Mar-A-Lago: la mansión tropical donde Trump llevó la transición para pasar el Día de Acción de Gracias

Mar-a-Lago es la residencia privada de vacaciones del próximo presidente, pero se parece más bien al castillo de un rey.
Donald Trump pasará este jueves junto a su familia el Día de Acción de Gracias en esta mansión y club de élite de 126 habitaciones en Palm Beach, en el sur de Florida. Durante su presidencia podría convertirse en su Camp David privado.
Un fuerte despliegue de seguridad fue puesto en marcha desde el martes por la noche, cuando Trump aterrizó en Palm Beach procedente desde Nueva York. El espacio aéreo sobre la propiedad permanecerá cerrado mientras el presidente electo permanezca en ella.
Trump ha usado Mar-a-Lago como su segunda casa desde que la compró en 1985 por $10 millones (hoy se estima que vale $100 millones). Allí se casó en 2005 con su actual esposa Melania y durante la campaña celebró varios eventos en su homónimo salón de fiestas, Donald J. Trump.
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El sitio web de Mar-a- Lago no ahorra superlativos en su autodescripción. "El esplendor, estilo y elegancia de lo que quizás sea el club privado más bello y exclusivo del mundo es verdaderamente atemporal", asegura la web. El club es calificado de "ultraexclusivo".
La mansión fue construida bajo el encargo de la magnate de los cereales Marjorie Merriweather Post hace 93 años en un terreno de 17 acres (6.8 hectáreas).
Como buena parte de los edificios para ricos que se construyeron por aquella época en el sur de Florida, Mar-a-Lago tiene arcos y ornamentación de estilo hispano-morisco. Para su construcción se emplearon piedras importadas de Italia, azulejos españoles y mármol cubano.
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El nombre Mar-a-Lago es una adaptación del español, ya que la mansión se encuentra entre el Lago Worth y el Mar Atlántico.
Cuando Merriweather Post murió en 1973, donó la propiedad al gobierno federal con la idea de que fuera usada como retiro de verano por los presidentes.
No acabaría empleada para ese fin y diez años más tarde el gobierno la transfirió a la Fundación Post, en parte debido a los altos costos de mantenimiento que ascendían a $1 millón al año. En 1985, Trump compró la propiedad y la usó como residencia privada hasta 1995.
Trump convirtió Mar-a-Lago en 1995 en un club privado. Según explica el propio Trump en el mensaje de bienvenida en la web del club, "con 126 habitaciones resultaba una casa muy grande".
Durante la campaña Trump puso como ejemplo de su "compromiso por la igualdad" su política de puertas abiertas en Mar-a-Lago. El candidato se estaba refiriendo a que no discriminó contra minorías a la hora de aceptar a socios, a pesar de que los hoteles y clubes de Palm Beach y el resto del Sur de Florida tienen un historial sombrío en ese sentido. Pero lo cierto es que pocos pueden darse el lujo de ser socios de este club. Los deben pagar de entrada $100,000 y una cuota anual de $14,000, con un cargo adicional de $2,000 al año en comida, según un reporte de ABC News.
El nuevo rico de Palm Beach
El desembarco del magnate en el exclusivo y sobrio balneario de Palm Beach levantó polvareda. En su momento, hubo quien despreció a Trump por considerarlo un nuevo rico impetuoso.
Al igual que durante la campaña presidencial, el magnate careció de sutileza a la hora de arremeter contra las convenciones impuestas por los ricos residentes de la ciudad.
Un ejemplo de ello se dio en 2006, cuando Trump puso un asta de bandera de 80 pies de alto y una bandera estadounidense enorme en Mar-a-Lago. Las dimensiones y la altura de la bandera superaban las mediciones permitidas por Palm Beach.
En represalia, la ciudad le puso una multa que ascendió a US$ 120,000. Trump contraatacó con una demanda de US$ 25 millones, alegando que estaban coartando su derecho a la libertad de expresión, según recuerda el periodista Frank Cerabino de The Palm Beach Post.
¿Por qué tanto lío por el tamaño de una bandera? La indignación de Trump no tenía que ver meramente con una cuestión patriótica. En el fondo era una jugada comercial, afirma Cerabino.
En su demanda multimillonaria, el ahora presidente electo también buscaba acabar con una regla municipal que obligaba a las grandes empresas comerciales instaladas allí a hacer el 50% de sus negocios en la zona.
Eso significa que la mitad de los de su club privado debían tener algún tipo de vínculo con Palm Beach, algo que le impedía ampliar su cartera de clientes.
Trump no pudo acabar con esta ordenanza, pero su embrollo legal supuso un gran dolor de cabeza para la ciudad. Al final, Palm Beach canceló las multas a cambio de que Trump desistiera de la demanda y donara $100,000 a organizaciones de veteranos de guerra.
El magnate también accedió a bajar la altura de la bandera y cambiarla de ubicación. Pero solamente un poco: la bandera estadounidense de Trump sigue siendo la más alta de Palm Beach, según Cerbino.
Una pequeña victoria y una señal anticipada de hasta qué punto el magnate está dispuesto a dar pelea para salirse con la suya.