De maestra de educación especial pasó a ser traductora y ayudar a los padres de sus alumnos a sobrevivir durante la pandemia

Para niños con discapacidades de aprendizaje como Yaretzi, de 10 años, tener una rutina es una parte fundamental de su educación.
Desde que tenía dos años, cada día la niña se despertaba a las siete de la mañana en la habitación que comparte con sus tres hermanos, y caminaba siete cuadras hasta la escuela Nancy DeBenedittis, PS-16. En el camino, ella y su mamá, pasaban tamaleros en las esquinas, bodegas llenas de gente comprando café, y Corona Plaza, que desde mucho antes del amanecer se llena de trabajadores de todo el mundo esperando el tren 7 a Manhattan, en Nueva York.
Pero a principios de marzo, de un día para otro, la rutina diaria de Yaretzi desapareció. En un mes, su barrio de Corona, en Queens, al oeste de la ciudad, ha sido distinguido como "el epicentro del epicentro" de la pandemia de coronavirus, donde al cierre de esta nota se repostan 3,304 muertes: más que cualquier barrio en Nueva York.
Casi nada en la vida de Yaretzi se parece a lo que era hace un mes, a excepción de una voz que le es muy familiar: la de su maestra ‘Ms Guerra’.
Para toda la familia de Yaretzy, ‘Ms Guerra’ (como le llaman todos) no es solamente una maestra, sino una conexión fundamental con el mundo. “Ella me ayuda”, comenta L. S., la mamá de Yaretzi, que es mexicana. “Yo no sé leer o escribir. Le pido ayuda a ‘Ms Guerra’ para cualquier cosa que yo necesito”.
Apoyo en el luto y mucho más
La educadora Janina Guerra León ha trabajado en la escuela Nancy DeBenedittis PS-16 por 10 años como una asistente bilingüe de educación especial. Pero desde que la pandemia del coronavirus comenzó a diezmar la comunidad de sus estudiantes, ella no es solamente una terapista para los niños, sino un salvavidas para familias enteras que se encuentran sin trabajo, sin comida, y en varios casos, dentro de un proceso de luto por la muerte de un familiar.
“Es una responsabilidad grande”, comenta la educadora, una mujer de origen ecuatoriano de 32 años quien trabaja con 11 niños del cuarto grado en el programa de educación especial. Aparte de impartir clases, ella pasa sus días conectando familiares con servicios vitales a los que por varias razones no pueden acceder.
“Ellos necesitan información real. El reto número uno para la mayoría es la limitación del lenguaje, pero también les paso información sobre dónde conseguir comida, y recursos de migración”.
Una crisis encima de muchas
‘Ms Guerra’ (señorita Guerra, en español) pasa sus días navegando sistemas burocráticos para conectar a sus 11 estudiantes y sus familias con el mundo.
Además de sus clases diarias, ella cuenta que ocupa sus días en llenar aplicaciones en el departamento de Educación para que sus estudiantes reciban ipads; espera horas en el teléfono con compañías de internet para asegurar que llegue a las casas de sus estudiantes; traduce documentos a través de mensajes de voz en WhatsApp; les ayuda a llenar el Censo 2020, o simplemente hace actividades de apoyo emocional para ellos.
Después de que una de sus estudiantes que sufre de una enfermedad neurológica perdió a un familiar cercano por el covid-19, ella y otra maestra con la que trabaja comenzaron a hacer videollamadas diarias con la niña para platicar y calmarla.
“Nos llamábamos en las noches o en las tardes por video. Nos enfocamos en calmarla porque nos preocupamos mucho de que le diera un ataque, lo cual terminaría por enviarla al hospital”.
A pesar de los esfuerzos de ‘Ms Guerra’ y sus compañeros, aún hay estudiantes que quedan fuera del sistema debido a la crisis preexistente de pobreza y falta de recursos.
“Tengo un estudiante que vive en un albergue con su familia. Allí no tienen internet, así que cuando se acaba los datos del celular se acaba el ‘ remote learning’ (aprendizaje remoto) del niño”.
“Son paisanos míos”
“Es muy fácil para mí empatizar con las experiencias de los padres, porque yo he vivido cosas similares”, explica la maestra Guerra, quien vino a la ciudad de Nueva York a los 15 años después de que sus papás experimentaron dificultades económicas en Ecuador.
“Siempre digo lo mismo, son paisanos míos. Muchos maestros no entienden estas cosas. Yo vivía en Corona Queens durante los primeros tres años que trabajé en esta escuela, es mi comunidad. Yo pasé por muchas de las dificultades que ellos pasan. Soy inmigrante, y estuve un tiempo sin papeles y sin poder hablar el idioma”.
Después de que sus padres se jubilaron y regresaron a Ecuador, Guerra se quedó sola en los Estados Unidos. Como muchos de los padres migrantes con quien trabaja, la pandemia la ha provocado cuestionamientos sobre qué hace aquí en Estados Unidos tan lejos de sus familiares. “Yo todos los años intento ir al Ecuador a principios de abril por el cumpleaños de mi sobrino. Toda mi familia vive allá, y para mí es muy importante las pocas veces que puedo ir a verlos”. La maestra también contó que tuvo que cancelar su viaje de este año.
“Lo que más miedo me da es enfermarme mientras estoy sola aquí. Pero a pesar de lo que estoy pasando, viendo lo que mis alumnos están pasando, y viendo lo que el mundo está pasando, me siento afortunada de tener un sueldo todavía, de tener comida y un techo. Me ha hecho valorar más mi vida”.
“Tenemos que comer”
Aunque la madre de Yaretzi cuenta con la ayuda de la maestra para traducciones y algunas cosas muy importantes, tiene otras preocupaciones, como las económicas. “Gracias a Dios mi esposo sigue trabajando”, dijo L.S., y recuerda que tiene una renta de más de 2,000 dólares pendiente el mes que viene.
Por lo regular su esposo trabaja alrededor de 70 horas a la semana repartiendo comida en bicicleta para un restaurante en Manhattan. Después de que se cerró al restaurante donde trabajaba, comenzó a trabajar para una tienda de comida llevando alimentos a domicilio en su bicicleta.
A pesar del riesgo que corre su esposo en su trabajo, L.S. se mantiene optimista, y cuenta sobre las precauciones que toman para evitar el contagio en la casa. “Gana poquito, pero es suficiente para pagar lo necesario aquí”.
A diferencia de muchos de sus vecinos, dice que su familia aún tiene comida para dar a sus hijos.
"Algo tiene que cambiar"
Para Guerra, la pandemia es un momento para entender la educación como algo integral, “los maestros tienen que comenzar a ‘ think outside the box’ (pensar fuera de la caja)”.
“Tenemos que pensar lo que está pasando en la vida de la gente, no solamente dentro del aula... Si vamos a meternos en sus vidas a ver si hacen la tarea, también me gustaría poder meternos en sus vidas y darles información”.
Para ella, que forma parte de la Federación Unida de Maestros (UFT por sus siglas en inglés), es importante que se reconozca que el número de muertos es proporcional a la desigualdad económica y racial que se aprecia durante décadas en barrios como en el que habitan sus estudiantes.
“Es una frustración ver que en el país más rico del mundo, hay una desigualdad tan grande. Me afecta ver cómo la gente sin dinero se puede morir. La vida de la gente no vale si no tiene dinero”.
A pesar de que el número de muertes en Nueva York parece estar finalmente disminuyendo, la lucha de ‘Ms Guerra’ para conectar a las familias con quien trabaja con recursos y servicios vitales, recién comienza.
La mayoría de esas familias han quedado fuera de los paquetes de estímulos federales y no califican para el desempleo debido a su estatus migratorio.
Ella considera que la lucha no comenzó aquí, y no terminará aquí. “Algo tiene que cambiar, y tenemos que cambiar”, dice la maestra.
(*) Ariel Goodman forma parte del Programa de Periodismo en Español de la Newmark-J School de CUNY (NYC), cuya cátedra trabaja en alianza con Univision Noticias y ProPublica para cubrir el tema del coronavirus. / Coordinación Univision Noticias: Tamoa Calzadilla / ProPublica y CUNY: Adriana Gallardo e Inti Pacheco.