La reunión del G-20, ¿más de lo mismo, o reacomodos tras bambalinas?

Como fue ampliamente difundido, la semana pasada se realizó una nueva reunión del G-20 en Hamburgo, Alemania. El G-20 es un foro que agrupa en principio no solamente a los 20 países más ricos (o mejor dicho, a los más ricos, más algunas economías emergentes), cuya importancia radica en ser un espacio de discusión sobre asuntos globales y sobre temas que articulan el interés de los más poderosos del planeta con las economías en desarrollo.
El grupo está formado por muy distintos países: de América Latina solamente están Argentina –que será la sede de la próxima reunión–, Brasil y México; el único país africano es Sudáfrica; del mundo árabe solamente participa Arabia Saudita. España no es miembro del G-20 pero es el único país que asiste con el estatuto de “invitado permanente”.
La historia del foro no tiene más de 20 años. Surgió a finales del siglo pasado como una manera de atender la crisis financiera de finales de los noventa. Con el tiempo fue incorporando países invitados y representantes de organismos internacionales del tipo FMI, que originalmente no asistían.
A diferencia de la OEA y la OTAN, que son organizaciones con reglamentos, órganos, procedimientos, el G-20 es un foro de cooperación más abierto y de alguna manera “más informal”, aunque se trata de una de las principales plataformas diplomáticas para reuniones, encuentros y uno que otro acuerdo general.
Su influencia ha sido más simbólica que real, en el sentido de que difícilmente se logran acuerdos que tengan algún tipo de aplicación efectiva y directa sobre algún aspecto inmediato de la realidad internacional.
El gran tema de la pasada reunión fue el medio ambiente y una de las notas que más destacó fue que no se logró la reincorporación de Estados Unidos al Acuerdo de París. En contraste, varios de los líderes asistentes renovaron su adscripción al Acuerdo. Es más, días antes el presidente francés Emmanuel Macron difundió un video en el que invitaba a quien quisiera proseguir investigaciones sobre el tema a que visitara su país. Y la canciller alemana Angela Maerkel dijo en rueda de prensa que en la reunión se habían confirmado las coincidencias entre quienes sí atiende dicho Acuerdo.
Uno de los objetivos de esta reunión del G-20 era que los líderes del mundo conocieran en persona a Trump, quien es muy dado a la comunicación por twitter y poco hábil para la diplomacia interpersonal. Pero el encuentro más esperado por la prensa internacional fue el cara a cara Putin-Trump. Los ríos de tinta que han corrido en torno al alcance real del hackeo ruso en la pasada elección estadounidense generaron gran expectativa sobre la reunión.
Trump no la tenía del todo fácil: si era “buena” podría confirmar las sospechas de cierta cercanía con Rusia; si era “mala”, mantendría en stand by la compleja relación que tras más de 30 años de guerra fría siguen viviendo estos países. En la conferencia de prensa después de la reunión, Putin no dijo mucho. Se disculpó diciendo que no era bueno decir todo lo que habían hablado en la reunión, y dijo que el presidente de Estados Unidos le hizo preguntas y él dio sus explicaciones. Según Putin, Trump había quedado satisfecho.
Al margen de este asunto, que va seguir por un tiempo en la opinión pública internacional, hay un tema geo-político que conviene subrayar. La presencia de Trump en esta gira europea no comenzó en Hamburgo, sino en Polonia, donde el presidente estadounidense aceptó la invitación de su homólogo, Andrzej Duda, nacionalista, crítico de las democracias liberales y partidario del repliegue de las economías nacionales.
En Polonia Trump hizo un discurso en defensa de la civilización occidental, al cual adhiere Polonia, que ha sido destruida históricamente por sus dos vecinos, Alemania y Rusia. Simbólicamente, además, Estados Unidos le dio un espaldarazo a Polonia como aliado estratégico e interlocutor principal para los asuntos en Europa del Este.
Aparte de este apoyo, la visita a Polonia funcionó como una especie de aviso a Rusia y Alemania, al abrir un canal de diálogo directo con los países de Europa del Este que se mueven en la órbita de la OTAN, aunque Estados unidos sea miembro de esta relación intergubernamental de 29 países.
El lugar donde se realizó la Cumbre del G-20 es otro elemento que invita a un breve comentario, esta vez sobre Alemania. La reunión en ese país fue un intento de confirmar el deseo de Alemania de ejercer el liderazgo regional –ahora que el Reino Unido está dejando Europa–, y también el mundial –ahora que Estados Unidos quiere replegarse un poco al comercio nacional y dejar de cumplir el papel de “policía del mundo”–.
Finalmente, hablemos de México. Como muchos de los países asistentes, pasó inadvertido, y ello se vio claramente al momento de tomarse la foto oficial. Circularon memes sobre el debilitado presidente buscando ocupar su lugar dentro de la foto oficial sin que nadie le prestara atención, hasta que el primer ministro canadiense Justin Trudeau lo tomó por la espalda lo que le devolvió la sonrisa a Peña Nieto.
En los medios mexicanos había gran interés por el encuentro bilateral Trump-Peña, que no interesó demasiado a la prensa internacional porque se dio justo antes de que el mandatario de Estados Unidos tuviera el encuentro con Putin.
Al terminar el encuentro bilateral entre México y Estados Unidos se dio un incidente que se difundió ampliamente en los medios mexicanos: en la sala de prensa uno de los periodistas le preguntó a Trump si seguía con la intención de construir el muro, a lo quele mandatario contestó: Absolutely. Cuando al canciller mexicano, Luis Videgaray, se le cuestionó sobre el particular simplemente dijo que no había escuchado afirmación alguna de Trump.
Según Videgaray hay un acuerdo entre los representantes de ambos países para no incluir en la agenda de diálogo en torno al NAFTA el asunto del muro. Pero Trump sigue viendo en este asunto un insumo electoral que lo hace parecer un presidente decidido, fuerte y preocupado por los estadounidenses, y que resuena muy bien entre las amplias franjas antimexicanas que hay en Estados Unidos.
El gobierno mexicano teme cualquier movimiento y trata de atajar las reacciones de su otrora feliz vecino con este tipo de declaraciones. Pero conforme avancen los meses Peña Nieto y su equipo van a tener otros asuntos más importantes que atender, como permanecer en el poder tras las que se esperan unas muy complicadas elecciones en julio de 2018.
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