El interregno del poder: ¿Quién está gobernando a México?

Hace seis semanas López Obrador ganó las elecciones, pero apenas el pasado martes 8 de agosto recibió la constancia de mayoría del poder electoral que lo acredita, formalmente, como ganador y ahora sí “presidente electo”. Faltan aún cuatro meses para que tome posesión. AMLO ya ha comenzado a tomar decisiones, mientras que el aún presidente Peña Nieto parece replegarse a lo básico de un jefe de estado. Por lo que cabe la pregunta, ¿quién están gobernando ahora a México realmente?
Parece bien tener un presidente electo activo que se reúne ya con representante del gobierno de Estados Unidos, convoca foros sobre distintas temáticas, da cifras, señala procedimientos, llama a medidas de austeridad que mandan la señal de orden y mesura. Si bien algunos de sus nombramientos han sido criticados, otros por reciben beneplácito al tratarse de personas conocidas y capacitadas. Sin embargo, todo este apresuramiento puede elevar las expectativas más de los razonable, y puede llevar a ofrecer lo que luego no pueda cumplirse. Es el caso de ofrecer una beca a casi tres millones de jóvenes, sin aclarar quién los va seleccionar o cómo se les va a evaluar. O el de la descentralización de casi todos los ministerios de estado, que también ha generado serias dudas por lo que supone la movilización no solamente de la istración sino de los recursos: la vivienda de quienes estaban en Ciudad de México y ahora tendrán que migrar a las distintas ciudades, la movilización de las familias de esas burocracias y los servicios que estos grupos (que pueden ser cientos miles de personas) van a requerir en el lugar de destino, etc.
En cambio, el presidente Peña Nieto parece –como se dice en el argot deportivo– que ha “tirado la toalla”. Aparece en actos protocolarios dando declaraciones y hablando de lo ordenado de la transición, mientras su esposa, la actriz Angélica Rivera, aparece retratada en una zona de lujos en París.
La ausencia institucional y política de Peña confirma el decaimiento de un presidente que en su primer año, y con el fuerte impulso de las televisoras y los grupos políticos que le apadrinaron (el conocido “grupo de Atlacomulco”), no imaginó una istración que ha sido una pesadilla, para sí mismo y para su grupo: inseguridad trepidante, corrupción a niveles escandalosos, y alza de precios potenciada por el aumento de la gasolina. El principal logro que enarbola la actual istración es la generación de empleos formales, pero lo que no dice es que el nivel de sueldos es tan raquítico que el tener un empleo no es garantía de que el trabajador pueda mejorar su nivel de vida. Los índices de popularidad de Peña Nieto siguen bajando: el año pasado terminó con 26% y ahora se encuentra en 21%.
Entre los primeros anuncios hechos por López Obrador, pocos días después de la elección, estuvo el nombramiento de Marcelo Ebrard, quien le sucedió como alcalde de la ciudad de México (2006-2012) como su canciller y, por tanto, como el encargado de dar continuidad a los acuerdos que el actual gobierno alcance (o no) respecto al Tratado de Libre Comercio (NAFTA). Olga Sánchez Cordero, exministra de la Suprema Corte de Justicia, quien será la futura secretaria de gobernación, está también prácticamente en funciones. Casi desde el día siguiente de la elección está anunciando cambios y “componiendo” excesos verbales de quien será su jefe, en temas como la presunta amnistía y perdón en materia de corrupción y crimen organizado, que parece tranquilizar a la clase política tradicional e intranquilizar a una franja de seguidores de López.
Entre los nombramientos de futuros funcionarios el más polémico, aunque no por ello el menos esperado, es el de Manuel Bartlett, representante del viejo sistema y quien fue uno de los operadores del fraude electoral en 1988 (para un resumen apretado de quién es este personaje, se puede ver este video de “Mientras tanto en México”. Desde hace unos años Bartlet devino en aliado político de López Obrador, quien lo ha anunciado como director Comisión Federal de Electricidad. El debate está entre quienes defienden la decisión de López, señalando la experiencia de Bartlett, versus las críticas simbólicas contra quien representa justo lo que el nuevo gobierno quiere combatir.
Quienes defienden la decisión de López Obador hablan además de la importancia de la reconciliación y la agrupación de la mayor cantidad de personas en la transformación del país; los críticos, señalan que los cambios reales que inicia AMLO son solo discursivos y que en realidad será una versión reload del viejo autoritarismo mexicano. El dilema comenzará a desanudarse a partir del 1 de diciembre.
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