Las muchas guerras en Siria o el nuevo fracaso de la “comunidad internacional”

En días pasados el presidente estadounidense Donald Trump escribió un capítulo más de una guerra que dista muchísimo de resolverse tras casi siete años de haber irrumpido en la escena internacional. El gobierno de Estados Unidos reaccionó con un ataque de más de 50 misiles sobre una base aérea siria en respuesta al ataque con armas químicas del que acusa al presidente Bashar al-Ásad.
No resulta exagerado que muchos analistas consideren la guerra en este país del Medio Oriente como la peor que se haya vivido desde la segunda guerra mundial: más de seis años de guerra, 300,000 muertos, millones de desplazados y de refugiados. Las imágenes, los documentales, los reporte de prensa son un recuento de un horror al que asistimos atónitos y con una cruda sensación de tristeza sobre el potencial destructivo del género humano. La solución al conflicto todavía está muy lejana y una vez más, como en el caso de la guerra en Irak, la ONU se muestra como una institución incapaz de hacer gestiones efectivas para atender conflagraciones de este tipo.
A ese terrible rompecabezas político que es la guerra en Siria, hay que agregar ahora el particular “contexto inmediato” del presidente Donald Trump: caida en las encuestas, acusaciones de nepotismo, investigaciones sobre la posible intervención de Rusia en alguna parte del pasado proceso electoral, incapacidad para llevar a cabo sus reformas. Volátil, irascible, inexperto políticamente, intrusivo, Trump quiere aprovechar ahora la guerra en Siria y mostrarse como un presidente fuerte, decidido y (supuestamente) sensible ante las imágenes de televisión que comentó en la víspera del ataque a una base aérea en Siria, con la idea de “mostrar musculo” y determinación ante sus “sectores más duros”, el dividido Partido Republicano y esa porción de la opinión pública que le apoya.
Para algunos analistas este ataque pudiera tener la autoría intelectual del férreo secretario de la Defensa, Jame Mattis, proclive al uso de la fuerza militar como una estrategia para mostrar lo que de hecho nadie duda: la supremacía militar de Estados Unidos en el mundo. Dentro de la nueva retórica del gobierno es necesario mostrar fuerza, capacidad de mando, poderío militar, lo que sirve además para justificar el incremento de recursos y gastos para operaciones militares.
El ataque perpetrado por el gobierno de Estados Unidos genera más preguntas que respuestas: ¿qué tipo de reacción puede producir?, ¿contestará Rusia?, ¿vendrá una escalada militar del asunto?, ¿dará Trump pasos adicionales? Rusia va a seguir protegiendo al presidente sirio. No hay que olvidarse que Rusia tiene bases militares en Siria (Latakia y Tartus), ubicadas en el corazón del mediterráneo y con salida estratégicas al mar Mediterráneo donde también se encuentran las flotas de la OTAN y de Estados unidos.
No cabe duda de que la acción de Trump ha sido en extremo arriesgada. Lo peor, aparte de un conflicto militar violento, sería infravalorar al gobierno ruso que, entre otras cosas, ha sido capaz de limitar las declaraciones o cualquier tipo de acción por parte del Consejo de Seguridad de la ONU del cual es miembro permanente.
No puede obviarse tampoco el hecho de que dicho ataque se produjo cuando el presidente chino se encontraba en Estados Unidos. China ha hecho frente común contra Estados Unidos, sobre todo cuando sus intereses geopolíticos se ven amenazados. Rusia es aliado estratégico de China, así que el gobierno de Estados Unidos también quizo mandar un mensaje cercano y directo a China, para mostrar fuerza y determinación.
Sobra decir que la relación con Rusia entrará a otro nivel de complejidad. Como es ampliamente conocido, hay una investigación en curso por parte del FBI sobre la injerencia rusa en el pasado proceso electoral. El hecho mismo de que se haya reconocido que hay una investigación –aunque se quieran minimizar sus alcances–, resulta ya escandaloso. En ese sentido, el manejo de la comunicación política ha sido poco claro: el portavoz del Pentágono, Jeff Davis, informó que se había avisado a Moscú de los ataques. Al parecer esto se habría hecho, pero a nivel de mandos medios y no mediante un procedimiento formal que supondría un mensaje de un secretario de defensa a otro.
Rusia no se ha quedado callada. El canciller ruso, Sergeiv Lavrov, ha recordado que en 2003, cuando Estados Unidos invadió a Irak, pasó por encima del Consejo de Seguridad de la ONU y cometió una burda violación de los tratados internacionales. Así como el gobierno de Estados Unidos mintió entonces con respecto a la presunta posesión de armas químicas por parte del gobierno de Hussein, ahora quiere culpar al gobierno de al-Assad del ataque químico, de cuya autoría no existe hasta el momento ninguna seguridad. Rusia ha suspendido por lo pronto un acuerdo con Estados Unidos en materia de seguridad aérea en Siria y anunció que exigirá al gobierno de Estados Unidos explicar las razones de su ataque contra la base aérea de Shairat.
El conflicto sirio es en realidad la suma de varias guerras simultáneas en las que los poderosos juegan sus piezas sobre el territorio y la población del atribulado país del Medio Oriente. Por un lado está el conflicto entre el gobierno de al-Assad y el Ejercito Libre Sirio (ELS), formado a principios de la guerra con la idea de destituir al despótico régimen de al-Assad, que gracias al apoyo ruso pudo sobrellevar los embates y “aires” de la llamada “primavera árabe”. Por otro tenemos a Rusia, obsesionada con cualquier avance de occidente y la presencia de Estados Unidos o Europa en su área de influencia, como ya se vio por su reacción en el conflicto de Ucrania. Está también la posición de los grupos terroristas, el autodenominado “Estado Islámico” (ISIS) o Daesh, que lucha por no desaparecer y recuperarse de sus caídas. Todos los actores tienes su concepto de “enemigo”: para al-Assad es el ELS; para Rusia es Europa, y para occidente es ISIS. Todos tienen objetivos e intereses fuertemente contrapuestos unos de otros.
Si esto no fuera suficiente, se han ido sumando otros actores. Actualmente hay intereses de Arabia Saudita, Qatar, Irán e Irak. Se han detectado milicias de la organización terrorista de libaneses Chi’s Hezbollah, además del ya citado ISIS, Al Qaeda, fuerzas kurdas e intereses del voluble presidente turco Reccep Tayib Erdogan, quien a veces se inclina por las fuerzas occidentales y a veces coquetea con Rusia.
¿”Tormenta perfecta”?, ¿”peor imposible”? Los juicios sobran. Ver solamente el eje Rusia-Estados Unidos es insuficiente para entender esta guerra. Por ello resulta difícil pensar que el bombardeo estadounidense del 6 de abril abra paso a una solución más estable y hay, en cambio, muchas posibilidades de un escalamiento de la violencia en una zona de por sí ya devastada. Hoy, más que nunca, parece que asistimos a una nueva escalada de la guerra en la cual, como siempre, lo sectores más perjudicados serán la población civil, los niños, la vulnerada población siria que ha quedado atrapada en este ajedrez geopolítico que evidencia, una vez más, la incapacidad de un sector de la “comunidad internacional” y se sus instituciones dominantes (la ONU y su Consejo de Seguridad) para controlar los intereses estratégicos de las grandes potencias sobre el siempre doloroso Medio Oriente.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.