Investigar o no investigar, el dilema en torno a la denuncia de Christine Blasey Ford contra Brett Kavanaugh
Si todo sale como espera Chuck Grassley, el lunes el Comité Judicial del Senador que él preside, escuchará el testimonio de Christine Blasey Ford, la profesora universitaria que acusa al nominado a magistrado de la Corte Suprema Brett Kavanaugh de haber intento violarla hace tres décadas, cuando ambos eran adolescentes.
Tras el revuelo que causó la sorpresiva filtración de la denuncia originalmente anónima que Ford presentó por escrito a la senadora por California Dianne Feinsten, la demócrata de más alto rango del comité, y la igualmente impactante aparición pública de la acusadora en un artículo de The Washington Post el domingo, el aceptó posponer el voto sobre la candidatura de Kavanaugh y abrir una sesión especial para conocer las versiones de la acusadora y el acusado.
Parecía una convocatoria lógica, impulsada por la consideración que merece una mujer que asegura haber sido víctima de una agresión sexual por parte de alguien que podría ocupar un puesto de por vida en la más alta corte del país.
Además, en estos tiempos de mayor sensibilidad del problema de la violencia de género y del #MeToo, justo a semanas de las elección de mitad de período, haber ignorado una denuncia de este tipo no habría sido una movida muy astuta políticamente hablando.
Pero Donald Trump y reforzar la facción de jueces conservadores en la Corte Suprema.
Y para demostrarlo se preguntan, ¿por qué no se hace una investigación, a cargo del FBI o de los equipos del Senado?

Desde el principio los abogados de Blasey Ford han dicho que su representada estaba dispuesta a contar su historia a los senadores, aunque luego añadieron la condición de que se hiciera una investigación de los hechos por parte del FBI. Eso también tiene lógica.
Algunos señalan que una audiencia en la que solo testifiquen Ford y Kavanaugh se queda en la palabra de ella contra la palabra de él.
Todo podría reducirse a quien presente el testimonio más convincente y o habrá datos para contrarrestar lo que diga uno o el otro. Será el clásico caso de “ella dice, él dice”. Así que no habrá manera de saber dónde está la verdad.
La única manera de tratar de aclarar un poco las cosas sería con una investigación en la que se pulse los recuerdos de ambos y se entrevisten potenciales testigos que puedan ayudar a reconstruir los hechos.
“Una investigación apropiada debe completarse, testigos entrevistados, evidencia revisada y todos los lados atendidos. Solo entonces debería el presidente del comité establecer una fecha de audiencia”, dijo Feinstein en un comunicado.
El problema es que ni la Casa Blanca, ni el Departamento de Justicia, ni los republicanos quieren activar una investigación del tipo. El arrgumento es que de que estarían jugando el juego de los demócratas, quienes quieren posponer la aprobación de Kavanaugh, en la esperanza de que en las elecciones de noviembre logren quitarle el control de la Cámara Alta.
Es una posibilidad remota, pero que no puede descartarse totalmente.

“No es la función del FBI investigar un asunto como este”, escribió el senador Grassley a los abogados de Ford, añadiendo que el buró se limita a hacer los chequeos de los nominados y que es potestad del comité sopesarlos a la hora de la confirmación.
Hasta el presidente Trump se involucró en el debate diciendo que “parece que el FBI no hace eso” (Aunque esa es justamente la función del buró cuando se trata de revisar la hoja de vida de personas que va a ocupar cargos importantes en el gobierno federal).
Desde que Feinstein pasó la carta de Ford al FBI, este ha informado que la incluyó en el expediente de Kavanaugh e informó a la Casa Blanca de su existencia. La revelación no parece haber ameritado que ese chequeo de antecedentes se reabriera.
El Departamento de Justicia indicó que “la acusación no involucra algún potencial crimen federal”, por lo que el caso estaría fuera de su jurisdicción. Sin embargo, exfuncionarios del FBI han dicho a varios medios que la agencia puede involucrarse si se lo pide el ejecutivo.
Además, los demócratas no piden una investigación criminal federal, sino que se amplíe la revisión de antecedentes de Kavanaugh, como se hizo en 1991 cuando Anita Hill acusó al entonces nominado al Supremo Clarence Thomas -también en la recta final de su confirmación- de haberla acusado sexualmente cuando trabajaba para él diez años antes.
La revisión de Thomas se había cerrado, el Comité ya lo había aprobado y sin embargo la Casa Blanca ordenó al FBI estudiar el caso. Al final, la investigación determinó que el testimonio de Hill no era creíble.
Thomas terminó siendo aprobado por 52 votos a favor contra 48, el margen más pequeño para un magistrado del máximo tribunal en cerca de un siglo.

Quizá no todo pueda aclararse con una investigación.
Hay que considerar el tiempo transcurrido: casi 30 años. No hay evidencia forense y los potenciales testigos podrían tener problemas a la hora de recordar eventos que pueden haber quedado desdibujados en su memoria.
Los sucesos que describe Ford ocurrieron cuando ella y Kakavanugh eran adolescentes, estudiantes de un prestigioso colegio de los suburbios del norte de Washington DC.
El único participante que Ford señala, además de ella y el juez, es el amigo de este Mark Judge, quien ya dejó claro que no tiene nada que decir y que no participó en la agresión que ella describe. Judge no ha sido citado a declarar por el Senado, ni ha sido ado por el FBI para verificar la historia de la profesora, porque no existe una indagatoria en marcha.
La acusadora reconoce que no contó a nadie lo que había sucedido en aquella fiesta, hasta que en 2012 surgió el tema durante una terapia de pareja con su esposo.
En sesiones posteriores, Ford ofreció a su terapeuta más detalles del evento, algo que en una corte legal suele tener valor de corroboración en denuncias de agresión sexual.
Pero el proceso en el Senado no es un juicio, ni para Ford ni para Kavanaugh. El comité no tiene la potestad de realizar un careo para contrastar las versiones y terminar con un veredicto, porque esa no es su función.
Claro que, en buena medida, no podría siquiera intentarlo porque no se ha realizado una investigación imparcial que trate de aclarar lo que sucedió en aquella fiesta juvenil tres décadas atrás.