se mudó a Atafona junto a su familia durante la pandemia. "Será una pena perder esta casa, que guarda los recuerdos de mi familia entera, mis padres, hermanas... todos veníamos aquí", lamenta. Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
Peixoto se mudó a Atafona junto a su familia durante la pandemia. "Será una pena perder esta casa, que guarda los recuerdos de mi familia entera, mis padres, hermanas... todos veníamos aquí", lamenta. Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
La erosión extrema coloca a Atafona entre el 4% del litoral mundial donde el mar consume más de cinco metros por año. El fenómeno se ha agudizado ahora por el cambio climático, con la "subida del nivel del mar" a largo plazo y "a corto y medio plazo... y los periodos prolongados de lluvias y sequías", explica el geólogo Eduardo Bulhoes, de la Universidad Federal Fluminense.
En la imagen, los buitres merodean en la arena, entre escombros de las últimas casas destruidas por el mar, en una playa regada por troncos y peces muertos.
Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
En la imagen, los buitres merodean en la arena, entre escombros de las últimas casas destruidas por el mar, en una playa regada por troncos y peces muertos.
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Los restos de una casa en Atafona. El balneario sufre un "problema crónico" desde hace décadas. "El uso que el hombre hizo del río Paraíba do Sul (uno de los principales del sudeste de Brasil) en los últimos 40 años redujo drásticamente el volumen de sus aguas y su capacidad de transportar arena hacia la desembocadura", explica Bulhoes, enumerando actividades como la minería y los desvíos para la agricultura.
Con este "déficit" de sedimentos, la playa no se reabastece naturalmente y va cediendo ante el avance del mar.
Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
Con este "déficit" de sedimentos, la playa no se reabastece naturalmente y va cediendo ante el avance del mar.
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La reducción del caudal del río ha afectado también a los pescadores. "Los barcos grandes ya no pasan por el delta del río (...) y el dinero se va", dice a la AFP Elialdo Bastos Meirelles, que preside una colonia de pescadores de unos 600 . "El río está muerto", asegura.
Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
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Al 'abuso' del río se suma la construcción de casas en la costa, que elimina la primera línea de defensa natural: las dunas de arena y la vegetación. Sin esa protección, el mar fue mordiendo la superficie, dejando un cementerio sumergido de escombros y estructuras que tornó peligroso cualquier chapuzón y ahuyentó a los turistas.
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Al menos tres propuestas fueron presentadas a la Alcaldía para frenar la erosión, que incluyen la construcción de escolleras o diques rompeolas para disminuir la fuerza del mar.
Hombres pescan cerca de la playa llena de buitres y un cartel que dice "área inapropiada para bañarse", en Atafona.
Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
Hombres pescan cerca de la playa llena de buitres y un cartel que dice "área inapropiada para bañarse", en Atafona.
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También propusieron la recuperación artificial de la playa transportando arena desde el fondo del delta del río. Esta propuesta, formulada por el geólogo Bulhoes, se inspira en modelos de países como Holanda, España o EEUU y se propone "construir junto con la naturaleza, utilizando su fuerza para recomponer el sistema de la playa". Pero por ahora no ha salido nada del papel. Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
Sonia Terra Ferreira muestra los escombros de un edificio desde su balcón. Ella todavía está entre quienes guardan esperanzas. Esta jubilada de 77 es dueña de una imponente casa de dos pisos, que debió abandonar cuando el agua empezó a carcomer su muro trasero, en 2019.
Viuda, se mudó a un apartamento minúsculo que construyó en su propio terreno, a la espera de una solución. Cuando llegue, "pintaré la casa de nuevo y volveré a vivir aquí", dice. Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
Viuda, se mudó a un apartamento minúsculo que construyó en su propio terreno, a la espera de una solución. Cuando llegue, "pintaré la casa de nuevo y volveré a vivir aquí", dice. Crédito: MAURO PIMENTEL/AFP via Getty Images
Visitamos pueblos de Honduras y México, donde casas, comercios y calles enteras están desapareciendo como consecuencia del calentamiento global. Más noticias aquí.