Más 4 de Julio y menos 5 de Mayo: ¿la receta de los demócratas para volver a ganar elecciones?

Donald Trump y otros políticos republicanos han visitado la frontera con México para reforzar sus credenciales de ley y orden, pero en 1993 fueron tres políticas demócratas de California las que se adelantaron a sus rivales republicanos de entonces para mostrar sus puños.
Aquella noche de agosto en San Ysidro, California, las senadoras Dianne Feinstein y Barbara Boxer y la fiscal general Janet Reno siguieron varios pasos de un guión familiar: dieron un paseo con agentes de la Patrulla Fronteriza y vieron, dispuestos sobre una mesa, los documentos de identidad falsos usados por los inmigrantes y los coyotes.
Después, en una rueda de prensa, llegó la hora de recriminar al vecino del sur: "México no hace nada por proteger la frontera", dijo Feinstein que añadió una queja por el supuesto lastre de los mexicanos a las arcas públicas californianas: "el día en que Estados Unidos podía ser el sistema de ayudas públicas de México se acabó. Simplemente no podemos permitírnoslo".
Hoy cuesta imaginar a demócratas protagonizando escenas así. Cuando los cargos electos del partido visitan la frontera lo hacen para transmitir mensajes de "fe y amor", como hizo recientemente la líder de la minoría en la Cámara Baja, la representante por California Nancy Pelosi.
Ni siquiera demócratas como Feinstein participan ya en patrullas como la de 1993. Feinstein ha pasado de publicar anuncios de televisión en los que acusaba a sus rivales republicanos de ser blandos con los indocumentados a clamar contra el muro de Trump y a defender como "una parte vital del tejido social de California" a los indocumentados que iban a ser elegibles para DAPA (el nunca activado y recién eliminado programa de protección para padres indocumentados de hijos estadounidenses).
La metamorfosis de Feinstein se explica en parte por el rápido crecimiento del electorado latino en California, un estado que hace dos décadas sufría una fiebre antiinmigrante y hoy acepta su diversidad étnica y lingüística. Los demócratas apelaron a los nuevos votantes con mensajes benévolos, mientras que los republicanos, aún más agresivos que Feinstein, se hundieron en un hoyo del que aún hoy no han salido.
Los demócratas del resto del país han seguido el ejemplo de California -que en 2001 se convirtió en un estado donde los blancos eran minoría- confiando en que el cambio demográfico les depararía victorias seguras.
Según su estrategia, no necesitarían tranquilizar a los blancos escépticos de los beneficios de la inmigración, mientras pudieran movilizar a la emergente base de votantes latinos.
Pero no todos los liberales creen en la hoja de ruta californiana. Tras la derrota sufrida por Hillary Clinton frente a Trump en noviembre algunos han criticado al partido y a la excandidata presidencial demócrata por creer que podría ganar la elección apelando a la identidad de las minorías y hablando en positivo de los inmigrantes (a la manera californiana).
Quienes hacen esos señalamientos, consideran que con sus mensajes Clinton espantó a los votantes blancos e incluso los habría animado a votar por Trump.
El debate lo ha estimulado un reciente artículo en la revista The Atlantic del profesor de periodismo de City University of New York Peter Beinart quien sugiere que el próximo candidato presidencial demócrata debe promover la asimilación y que se respeten las leyes de inmigración.
Beinart habló con Univision Noticias una semana después de la publicación del artículo que incluso ha llamado la atención de la publicación de ultraderecha Breitbart, que destacó que una "revista de izquierdas" recoge algunas de sus propuestas favoritas sobre inmigración.
En su ensayo, Beinart pide que los demócratas abandonen supuestos tabúes sobre los inmigrantes y hablen de "los costos de la inmigración". Recuerda cómo hace poco más de una década figuras destacadas dentro de la izquierda como el periodista Glenn Greenwald, el economista Paul Krugman o el senador y futuro presidente Barack Obama no evitaban cuestionar públicamente la inmigración.
"Cuando veo banderas mexicanas en manifestaciones proinmigración, a veces siento una descarga de resentimiento patriótico", escribió Obama en su libro de 2006 " The Audacity of Hope" (La Audacia de la Esperanza). "Cuando estoy forzado a usar un traductor para comunicarme con el tipo que me arregla mi auto, siento cierta frustración".
Beinart pide que los demócratas pongan la enseñanza del inglés en el centro de su agenda de inmigración sugiriendo que esa estrategia complacerá a los votantes de Trump más intolerantes.
El autor es consciente de que su propuesta se enfrenta a resistencias en el partido, sobre todo por el temor de perder el apoyo de los latinos. "En política siempre existe el riesgo de que si tienes la mano de canicas y quieres agarrar más algunas pueden caer", le dice a Univision Noticias.
Pero los demócratas están divividos sobre el rumbo a seguir. Algunos como el senador de izquierdas Bernie Sanders (en realidad registrado como independiente) quieren que el partido vuelva a ser atractivo para los votantes obreros del Rust Belt que votaron por Trump.
También hay preocupación porque a nivel local y estatal el partido ha dejado de ser competivo. Desde su momento álgido en 2009, los demócratas han perdido un 20% de los escaños del Senado, un 25% de la Cámara Baja, un 45% de gobernadurías y un 53% de las asambleas legislativas, además de la Casa Blanca.
En otro artículo que apareció en diciembre en The New York Times, el profesor de Columbia University Mark Lilla también pedía que los demócratas dejen de "celebrar" nuestras diferencias.
"Una de las muchas lecciones de la reciente campaña presidencial y su resultado repugnante es que se debe poner fin a la era del liberalismo identitario", escribió Lilla.
Y en otro artículo de marzo en el The Los Angeles Times, el senior fellow del Ethics and Public Policy Institute Henry Olsen, predice que la posición de los demócratas en inmigración "les conducirá al desastre electoral".
La lección de California
En principio, el ejemplo de California parece un motivo para ignorar los consejos de Beinart o Lilla. Promoviendo los mensajes étnicos y la defensa de los inmigrantes, los demócratas de California consiguieron en la última década un dominio aplastante.
La campaña para gobernador en 2018 es básicamente una pugna entre demócratas, el partido tiene una ventaja de 19 puntos en la registración de votantes, supermayorías en ambas cámaras de la Legislatura estatal y los republicanos no han ganado ninguna carrera estatal desde 2011.
En los últimos años, California ha hecho casi todo lo posible para legalizar a los indocumentados dentro de los límites de la ley estatal, incluyendo licencias de conducir, ayuda universitaria, licencias profesionales y ocupacionales y, en algunos casos, cuidado de la salud.
Los californianos no solo han aceptado el multiculturalismo, sino que lo promueven. En septiembre, el gobernador demócrata Jerry Brown firmó una ley que diseñaba por primera vez un currículo para los estudios étnicos en las escuelas de California. En noviembre, un 73% de votantes aprobaron en referéndum una proposición para eliminar una norma de los años '90 que acabó con la educación bilingüe en la mayoría de las escuelas.
"La idea de que los demócratas pueden ganar a los votantes blancos tomando posiciones más moderadas no es cierta. Pasa justamente lo contrario", le dice a Univision Noticias Daniel Ho Sang, politólogo de la University of Oregon.
Ho Sang y otros creen que la situación actual del país se corresponde con las batallas culturales y migratorias que vivió California en los años 90 cuando los republicanos se anotaron varias victorias apelando al resentimiento de los votantes blancos contra los inmigrantes hispanos.
Al principio de la década, el mensaje de los demócratas se diferenciaba poco del de los republicanos (como muestra el ejemplo de Feinstein), según relata Ho Sang en su libro "Racial Propositions" (Proposiciones Raciales). Los demócratas ni siquiera tomaron una postura pro-inmigrante cuando el debate migratorio alcanzó su momento de máxima tensión en 1994 durante la campaña de la proposición 187, que negaba los servicios públicos a los indocumentados.
Aquella medida fue la bandera con la que el republicano Pete Wilson buscó con éxito su reelección. La proposición 187 fue aprobada en un triunfo efímero porque los tribunales acabaron tumbándola.
En esa misma década, los republicanos promovieron otras iniciativas que fueron percibidas como dañinas de los intereses de los latinos: la proposición 209, que prohibía la acción afirmativa en la contratación, el empleo y la educación pública (aprobada en 1996); y la proposición 227, que acabó con la educación bilingüe en la mayoría de las escuelas (aprobada en 1998).
En respuesta a lo que eran percibidos como ataques, los latinos se movilizaron a favor de los demócratas, a pesar de que durante los debates de estas proposiciones los líderes del partido trataron de no inmiscuirse, centrándose en otros asuntos.
En la primera década del siglo, la discusión en California cambió por completo. El Partido Demócrata se vio empujado hacia la política identitaria desde abajo por jóvenes latinos activistas que comenzaron a ganar puestos de elección popular. Los republicanos se dieron cuenta del daño que Wilson le había hecho a la marca del partido. Cuando el republicano Arnold Schwarzenegger ganó la gobernación, no lo hizo como un candidato antiinmigrante.
California sufrió duramente cuando estalló la Gran Recesión de 2007, pero los inmigrantes no fueron señalados como chivos expiatorios.
Mientras que hoy la "política identitaria" es ampliamente aceptada por los demócratas de California, algunos republicanos del "Estado Dorado" creen que está teniendo efectos negativos. El estratega republicano Mike Madrid cree que ha supuesto una "balcanización" de la política en California "peligrosa e insostenible".
"El punto de quiebre"
En conversación con Univision Noticias, Beinart, el autor del artículo en The Atlantic dice que está de acuerdo con que California es un modelo de lo que sucederá en el resto del país, pero EEUU está atravesando aún su momento proposición 187.
Estudios sociológicos sugieren que conforme crecen los os entre grupos aumenta la tolerancia. En algún momento los votantes blancos aceptarán la diversidad, pero la cuestión es cuándo se producirá "el punto de quiebre" a nivel nacional, dice Beinart, que también tiene dudas sobre si ese "punto de quiebre" se producirá.
Beinart advierte que los blancos de California son más liberales que los de otros lugares del país.
"En el corto plazo los demócratas pueden sufrir mucho", agrega.
California se convirtió en 2001 en un estado donde los blancos son menos de la mitad de la población. Los demógrafos prevén que esa situación no se dará en todo EEUU hasta 2055.
Los latinos representan un 10% de las personas elegibles para votar en apenas 11 estados y son menos del 5% en otros 27. Solo hay nueve distritos congresionales en los que el 50% de los elegibles para votar son latinos. Por contra, en 275 distritos congresionales, los latinos representan menos del 10% de los votantes.
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Otros creen que los demócratas no deben hacer ajustes, como es el caso del encuestador de la consultora Latino Decisions Gary Segura, quien trabajó para Hillary Clinton en la campaña.
Segura calcula que los demócratas no ganarían votos blancos endureciendo su mensaje de inmigración porque una gran mayoría de estadounidenses - entre un 65 y un 70% de votantes- aprueba una vía para la ciudadanía para los indocumentados. Sin embargo, es probable que algunos votantes latinos de ideología conservadora desertaran.
"Hay latinos que no votarían a los demócratas si no fuera por las posiciones del partido en inmigración", advierte Segura, que también es profesor en la University of California Los Angeles.
Otro riesgo para los demócratas que quieren dejar de usar el español en sus mensajes de campaña sería que los latinos se alejen del partido en un momento en que se reafirma su identidad. Algunos latinos criados en EEUU dicen que en la era Trump se sienten más orgullosos que nunca de hablar español en público.
Beinart cree que el secreto radica en encontrar un equilibrio entre la celebración de las identidades minoritarias y la promoción de la inclusión bajo la identidad nacional.
De cara a 2020, los demócratas deben encontrar un candidato como Barack Obama, que capturó el voto latino al mismo tiempo que enfatizó la unidad de los estadounidenses, : "Obama encontró un cuadro de la identidad nacional estadounidense que a diferencia del de Trump no hacía sentir excluida a la gente, sino más bien les hacía sentir que participaban en una meta común".