Cómo derrotar a Trump

No somos 55 millones de hispanos en Estados Unidos, como se viene diciendo desde hace varios años. Ya somos 61 millones. Y no son 11 millones de indocumentados, ya son 15.7 millones. Las cifras son oficiales, las dio a conocer desde marzo pasado (2016) la Oficina Nacional del Censo de Estados Unidos. Pero los medios de comunicación siguen aferrados a las cifras promulgadas hace seis años. Y eso que estas conclusiones del Censo están basadas en estadísticas del año 2015. Es decir, los números deben ser aun mayores hoy.
Y si se resta la cifra de indocumentados (15.7 millones) del total (61 millones), quiere decir que hay 45.3 millones de hispanos con documentos legales en Estados Unidos, ciudadanos o residentes legales: eso es casi el triple que los indocumentados. Las diferencias entre unos y otros radican en la circunstancia de poseer o no un documento migratorio, eso es todo. En educación entre unos y otros no hay diferencia, pues los hay mal o bien educados en ambos grupos, aunque los indocumentados enfrentan mayores tropiezos para educarse. La diferencia en capacidad laboral entre unos y otros es ninguna o mínima, pues los hay malos y buenos trabajadores en ambos grupos. Y así sucesivamente podríamos ir haciendo comparaciones. Los inmigrantes legales tienen poder, porque al hacerse ciudadanos adquieren capacidad para votar; tienen más capacidad adquisitiva, porque ganan más al poder aspirar a posiciones de mayor jerarquía. Tienen más fácil a educación, a ayudas del gobierno, a cuidado de salud, en fin.
Pero… sigamos sacando cuentas. De acuerdo con cálculos publicados por el Pew Research Center, en el 2014 había 35.9 millones de hispanos nacidos en Estados Unidos. Por supuesto esa cifra es mayor hoy, dos años más tarde. Y es lógico que todas esas personas son ciudadanas, aunque muchos son menores de edad que no votan. Y si a esa cifra sumamos aproximadamente cinco millones más que se han hecho ciudadanos o se han naturalizado, el margen de residentes legales, con tarjeta verde, no ciudadanos, es bajo: unos 4,400,000. En conclusión, son mayoría los hispanos ciudadanos.
Continuemos jugando con las cifras. El presidente que mayor número de votos hispanos ha obtenido en la historia es Bill Clinton, con un 72%, seguido por Barack Obama en su segundo período, con un 71%. Una encuesta de Latino Victory Project indica que, de los hispanos inscritos para votar en el 2016, un 76% votarán por Hillary Clinton y un 13% por Donald Trump. De los votantes hispanos registrados en el 2012, votó un 48%, eso equivale a 11.2 millones de votantes.
Expertos proyectan que en noviembre votarán 13.1 millones de latinos.
Y como nuestro voto puede hacer la gran diferencia, como ha ocurrido en elecciones anteriores, y como somos muchos más, el gran reto de las organizaciones, de los medios de comunicación y de los políticos, está en aumentar esa cifra, motivando a que más se registren para votar y mostrándoles porqué deben ir a las urnas, así no lo hayan hecho nunca, así no tengan planes de votar. Una campaña o varias, bien organizadas, podrían poner a nuestra comunidad en el grado de ser el grupo étnico que más interese a los candidatos conquistar. Aumentar la cifra de votantes y lograr ese 76% o más por la candidata demócrata, podría escribir una página en la historia. Y si a esto se suman los votos de las mujeres, vilipendidas por Trump, de los orientales y musulmanes vilipendiados por Trump, de los afroestadounidenses vilipendiados por Trump, al señor le será prácticamente imposible ganar la presidencia, así ponga a trabajar toda su millonaria maquinaria. La sensatez debe estar por encima.
Entre todo esto, queda un vacío al que llamo “él fenómeno Sanders”. El senador Bernie Sanders tiene unos tres meses para convencer a sus millones de seguidores para que, en favor de la unidad, de la buena causa y del sentido común, voten por Hillary.
Son muchas cifras, lo sé, pero al final no suena tan compleja y lejana la idea de “cómo ganarle a Donald Trump”. Los números no mienten.
Es válido llevar este tema al terreno del debate. No insinuo que Hillary Clinton sea la mejor opción, pero querramos o no, es la única que queda en contra del monstruoso terremoto que significa Donald Trump. Y la consigna es derrotarlo.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es). Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.