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    El despido de Jeff Sessions, el funcionario más humillado por Donald Trump

    La partida del fiscal general abre algunas preguntas: ¿por qué ahora? y ¿qué consecuencias tendrá para la investigación de la supuesta colusión entre Rusia y la campaña republicana que dirige el fiscal especial Robert Mueller?
    7 Nov 2018 – 08:48 PM EST
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    La salida más comentada, esperada y postergada del gobierno de Jeff Sessions fue despedido por el presidente cuando no tenían ni 24 horas cerrados los centros de votación en las elecciones de mitad de periodo.

    El despido fue sin ceremonia, un tuit anunciado la salida y otro agradeciendo escuetamente al despedido su servicio y deseándole lo mejor. Muy en contraste con el trato que recibió la embajadora en la ONU Nikki Haley, de cuya partida se informó en medio de mutuas alabanzas desde los sillones de la Oficina Oval de la Casa Blanca con nutrida presencia de los medios.

    En cambio, a Sessions se le pidió la renuncia -como él indica en su carta al presidente- y ni siquiera fue él sino el jefe de gabinete John Kelly quien hizo la gestión. De acuerdo con fuentes de la presidencia citadas por medios de comunicación, el presidente ni siquiera le dedicó una llamada telefónica a quien fue uno de sus más tempranos y fieles simpatizantes.

    Al día siguiente de resuelta las elecciones, Trump cumple con una amenaza que venía haciendo desde los primeros días de su gobierno sin mirar en la fidelidad de su secretario de Justicia ni en la utilidad de haber sido el brazo ejecutor de su agresiva política de "orden y seguridad" e inmigración.

    Hay varias preguntas que se abren: ¿por qué ahora?, y ¿qué consecuencias tendrá para la investigación de la supuesta colusión entre Rusia y la campaña republicana que dirige el fiscal especial Robert Mueller?

    El problema Sessions

    Todo empezó en los primeros días de marzo de 2016, a mes y medio del arranque del nuevo gobierno republicano. Sessions se vio forzado a inhibirse en cualquier cosa relacionada con la investigación del llamado ‘Rusiagate’ luego que investigaciones periodísticas determinaran que mintió al Senado sobre sus os con funcionarios rusos durante la campaña electoral.

    Desde ese momento trascendió por filtraciones salidas de la Casa Blanca que el presidente se enfureció con su secretario de Justicia al punto de maltratarlo de palabra y humillarlo ante otros funcionarios en más de una ocasión.


    Eventualmente, el presidente empezó a hacer sus quejas en público y decía abiertamente a los periodistas en cada ocasión que tenía que no estaba satisfecho con su fiscal general, que su permanencia en el cargo estaba sujeta a revisión.

    Luego, en mayo, Trump despidió al jefe del FBI James Comey (según reconoció en una entrevista televisada por seguir investigando el ‘Rusiagate’) y el vicefiscal general Rod Roseinstein, encargado del caso tras la recusación de su jefe, nombró una fiscalía especial dirigida por Robert Mueller. La idea era evitar que el despido de Comey se viera como un intento de la Casa Blanca de influir en una investigación federal o que frustrara las intenciones presidenciales, si es que esas eran.

    En algún momento el presidente llegó a decir: "No tengo fiscal general". Ante esas declaraciones, Sesssions se mantuvo por lo general callado, pero a finales de agosto replicó al presidente ante una nueva serie de críticas diciéndole que mientras estuviera en el cargo las acciones del Departamento de Justicia no serían "influenciadas incorrectamente por consideraciones políticas".

    El problema Mueller

    La gran interrogante es qué pasará con la investigación que realiza Mueller ahora que Roseinstein deja de ser su supervisor directo y el control lo asume Mathew Whitaker, quien era el jefe de equipo del secretario despedido.

    Como fiscal general interino, Whitaker asume las funciones plenas como jefe del departamento y como tal puede ordenar que Mueller termine la investigación de manera inmediata, si considera que está extralimitándose o que ya no se justifica el tiempo y los recursos invertidos en ella, o dándole un plazo para que termine con sus pesquisas y presente conclusiones.

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    Jeff Sessions responde a los ataques de Trump y le advierte que no aceptará presiones


    Algunos temen que esa pueda ser la intención del nuevo fiscal general interino a juzgar por las opiniones que ha emitido en el pasado criticando el trabajo de Mueller de una manera que reproduce casi perfectamente las quejas del presidente Trump.

    La fiscalía especial debe presentar su informe final al departamento y este decidirá si hay elementos que justifiquen la apertura de un caso legal en tribunales. También puede recibir el reporte y archivarlo sin necesidad de compartirlo siquiera con el Congreso, aunque es previsible que, ahora en la mayoría, los representantes demócratas demanden conocerlo usando sus prerrogativas legales.

    Manejo político

    Aunque el anuncio de la salida de Sessions fue inesperado, no era sorpresivo. Tampoco sorprende que el presidente esperara a que pasaran las elecciones de mitad de periodo y que quedará claro que los republicanos mantendrían la mayoría en el Senado, al que deberá someter al candidato para sustituir a Session que está por nombrar.

    Con esa mayoría reforzada y con al menos dos senadores moderados fuera de la cámara por renuncia (Jeff Flake y Bob Corker) Trump puede tener la confianza de que casi cualquier candidato que proponga logrará la confirmación.

    De haber echado al fiscal general antes de los comicios, se habría arriesgado a que los demócratas lo presentaran como alguien que quiere obstruir la justicia (una acusación que se disparó inmediatamente tras el anuncio pero que ya no tendrá impacto en las elecciones)

    Manejo del discurso

    Al echar a Sessions, el presidente también logra cambiar el curso del debate político que este miércoles, como era lógico, estaba centrado en el resultado electoral y cómo se le complica la agenda legislativa para los próximos dos años con la pérdida de la Cámara Baja.


    Ya el mandatario había logrado desviar la atención con la agresiva y “surrealista” rueda de prensa que ofreció en la Casa Blanca para comentar los resultados de la víspera. Tras ese encuentro, muchos medios destacaron la curiosa presentación que quiso hacer el presidente de su “gran victoria” y la manera como personalizó los triunfos republicanos, pese a las derrotas en el Congreso y la pérdida de varias gobernaciones estatales.

    Incluso la pugnacidad con varios periodistas, como con Jim Acosta de CNN o Yamiche Alcindor de PBS, empezaba a copar el espacio en los medios y el debate en las redes sociales. Hasta que se lanzó la ‘bomba’ de Sessions.

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