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Obama en Cuba

El efecto de Obama en Cuba: ¿ha cambiado algo?

Seis meses después de que el presidente de Estados Unidos visitara la isla, los cubanos aún no se ponen de acuerdo sobre su impacto. Se ha estancado un programa de reformas del gobierno, mientras que los ansiosos residentes rezan por una invasión de turistas.
23 Sep 2016 – 11:56 AM EDT
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LA HABANA, Cuba.- Durante su visita en marzo a Cuba, la primera dama de Estados Unidos Michelle Obama llevó a sus hijas a almorzar en uno de los restaurantes privados cada vez más populares de La Habana. Eligió el paladar Atelier en una tranquila calle llena de baches en el barrio del Vedado y el reconocimiento para el lugar no tuvo precio.

Fue una gran sorpresa para nosotros. Estaba en todos los medios de comunicación y en Internet y nuestra clientela ha aumentado", afirma Alexander Vega, portero del Atelier.

"Pero más que eso fue un símbolo de esperanza para todo el pueblo cubano (...) Llevamos mucho tiempo oyendo sobre los cambios, pero mucha gente lo dudaba. Cuando llegó, nos dimos cuenta de que era algo serio", afirma el hombre de 42 años.
Pero mientras Atelier y otros sitios agraciados con la presencia de la familia Obama han visto su auge tras la visita, la mayoría de los cubanos no se ponen de acuerdo sobre el impacto real de la primera visita oficial a la isla de un presidente estadounidense en 80 años.

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Seis meses después, la mayoría de los cubanos todavía está esperando algún beneficio concreto del histórico viaje presidencial que incluyó dos discursos de Obama alentando a los líderes comunistas cubanos a permitir más libertad para un incipiente sector privado, incluyendo los restaurantes privados, conocidos como 'paladares', la artesanal industria cubana de restaurantes, que en su mayoría se establecen en viviendas familiares.

Además del sector turístico, las corporaciones estadounidenses que buscan invertir en Cuba han tenido magras ganancias.

Aunque ya se ha apagado un poco la emoción del momento, muchos cubanos todavía se refieren a la visita con optimismo como un momento decisivo que al menos marcó una mejoría irreversible en las relaciones entre ambos países, antiguos enemigos de la Guerra Fría divididos solamente por una estrecha franja de mar.

A medida que los turistas estadounidenses bajaban recientemente de un crucero procedente de Miami, mujeres cubanas ataviadas con coloridos vestidos tradicionales de rumberas los cubrían de besos. Se tomaron fotos y se intercambiaron unos cuantos dólares, una escena impensable unos pocos meses atrás.

Yureidys Rodríguez, de 40 años, saluda a los turistas en una plaza de la Habana Vieja con un pregón practicado en un inglés curiosamente acentuado. "¡Muñecas cubanas, blancas y negras!"

Sus muñecas multiraciales hechas a mano, que fabrica en casa junto con su tía, son un éxito gracias al flujo constante de turistas que pasean por la plaza, una visita obligatoria en el distrito colonial de la Habana Vieja. La mayor parte de ellos provienen de Europa o América Latina, pero Rodríguez dice que cada vez llegan más y más estadounidenses. "Nos gustaría ver muchos más. Eso es lo que todos esperamos", dijo.

No hay duda después de la visita de Obama que Cuba ha vuelto su mirada hacia Estados Unidos como un salvavidas para su economía. Parecería que Cuba no tiene más remedio mientras Venezuela se sume cada vez más en el caos, poniendo en duda una alianza política de casi dos décadas que garantizaba petróleo barato y abundante, y aproximadamente $2 mil millones en ingresos por la venta de servicios médicos y educativos cubanos.

Pero para muchos cubanos, los cambios tan deseados tardan mucho en llegar. "Pensamos que llegarían rápidamente y hasta ahora no hemos visto ningún cambio", afirma Yosel Betancourt, un conductor de bicitaxi de 37 años, vestido con una camiseta y pantalones. El hombre está a la caza de clientes para ofrecerles un paseo por el Parque Central de La Habana donde Obama dio una conferencia magistral el 22 de marzo.

"Al final del día, lo que la gente necesita es que las puertas que están cerradas se abran para que las personas puedan tener una vida mejor. Eso es lo que queremos", afirma Betancourt, quien lamenta no tener dinero para comprar una mochila y una botella de agua para el nuevo curso escolar de su hija.

Durante esta época del año, el implacable calor y humedad de La Habana, sólo interrumpidos por tormentas torrenciales, son siempre una prueba de paciencia para la necesitada población que en su mayoría no dispone de aire acondicionado. Según el dicho popular, en Cuba sólo hay dos estaciones: "el verano y el infierno", comenta un funcionario cubano mientras saborea una refrescante limonada frappé.

Septiembre es el infierno. Los apagones en julio causaron pánico y el temor de que el país estaba a punto de sumirse nuevamente en otro famoso "Período Especial" similar al de la década de 1990, cuando el colapso económico de su viejo aliado, la antigua Unión Soviética, sumió a Cuba en un período de grave escasez.

El presidente Raúl Castro se apresuró a tranquilizar a los cubanos alegando que, si bien la escasez de combustible era problemática, no habría cortes de luz en zonas residenciales. En cambio, a las oficinas estatales se les obligó a cerrar temprano para ahorrar energía.

Aunque, en lo privado, muchos cubanos albergan fuertes sentimientos que rayan la ira sobre la necesidad de mejoras en su calidad de vida, en público tienden a ser más estoicos sobre el ritmo del cambio. Parado junto a un brillante Cadillac El Dorado convertible de 1955, Rusbelt Quignon, de 37 años, espera para llevar de paseo a un turista: "La gente tenía grandes expectativas de que cuando Obama llegara todo se abriría por completo. No es así", dijo.

"Como decimos en Cuba, hay que tener fe y esperanza, y mucha paciencia ... Ha habido pequeños cambios, no muchos. Va despacio, pero no puede ir demasiado rápido. Un cambio rápido podría ser catastrófico", añade.

Sin lugar a dudas, el presidente cubano, Raúl Castro, enfrenta un delicado acto de equilibrio en su intento de llevar adelante una serie de tentativas reformas de los mercados, distanciando poco a poco su gobierno de las políticas firmemente socialistas de su hermano mayor, Fidel Castro, quien renunció a causa de una enfermedad hace diez años.

Castro ha dicho en repetidas ocasiones a los cubanos que el cambio será "lento pero constante" (“sin prisa, pero sin pausa"), en lo que los expertos dicen que es un esfuerzo calculado cuidadosamente dirigido a un aterrizaje suave conforme la economía de Cuba se aleja de la camisa de fuerza que durante 55 años impuso su modelo socialista de planificación centralizada.

Las reformas de Castro han enfrentado oposición de los conservadores de línea dura dentro del Partido Comunista de Cuba, según fuentes conocedoras. "Antes de que Obama llegara, las fuerzas conservadoras estaban intentando retrasar el proceso. No les gustó la visita de Obama en lo absoluto", dijo Carlos Alzugaray, un diplomático cubano retirado en La Habana.

"Ellos prefieren la vieja lucha contra el enemigo imperialista que el poder blando de Obama", afirma Alzugaray. "Pero Raúl tuvo una visión realista. Ahora estamos un compás de espera", añade.

Eso ha dejado a muchos preguntándose en qué dirección política va Cuba. Es una pregunta que ha acosado a los cubanos desde la década de 1990, provocando incluso que el trovador cubano Silvio Rodríguez cantara: "Nadie sabe qué cosa es el comunismo".

Aunque Cuba está buscando activamente la inversión extranjera, especialmente en su sector turístico, ha rechazado la inversión en otras áreas tales como la tecnología e internet. El Partido Comunista de Cuba no muestra signos de que permitirá una democracia multipartidista. Y la mayoría de los cubanos parecen dispuestos a aceptar este modelo chino, siempre y cuando las condiciones de vida empiecen a mejorar.

Fidel Castro, quien cumplió 90 años en agosto, ahora está totalmente retirado, y Raúl Castro adelantó que renunciaría como presidente en 2018, a pesar de que fue reelegido en abril por otros cinco años como Primer Secretario del Partido Comunista.

Pero quienes más se entusiasmaron con la visita de Obama fueron los del pequeño pero creciente sector privado de Cuba, firmemente controlado por un sistema de licencias estatales. Los elogios que sobre ellos vertió Obama, especialmente sobre la "inventiva" de los restauradores de autos clásicos, los propietarios de paladares y los empresarios de Internet, tuvieron un precio.

La mayoría prefiere mantener un perfil bajo para no llamar demasiado la atención de las autoridades, mientras buscan en silencio probar las tibias aguas de la incipiente economía de mercado de Cuba.

Yondainer Gutiérrez, cofundador de A la Mesa, una aplicación de Internet para salir a cenar en Cuba, dice que él no se enfoca en los obstáculos para su nuevo negocio, como la falta de móvil a Internet en Cuba. "Hay mucho por hacer", afirma Gutiérrez, de 29 años. "Intentamos encontrar soluciones a los problemas que se nos presentan y no pasar el tiempo lamentándonos sobre lo que no podemos hacer porque no tenemos Internet o porque no tenemos esto o lo otro".

Luis Dueñas, presidente de una cooperativa de contabilidad privada de rápido crecimiento en la Habana, Scenius, dice que el futuro incierto de Cuba puede interpretarse de diferentes maneras. "El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas", dijo citando a un famoso autor americano de proverbios, William Arthur Ward.

En lo que es una innovadora solución empresarial para Cuba, Scenius dirige un equipo de 190 contadores que prestan servicios a los sectores privado y estatal. Dueñas, un exingeniero naval, comenzó el negocio en su casa hace dos años. La contabilidad no era exactamente lo que tenía en mente cuando decidió unirse a las filas del sector privado. Pero fue la única licencia que pudo obtener. "Los permisos dependen de lo que el estado necesita, no de lo que la gente quiere hacer", dijo.

Él es optimista, así que, aunque le gustaría que las cosas se movieran un poco más de prisa, reconoce que el sector privado de Cuba aún está dando sus primeros pasos. "Somos como niños cuyos padres les dieron permiso para ir al cine, pero les dijeron 'regresen a casa temprano’", dijo.

Atelier se mantiene firme en el mapa turístico de los llamados "paladares". Su elegante comedor ahora atrae a una multitud regular de extranjeros – incluyendo diplomáticos estadounidenses – así como cubanos adinerados. Mientras Atelier y otras atracciones turísticas de La Habana se preparan para el auge turístico, el portero del restaurante dice que espera que otros cubanos se puedan beneficiar también.

"En primer lugar, todos queremos que se quite el embargo", dijo Vega, ex funcionario del Ministerio del Interior. "Eso sería una gran fiesta para todos los cubanos", agregó. "Y también nos gustaría ver a nuestro gobierno hacer más. Los estadounidenses están haciendo su parte. Ahora falta que lo hagamos nosotros".

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