O pagas más impuestos o renuncias a la ciudadanía estadounidense

No se conocen cifras oficiales de cuántas personas han renunciado a la ciudadanía estadounidense en lo que va de este año 2017. Hace unos días fui a buscar a mi mecánico a su taller, y me encontré con la enorme sorpresa de que vendió el negocio y regresó a su país cumpliendo la promesa de que lo haría si Donald Trump llegaba a la presidencia. Pero lo que más llamó mi atención es que Antonio renunció a la ciudadanía estadounidense y a una estabilidad financiera. Su esposa e hijos lo apoyaron y a mi me motivó a investigar el tema.
La de Antonio fue una decisión extrema, motivada tal vez por otros factores. Pero lo cierto del caso es que como él, hay muchos regresando voluntariamente a sus países de origen. Lo que resulta paradójico es que miles estén renunciando a la ciudadanía. El año pasado lo hicieron más de 5,400 personas, una cifra histórica, según informó el Departamento del Tesoro. Eso es un 26% más que quienes lo hicieron en el 2015. Y más del triple de quienes lo hicieron en el 2010. Entre ellos hay nacidos en Estados Unidos y también naturalizados.
La razón de tan elevada cifra no se debe, al menos hasta finales del 2016, a la situación política que vive el país con el nuevo gobierno, sino a una ley aprobada en el Congreso que aumenta significativamente el castigo impositivo para ciudadanos o residentes legales que tengan propiedades que generen ingresos o negocios en el extranjero y no los reporten. Eso afecta a unos siete millones de ciudadanos estadounidenses, la mayoría de ellos con doble ciudadanía, al tener también la de países que lo permiten.
La ley a que hago referencia (la escribo en Inglés) es: “ Foreign Tax Compliance Act” (la ley FATCA) del 2010. Hasta un año antes, o sea el 2009, el número de personas que renunciaban a la ciudadanía estadounidense había llegado a un máximo de 762 en un año y eran otras las razones, de acuerdo con información obtenida de archivos del Departamento de Estado y del IRS en conjunto.
Cuando se promulgó la ley FATCA, la expectativa era recaudar 8,700 millones de dólares en 10 años y para ello se establecieron castigos severos para quienes no revelen sus cuentas en el exterior y presiones, bajo amenaza, para los bancos extranjeros a fin de que compartan información con el IRS, de lo contrario, les es retenido 30% de pagos por dividendos obtenidos en Estados Unidos.
Lo que Estados Unidos hizo con esa ley, fue “convertir a los bancos extranjeros en policías de sus propios ciudadanos”, de acuerdo con el abogado Andrew Mitchel, quien es la persona que ha recopilado las cifras de quienes renuncian a su ciudadanía. El IRS tiene la tarea de hacerla cumplir.
Esto lo encuentra Donald Trump servido en bandeja de plata para su muy promovido plan de evitar que capital estadounidense sea sacado del país y obligar a quienes obtienen divisas en el extranjero a pagar impuestos aquí, aunque también los paguen en otros países.
Hay, sin embargo, un punto en esta ley que si el señor Trump llega a conocerlo le causará un enorme malestar. Y es que Estados Unidos, a diferencia de la mayoría de países, basa sus impuestos en la ciudadanía y no en la residencia.
El señor Mitchel lo explica de esta manera: “Los ciudadanos estadounidenses en el extranjero están obligados a presentar devoluciones, aunque los impuestos pagados a un país extranjero a menudo cuentan como crédito contra cualquier pasivo en Estados Unidos”. La ley no habla de los residentes legales.
Pero no basta con renunciar a la ciudadanía y ya. La cosa no es tan sencilla, pues la renuncia a la ciudadanía requiere que los expatriados liquiden cualquier pasivo pendiente o enfrenten penalidades significativas. Aun así, miles lo están haciendo por conveniencia.
Y quizás muchos me digan que la ciudadanía es irrenunciable para los nacidos en Estados Unidos. Eso simplemente no es cierto. Entre esos más de 5,400 que mencioné, está el actual canciller británico y exalcalde de Londres, Boris Johnson, quien nació en Nueva York y fue trasladado a Inglaterra a los 5 años de edad. El año pasado renunció a la ciudadanía estadounidense tras descubrir en el 2014 que le tocaría pagar impuestos allá y aquí por la venta de una casa en Londres.
La renuncia a la ciudadanía se puede hacer ante cualquier autoridad consular en cualquier país donde Estados Unidos tenga representación diplomática y hay que llenar varios formularios (desde el DS-4079 hasta el DS-4083) y presentar ciertos documentos. No es en realidad un proceso complicado. Pero lo que si debe tener claro el renunciante es que es permanente e irrevocable, es decir, que esa persona para volver a obtener la ciudadanía tendrá que someterse al mismo procedimiento de cualquiera que no la tenga. Irónicamente si un ciudadano nacido en este país renuncia a su ciudadanía y quiere luego ingresar al país, tendrá que solicitar una visa como cualquier extranjero.
No dudo que la cifra aumentará este año. Hay miles de estadounidenses que han elegido países como México, Costa Rica y otros, para disfrutar de su retiro y han logrado desconectarse total o parcialmente de Estados Unidos. Claro está, al renunciar a la ciudadanía, se pierde también el derecho a recibir el pago de retiro de parte del seguro social. Un asunto complejo pero real.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.