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    Por qué la Corte Suprema es más crucial que nunca ahora que Brett Kavanaugh ya es magistrado

    El futuro del máximo tribunal era una de las mayores preocupaciones de los que votaron por Donald Trump, quien con Kavanaugh ahora, y con Neil Gorsusch primero, ha cumplido su promesa de reforzar la presencia conservadora en el Supremo.
    14 Oct 2018 – 08:49 AM EDT
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    La designación de Anthony Kennedy ha devuelto al debate público a la Corte Suprema, la institución que tiene el poder para establecer precedentes jurídicos, revisar decisiones de tribunales inferiores y decidir si las leyes o las órdenes ejecutivas del presidente se ajustan a la Constitución.

    Los nombramientos de los jueces del Supremo son cada vez más importantes para los ciudadanos. Según las cifras de un sondeo elaborado en septiembre por el Pew Research Center, un 81% de los votantes demócratas y un 72% de los republicanos dicen que los nombramientos serán “muy importantes” a la hora de decidir el voto en las elecciones legislativas de noviembre. Esas cifras concuerdan con la división ideológica de los magistrados y con la percepción cada vez más partidista del alto tribunal.

    El Supremo decide a menudo sobre asuntos morales o sociales como el aborto, la pena de muerte, la discriminación positiva o el matrimonio entre personas del mismo sexo. La opinión pública ha evolucionado en algunos de estos asuntos y algunas sentencias han ido de la mano de esa evolución.

    Durante la campaña presidencial, los votantes republicanos mencionaban a menudo la Corte Suprema como una de las razones por las que votarían a Trump pese a sus palabras contra las mujeres o contra los inmigrantes. El Supremo era especialmente importante para los evangélicos y para los católicos más conservadores, que veían en Trump un aliado para derogar Roe vs Wade, la sentencia que legalizó el aborto en EEUU en 1973.

    La entrada del conservador Kavanaugh podría facilitar esos cambios. Quizá por eso casi la mitad de los ciudadanos se oponían a la designación de Kavanaugh incluso antes de las acusaciones de abusos sexuales. Entre ellos un 65% de los hispanos, según un sondeo publicado por NBC.

    Pese a todo, el Supremo es una institución mucho más popular que el Congreso y que el presidente. Según Gallup sólo un 41% desaprueba su actuación. Esas cifras han repuntado en los últimos años y son las mejores desde 2009.

    Claro que hay que calibrar el efecto que pueda tener entre la opinión pública el convulsionado proceso de confirmación del juez en el Senado, cuya pugnacidad quedó reflejada en la votación final con la que fue aprobado: por 50 votos a favor y 48 en contra, la menor cantidad recibida por un magistrado.

    Poder supremo

    La Corte Suprema es una institución muy poderosa en Estados Unidos. Sus jueces pueden revisar las sentencias de los tribunales inferiores y decidir si una ley o una orden ejecutiva del presidente se ajusta a la Constitución. También pueden revisar decisiones de la propia Corte Suprema y decidir sobre los recuentos electorales como ya ocurriera en las elecciones presidenciales del año 2000.

    A medida que ha crecido la polarización, la composición de la Corte Suprema ha ganado importancia en Estados Unidos. A menudo los casos más relevantes se deciden por la mínima diferencia de votos y los magistrados votan según su perfil progresista o conservador. Durante la última década, el tribunal ha estado dividido en dos mitades con un voto cambiante: el del juez Anthony Kennedy, que dependiendo del caso votaba en una o en otra dirección.

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    ¿Qué repercusiones traerá para el país la confirmación de Brett Kavanaugh en la Corte Suprema?


    La renuncia de Kennedy y la designación de Kavanaugh han roto ahora ese equilibrio y auguran una tribunal más escorado a la derecha en un momento importante para el país. Es probable que los magistrados se vean obligados a decidir en los próximos meses sobre el futuro de DACA y potencialmente también sobre un proceso de destitución de Trump.

    Cinco de los jueces de la Corte Suprema fueron nombrados por presidentes republicanos y cuatro por presidentes demócratas. Ninguno lleva más tiempo que el conservador Ruth Bader Ginsburg, que en marzo cumplirá 86.

    Muchos demócratas reprochan a Ginsburg no haber dejado el cargo cuando el presidente Barack Obama podía designar a su sucesor. Pero no está claro que hubiera sido capaz de hacerlo.

    El episodio Garland

    Al morir el conservador Merrick Garland como sustituto de Scalia. Unos meses después, Trump ganó las elecciones y designó para el cargo al conservador Neil Gorsuch, cuya confirmación salió adelante en el Senado con 54 votos a favor.

    La designación fallida de Garland disparó el interés por la Corte Suprema durante la campaña presidencial de 2016. Según las cifras del sondeo a pie de urna, los nombramientos de los jueces del Supremo eran “el factor más importante” o “un factor importante” para un 70% de quienes fueron a votar. Ese porcentaje, algo superior entre los votantes de Trump que entre los de Hillary Clinton, apenas era un 54% en 2008.

    Según cifras del Pew Research Center, un 57% de los ciudadanos se declaran a favor del aborto en todos o en la mayoría de los casos y un 40% se declara en contra. Son las cifras de apoyo más altas de las últimas dos décadas. La opinión de los hispanos está mucho más dividida: un 49% está en contra y un 50%, a favor.


    El apoyo a la pena de muerte experimentó un pequeño repunte este año después de caer más de 20 puntos en las últimas dos décadas. Según las cifras de Pew, un 54% de los estadounidenses se declara a favor de la pena de muerte y un 39%, en contra. Los porcentajes son mucho más ajustados entre los hispanos: un 49% está en contra y un 47%, a favor.

    La discriminación positiva es muy popular en Estados Unidos. Un 71% de los ciudadanos (y un 83% de los hispanos) se declara a favor según las cifras de Pew. El matrimonio entre personas del mismo sexo también tiene el respaldo de la mayoría: un 60% de los hispanos y un 62% de la población general.

    Por ahora este curso se antoja tranquilo para la Corte Suprema, que decidirá sobre casos importantes pero menos sonoros que algunos de los del año pasado: la objeción de conciencia en casos asociados al matrimonio entre personas del mismo sexo, el rediseño de los distritos electorales o el veto migratorio de Trump. El tribunal decidirá por ejemplo si una cruz que conmemora la I Guerra Mundial viola la separación entre Iglesia y Estado o si las autoridades pueden ejecutar a un preso con demencia que ya no recuerda el crimen que cometió.

    Esa paz relativa podría cambiar por las acciones del fiscal especial Robert Mueller y por lo que ocurra en otros tribunales con DACA, que podría llegar antes de junio de 2019 al alto tribunal. La mayoría conservadora en la Corte Suprema podría ayudar al presidente en estos y en otros asuntos, y quizá incluso empezar a revisar precedentes que el tribunal estableció cuando tenía un perfil menos conservador.

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