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    El momento de Mark Krikorian: el influyente halcón de inmigración de la era Trump

    El líder del laboratorio de ideas para restringir la inmigración más importante de Washington llevaba décadas esperando a que los planes de cierre de fronteras incluyeran no solo a los indocumentados sino también a los inmigrantes legales, como propone ahora el presidente.
    5 Ago 2017 – 05:59 PM EDT
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    Mark Krikorian suministra los estudios con los que Trump y otros halcones de inmigración justifican sus políticas. Crédito: Fernando Peinado

    WASHINGTON, DC.- Lo primero que salta a la vista cuando uno entra en la oficina del think tank de inmigración preferido por Donald Trump y los halcones de la inmigración, el Center for Immigration Studies (CIS), es una colección de muñecos y dibujos de la Estatua de la Libertad decorando las paredes: Mickey Mouse, Piolín y Barbie como Lady Liberty con su antorcha en alza... con los Simpsons subidos a su corona.

    En una esquina cuelga un cuadro con un mensaje estremecedor. Sobre una imagen de la Estatua de la Libertad señalando con el dedo índice hacia fuera del marco se lee: " Make America a Better Place. Leave the Country" (Haz de EEUU un lugar mejor. Deja el país).

    Un poco después, el director ejecutivo del CIS, Mark Krikorian, aclara que ese cuadro es un póster de 1968 del Cuerpo de Paz. La agencia federal no pretendía intimidar a los inmigrantes sino animar a los estadounidenses para que salieran a ayudar como voluntarios en el Tercer Mundo.

    "No es nada más que una burla sobre la ideología del denme a los pobres y a los agotados", explica Krikorian sobre su colección: una broma maliciosa contra el símbolo de la apertura de EEUU a los extranjeros.

    Krikorian, de 56 años, trabaja en esta modesta oficina dentro de uno de los edificios de la calle K, la de los lobbies de Washington. Con solo 15 empleados tiene un tamaño minúsculo en comparación con otros grandes think tanks, pero las apariencias engañan. Con el cambio de guardia en la Casa Blanca, los amigos de Krikorian ocupan ahora el poder y él ha pasado de ser figura marginal en Washington a influyente actor político.

    El asesor Stephen Miller, el estratega jefe Steve Bannon o el fiscal general Jeff Sessions son los rostros visibles del frente "America First" en el gobierno de Trump, pero Krikorian y los investigadores del CIS juegan un papel no menos importante en un segundo plano, suministrándoles los estudios con los que promueven sus estereotipos negativos sobre los inmigrantes y su agenda legislativa de fronteras cerradas.

    Esta misma semana, Trump y su joven asesor Miller se ampararon en los estudios del CIS para justificar el proyecto de ley que recortaría radicalmente el número de inmigrantes en EEUU.

    La norma, que supondría la mayor reforma al sistema migratorio legal en décadas, busca dar prioridad a los inmigrantes con mayor educación y alta cualificación laboral en lugar de a los que tengan vínculos familiares en EEUU como sucede ahora.

    Trump dijo el miércoles que más de la mitad de los hogares de inmigrantes reciben algún tipo de subsidio (El Cato Institute y otros han dicho que el dato es una exageración y fue calculado sin ningún tipo de control estadístico razonable), durante su discurso en la Casa Blanca para impulsar la norma.

    Miller también se refirió el miércoles en rueda de prensa a los estudios del CIS que aseguran que los inmigrantes les quitan los trabajos a los estadounidenses, una afirmación también cuestionada por otros estudios. En esa misma intervención cuestionó que la Estatua de la Libertad sea un símbolo de los inmigrantes, sino más bien de "la libertad estadounidense iluminando al mundo".

    Todo sonó a música para los oídos de Krikorian. "Nos citan y eso es la definición del éxito para un think tank", dice satisfecho.

    El CIS también trabajó tras bastidores en la elaboración del borrador de la ley de inmigración legal conocida como RAISE Act, junto con Miller y los senadores que la patrocinan, Tom Cotton (R.- Arkansas) y David Perdue (R. - Georgia).

    "Nos enviaron en un par de ocasiones algunas de las cláusulas para que les diéramos nuestra aprobación", afirma Krikorian que explica que básicamente los autores querían asegurarse de que el texto era del agrado del CIS para evitar que lo criticaran por blando ante los medios de comunicación. "Mi papel se limitó a comprobar que no había minas explosivas".

    Para Krikorian esta semana supone un hito en su larga carrera de 22 años al frente del CIS, puesto que por fin el debate, centrado hasta ahora en los indocumentados gira en torno a la inmigración legal, que él considera la cuestión más importante.

    "La protección de las fronteras es obviamente necesaria pero lo que demanda el interés nacional en mi opinión una reducción de los números de inmigración legal, no solo arrestar a un montón de gente", afirma y vislumbra un futuro cercano en el que EEUU se parecerá más a la sociedad homogénea de los años 60, el momento previo al comienzo del boom inmigrante actual contra el que lucha.

    Criado entre inmigrantes

    Krikorian lleva toda su carrera tratando de esquivar acusaciones de racista e intolerante. Lejos de mostrase como un ogro hostil, parece encantado con la idea de la entrevista con un reportero inmigrante de un medio hispanohablante y durante más de 90 minutos dialoga sobre su trayectoria y la historia del moderno movimiento para restringir la inmigración.

    A diferencia de otros radicales dentro de su movimiento, Krikorian está acostumbrado a tratar con inmigrantes y de hecho se crio entre ellos. Sus abuelos llegaron a EEUU escapando del genocidio en Armenia a mano de los turcos otomanos a principios del siglo pasado.

    En su infancia, la comunidad armenia siempre fue el seno donde sus padres encontraron ayuda y compasión en las distintas ciudades donde vivieron en función del trabajo como chef y manager de restaurante de su padre, tanto en New Haven (donde nació Mark), como en Boston, Cleveland o Chicago.

    Al pequeño Mark sus padres le hablaban en armenio, así que no aprendió inglés hasta que llegó al kinder. Tras estudiar en la Georgetown Univerity y hacer su postgrado en diplomacia en Tufts University, estudió durante dos años en la Universidad de Ereván en la Armenia Soviética. Hoy sigue aún conectado con la comunidad de sus ancestros gracias a que asiste cada domingo a una iglesia armenia en Washington donde ejerce como diácono.

    A muchos les parece una contradicción que haya desarrollado unas ideas tan negativas sobre la inmigración, pero él cree que son precisamente sus raíces las que explican sus ideas: "Conozco bien la experiencia de los inmigrantes y en cierto sentido por eso mismo no tengo una visión sentimentalista o romántica de ella".

    Lo que le arrastró a luchar para cambiar las políticas de inmigración fue su convicción de que los extranjeros deben aprender inglés para integrarse en la sociedad estadounidense.

    Cuando llegó de estudiar en Armenia en 1988, un día tocó en la puerta de US English, un grupo que promueve la asimilación lingüística, y le dijeron que probara suerte más arriba en el mismo edificio donde un grupo nuevo que luchaba por limitar la inmigración, The Federation for American Immigration Reform (FAIR), estaba buscando un escritor de newsletter.

    Tras un breve período Krikorian se aventuró en el periodismo y abandonó FAIR pero las conexiones que hizo allí le sirvieron siete años más tarde para ser contratado como director ejecutivo de CIS cuando el puesto quedó vacante.

    Krikorian tiene un ojo de cristal que le da a su mirada un aire perdido de filósofo. Lamenta que su causa se vea dañada porque algunos "restriccionistas" (así llama a sus correligionarios) que pierden los estribos.

    "Soy un restricctionista de inmigración de estilo NPR", dice jocoso en referencia al tono comedido de la radio pública. Aboga por que los de su movimiento se centren más en la sustancia que en las emociones, "atreviéndose a ser aburridos".

    "Comparado con otros restriccionistas de inmigración él es muy accesible, dialogante y relajado", dice Alex Nowrasteh, analista de inmigración del centro de ideas libertarias y proinmigrante Cato Institute.

    Él asegura que r ecomienda a los suyos que interactúen más con los inmigrantes para no deshumanizarles, porque "a menudo te encuentras con demasiada gente que se deja llevar por esa cosa de que los mexicanos son unos violadores".

    Pero los activistas proinmigración que han tratado con él en debates de radio y es creen que Krikorian no es más que el relaciones públicas de un movimiento basado en el odio y la división.

    "Es exactamente lo que necesita ser: una persona que suena de modo razonable y es amigable con los medios de comunicación", dice Lisa Navarrete, asesora del presidente de UnidosUS, el grupo activista latino anteriormente conocido como La Raza.

    Sus críticos señalan que más que a NPR su estilo se parece a veces al de la web nacional-populista Breitbart, donde es citado con frecuencia.

    Por ejemplo, nueve días después del devastador terremoto de Haití en 2010, Krikorian escribió un artículo que muchos tacharon de racista e insensible: "Supongo que Haití está tan jodido porque no fue colonizado lo suficiente", dijo en la columna para la publicación conservadora National Review. (Las cursivas son del texto original).

    El grupo de monitoreo del extremismo Southern Poverty Law Center (SPLC) denominó por primera vez al CIS en febrero como un "grupo de odio" tras una investigación en la que entre otros motivos alegan que el centro de Krikorian difunde en su newsletter artículos de la web nacionalista blanca VDARE.

    La lista negra del SPLC ha sido criticada por algunos expertos como una excusa para silenciar a grupos de ideología conservadora.

    En un op-ed en el Washington Post, Krikorian protestó por la etiqueta argumentando que la lista "mezcla a grupos que realmente propagan el odio, como el Ku Klux Klan o Nation of Islam, con otros que simplemente no comparten las preferencias políticas de SPLC".

    Buena parte de los ataques al CIS se basan en lo que Krikorian tacha de "culpa por asociación". El CIS fue fundado en 1985 por John Tanton, que hace años cayó en el ostracismo por ser considerado ampliamente como racista. Tanton, un oftalmólogo de Michigan que vive apartado de la vida pública debido a la enfermedad, creó entre los '70 y '90 una red de grupos que configuran el movimiento moderno para frenar la inmigración, entre ellos FAIR y US English (este último se desligó de Tanton por sus ideas extremas).


    Hoy, CIS, FAIR y Numbers USA, son las organizaciones conservadoras de inmigración más prominentes en Washington. Si la primera es un think tank, la segunda se dedica al lobby, y la tercera moviliza a las bases.

    Estos grupos niegan ser racistas y en su lugar alegan que se mueven por una preocupación más amplia con el rápido crecimiento de la población, que consideran peligroso porque hace que escaseen los recursos federales como comida, empleos o infraestructura. Con el paso de los años, su foco se ha movido del "control de población" al "control de inmigración", en parte para evitar asociaciones con políticas como el control de la esterilización y el eugenismo.

    Krikorian lucha contra la etiqueta de "anti-inmigrante" y aduce que CIS es un centro que defiende la "baja-inmigración y pro-inmigrante".

    Dice que CIS es el grupo de inmigración de cualquier ideología que más ha testificado en el Congreso: más de 100 veces en los últimos 20 años (solo desde enero de 2016 Krikorian y sus investigadores han comparecido en diez ocasiones).

    Entre sus éxitos en estos años se incluye haber contribuido al fracaso en 2013 del último intento legislativo de legalizar a millones de indocumentados, para lo que trabajó estrechamente con el entonces senador Sessions y su asesor Miller.

    Para sus rivales del otro lado del debate, Krikorian no es realmente un experto de inmigración sino un investigador
    activista.

    "Su investigación es siempre cuestionable porque machacan los datos para llegar a la conclusión que desean, que es que los inmigrantes son criminales y una carga para EEUU y nuestra economía", le dice a Univision el congresista demócrata por Illinois Luis Gutiérrez. "Es la peor forma de engaño, pero los políticos, los medios conservadores y algunos estadounidenses se la comen porque siempre parece algo legítima a primera vista".

    El profesor de derecho de inmigración de la Universidad de Virginia David Martin dice que aunque no comparte las posiciones de Krikorian valora que los reportes del CIS le permiten presentar un punto de vista contrario a sus alumnos. "Este campo de estudios se ha polarizado tanto que se ha convertido en un reto conseguir que los estudiantes piensen más en profundidad sobre los asuntos".

    Una de las aparentes contradicciones de Krikorian es que él también da empleo a inmigrantes. En su pequeño equipo trabajan Nayla Rush, una investigadora de origen libanés que acaba de hacerse ciudadana, y Kausha Luna, que emigró con sus padres desde Guatemala cuando tenía nueve años.

    Krikorian fichó a Luna para que se dedicara a monitorear los medios de Latinoamérica en busca de tendencias que pasan bajo el radar de los medios angloparlantes de EEUU como por ejemplo el reciente incremento en el número de centroamericanos que piden asilo en México. "Kausha es nuestro sistema de alerta temprana", explica Krikorian.

    Aunque corren buenos tiempos para su movimiento, Krikorian no se fía de Trump, de quien durante la campaña rechazó una oferta para ejercer como portavoz oficioso. Antes de esa propuesta, Krikorian había dicho que Trump era "un megalómano pomposo".

    Le decepciona sobre todo que el presidente no haya cumplido con su promesa de eliminar DACA. Si de él dependiera, solo daría el perdón a los niños llegados en edades muy tempranas y siempre que a cambio se aprueben nuevas medidas de seguridad migratoria.

    "El Dream Act cubre a adolescentes de 14 y 15 años. Eso es ridículo", se queja. "Daría la amnistía a la gente que llegó como niños o bebés, que se hayan criado acá, hayan recibido toda su educación acá, que no tengan un acento".

    En todo caso, Krikorian cree que el clima político le beneficia. "Las fuerzas políticas subyacentes que llevaron a la elección de Trump no van a desaparecer", afirma. "La desconexión de los estadounidenses de clase obrera con las élites sigue ahí".

    Incluso algunos destacados autores liberales como Peter Beinart o Fareed Zakaria han recomendado recientemente a los demócratas que giren hacia la derecha en inmigración. Un editorial de marzo del diario USA Today itía que Trump va en la dirección correcta apoyando un sistema migratorio basado en el mérito.

    Como otros halcones de inmigración, Krikorian cree que en EEUU se avecina un período de escasa inmigración como el que se vivió entre los años 20 y 70 cuando el número de inmigrantes en EEUU se mantuvo entre 10 y 15 millones (entre un 10% y 5% del total de la población estadounidense).

    Actualmente viven en EEUU más de 40 millones de inmigrantes (un 13.5% del total de la población), según datos del Migration Policy Institute.

    Él mismo reconoce que el borrador de ley para limitar la inmigración legal presentado esta semana tiene muy pocas posibilidades de éxito porque un sector de legisladores republicanos se opone tajantemente, pero los promotores han conseguido su objetivo de activar el debate.

    "No va a ser aprobado por este Congreso porque un cambio tan grande como éste necesitaría varios períodos legislativos", explica.

    Pero si Krikorian ha aprendido algo tras años clamando en el desierto es a ser paciente.

    La propuesta de ley, afirma, "es solo un primer paso".

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