Otro día, otro tuit, otro intento de Donald Trump de desviar la atención
El presidente electo ha retomado el gusto por expresarse en Twitter que tanto le sirvió para dominar la conversación política desde que se lanzó al ruedo electoral en julio de 2015.
A las 6.55 am de este martes Trump colocó un mensaje que escandalizó a algunos por el peligro que representa para el respeto a la libertad de expresión consagrada en la Primera Enmienda de la Constitución.
“Nadie debería permitírsele quemar una bandera estadounidense -si lo hacen, debe haber consecuencias- quizá pérdida de la ciudadanía o un año en prisión!!, escribió el futuro presidente de EEUU.
Nobody should be allowed to burn the American flag - if they do, there must be consequences - perhaps loss of citizenship or year in jail!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) November 29, 2016
A algunos quizá podría parecerles muy loable ese arrebato de nacionalismo herido, salvo por el hecho de que es materia zanjada en decisiones de la Corte Suprema que han ratificado una y otra vez esas acciones como amparadas como libertad de expresión.
La de Trump es una opinión que va en contra de lo que él, y por los general los republicanos más conservadores, dicen considerar sagrado: la letra de la Constitución heredada de los padres fundadores de la patria.
De hecho, la defensa de la Segunda Enmienda, que garantiza el derecho al porte de armas , fue uno de los caballos de batalla durante la campaña contra Hillary Clinton, de quien decían que quería arrebatarle ese derecho a los ciudadanos.
Segunda sí, primera no
Entonces, ¿tiene Trump partes de la Constitución preferidas?
Pero la pregunta no debería ser tanto esa, sino por qué el presidente electo se saca de la mano esa referencia a quema de banderas la mañana del martes, cuando tiene otros temas realmente urgentes que resolver: desde la formación de su gabinete, cómo garantizar que no tenga conflictos de interés una vez en la Casa Blanca y la definición de un plan de gobierno que vaya más allá de las generalidades expresadas durante la campaña.
Y la respuesta parece ser simple: es una maniobra de Trump para desviar la atención de cosas sobre las que no quiere hablar o sobre las que no puede dar explicaciones.
Como por ejemplo el revuelo que creó dos días atrás cuando aseguró, sin presentar ningún dato o referencia a estudio alguno, que " millones de personas votaron ilegalmente”, haciéndose eco de una imposible tesis de grupos de ultra derecha y sitios conocidos por la difusión de noticias falsas.
Trump soltó esa bomba y puso a todos a criticarlo, desmentirlo y sacó el foco de atención de los negocios que tiene en todo el mundo, cuyo manejo puede entrar en conflicto con su futura investidura como establece, por cierto la Constitución, en la llamada Cláusula de Emolumentos.
La cláusula, un olvidado artículo que indica que “ningún funcionario elegido puede recibir pagos o “emolumentos” de cualquier tipo de un rey, príncipe o estado extranjero”.
En el caso de Trump, sus empresas podrían recibir pagos de gobiernos, por contratos o por prestación de servicios y eso implicaría una violación de la cláusula, de acuerdo a la interpretación de muchos juristas.
Mientras tanto, Trump sigue disparando exabruptos desde Twitter, como la diatriba de varios de sus seguidores contra un periodista de CNN, Jeff Zeleny, quien aclaró en sus reportes que el señalamiento de que votaron “millones de ilegales” no era cierto. E l magnate decidió amplificar esa pelea retuiteando los mensajes.
Quizá cuando sea presidente, a partir del 20 de enero de 2017, el Servicio Secreto determine que la seguridad nacional desaconseja que tenga a un celular o cuentas de redes sociales y el republicano se concentre en las funciones de gobierno desde la Oficina Oval. O que las reglas de la cuenta oficial @POTUS le imponga cierto control.
Mientas tanto solo queda esperar a ver qué cosas seguirán apareciendo en la línea de publicaciones de la cuenta Twitter, todavía personal, del próximo presidente de EEUU.
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