El Congreso debe actuar ahora para proteger a los dreamers

“ Con corazón y compasión” fueron las palabras que el presidente Donald Trump usó para describir cómo su istración intentaba resolver el problema de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) cuando rescindió abruptamente el programa a principios de septiembre. Agregó que esto sería “un proceso gradual, no una eliminación repentina”. Pero para unos 22,000 beneficiarios de DACA que no pudieron renovar su DACA porque no cumplieron con una fecha límite arbitraria, fue todo menos compasivo o gradual.
Todos los 22,000 beneficiarios de DACA perderán sus protecciones para el 5 de marzo del 2018, lo que significa que cada día que el Congreso no actúe, un promedio de 122 dreamers perderán su estatus y podrían quedar vulnerables a la detención y deportación. Hasta la fecha se estima que más de 10,000 de estos jóvenes ya han perdido DACA. Ante esta urgencia y en contra de las llamadas hechas por de su propio caucus, el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan ha sugerido que DACA no es una prioridad legislativa para fin de año.
Cuando el Presidente Trump y los líderes del Congreso se reúnan el martes para discutir los muchos asuntos pendientes de resolver antes de que los regresen a sus hogares durante los días festivos, la necesidad de una solución legislativa permanente para los dreamers debe ser una prioridad. Los instamos a actuar sin vacilación porque cada día cuenta.
DACA les ofreció a estos jóvenes, quienes llegaron al país hace más de diez años y que en su mayoría no conocen otro país que el de nosotros, la protección contra la detención y la deportación. Les dio la oportunidad de trabajar legalmente, solicitar una licencia de conducir y alcanzar sus objetivos profesionales y aspiraciones educativas. Pero la decisión del presidente Trump de quitarles DACA y dejarlo en las manos del Congreso inmediatamente pone a estos prósperos de nuestras comunidades en el punto de mira de una máquina de deportación masiva que no perdona a nadie.
Considere a Rosa María, la niña de 10 años con parálisis cerebral que es dreamer y que recientemente fue detenida por la Patrulla Fronteriza después de que recibió una cirugía de emergencia. O Felipe Abonza-Lopez, el joven con DACA que ha estado detenido en el sur de Texas durante un mes porque lo encontraron conduciendo con sus propios familiares indocumentados.
Cada beneficiario de DACA tiene una historia que compartir, y miles se han presentado con valentía para contarlas con la esperanza de que sus compatriotas estadounidenses los escuchen. Uno de los sentimientos más comunes entre los Dreamers es que “ Estados Unidos es el único hogar” que han conocido y no hay nada a lo que regresar.
Tomemos por ejemplo el caso de la señora Guzmán, quien vino a Estados Unidos cuando tenía cuatro años y gracias a DACA tuvo la oportunidad de alcanzar su potencial máximo. Para cuando DACA termine, la joven se habrá graduado con una doble especialización en psicología y ciencias políticas, pero sin un permiso de trabajo, no podrá usar sus títulos como lo planeó: “para ayudar a niños como [su] hermano que requieren servicios de terapia”. Esta es solo una historia, pero hay miles como esta, cada una tan poderosa como la siguiente.
Miles de beneficiarios de DACA, como Diana Montelongo, están siguiendo sus sueños y se han convertido en maestros. Diana es una maestra de matemáticas quien descubrió su afán por enseñar mientras asistía para obtener su título universitario en la Universidad de California, en Berkeley. Ella es educadora de Teach for America y trabaja con estudiantes de séptimo grado, muchos de ellos provenientes de familias de bajos ingresos. Para alguien que se regocija viendo a sus estudiantes aprender matemáticas, no sabe si volverá a enseñar después de que expire su permiso de trabajo en enero del próximo año.
La única forma en que el destino de la señora Guzmán, Diana y el de miles de beneficiarios del DACA cambiará es si el Dream Act se aprueba pronto. Este es un tema bipartidista y la mayoría de los legisladores, y el público en general, creen que los dreamers merecen la oportunidad de vivir y trabajar en el país donde crecieron. El Dream Act cambiaría el futuro de estos jóvenes, pero también aportaría grandes beneficios económicos tanto para la nación como para los estados, donde los soñadores residen dado sus habilidades laborales y sus niveles de educación. Según el Center for American Progress, si el Dream Act en el Senado o la Cámara fuera aprobado, poniendo a los trabajadores elegibles en un camino hacia la ciudadanía, el Producto Interno Bruto (PIB) de EE. UU. aumentaría entre 281,000 millones un billón de dólares en un década. Con 12,000 dreamers en la fuerza laboral, un estado como Nuevo México podría ver ganancias anuales en el PIB de entre 151 millones y 505 millones de dólares.
Decenas de miles de beneficiarios de DACA están perdiendo protección ahora y cientos de miles viven con miedo y ansiedad, y el problema solo empeorará en los próximos meses. Si no se llega a una solución, la cantidad de jóvenes que pierden su autorización de trabajo y protección de la deportación se disparará, alcanzando hasta 50,000 cada mes en marzo de 2019, hasta que todos pierdan sus protecciones.
Como del Congreso tenemos la obligación, y una gran oportunidad, de unirnos para resolver este problema ahora. Las vidas y el futuro de estos jóvenes están en nuestras manos y no hay tiempo que perder.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.