En el ojo de la pandemia: así se extendió el coronavirus por una pequeña ciudad de inmigrantes en Iowa
Cuando María del Carmen Castellanos vendió su popular restaurante mexicano en Los Ángeles hace siete años, se unió al flujo constante de familias latinas que han buscado el ritmo de vida más apacible de las zonas rurales de Iowa.
Su plan era pasar más tiempo con sus hijos y nietos, pero el coronavirus trastocó todos sus planes, y convirtió su vida en una interminable montaña rusa.
Su esposo de 42 años, Salvador Ortega, pasó casi siete semanas en el hospital luchando contra el coronavirus, mientras la enfermedad atacaba a tres generaciones de su familia en la pequeña ciudad de Columbus Junction, cuya principal fuente de ingresos proviene de la industria del procesamiento de carne.
"Es mi mitad. Él ha sido mi compañero de trabajo toda la vida. Siempre juntos para todos lados. Porque siempre ha estado apoyándome en lo que me gusta hacer... la cocina", dijo.
La historia de Carmen es la típica de muchas familias latinas en Iowa, el mayor productor de carne de cerdo del país y corazón de su industria de procesamiento de carne con un sinfín de plantas procesadoras distribuidas por sus vastas llanuras.
Alrededor de 11,000 casos de coronavirus están vinculados a la industria del procesamiento de carne, según un análisis de registros públicos del diario The Washington Post. Han fallecido al menos 45 trabajadores.
También es representativo del drástico cambio demográfico en el sureste de Iowa, que cuenta con una población latina que se remonta a más de 150 años, y que ha estado creciendo rápidamente en las últimas dos décadas gracias, en gran medida a la industria, del procesamiento de carne.
El mes pasado, el brote de covid-19 en la planta procesadora de carne de Tyson en Columbus Junction, convirtió al Condado de Louisa en uno de los mayores puntos de infección per cápita del país.
La planta cerró el 6 de abril después de que 166 trabajadores dieran positivo al virus. Posteriormente murieron dos.
Los 349 casos en el Condado de Louisa (con una población de 11,000 habitantes) pusieron su tasa de contagio por encima de la de la ciudad de Nueva York.
Primero fue el yerno de Carmen, un trabajador de la planta procesadora de carne local de Tyson, quien cayó enfermo. Luego, rápidamente, le siguieron su hija, María, y sus seis hijos. Los padres de José también enfermaron.
La sobrina de Carmen, Lourdes, quien trabaja en una planta procesadora de carne en la cercana ciudad de West Liberty, también se contagió.
Después de contraer el virus, la situación de Salvador se deterioró rápidamente, agravada por su diabetes. Lo trasladaron de urgencia al hospital el 13 de abril y le pusieron en un respirador al día siguiente.
En los momentos en que no estaba hablando por teléfono con el hospital, Carmen seguía preparando comidas en el restaurante mexicano, Antojitos Carmen, que la pareja abrió en Columbus Junction poco después de mudarse allí.
"Está difícil aquí la situación… es bien duro. No hay negocio, no hay nada", dijo a principios de este mes, incluso intentando poner su mejor cara mientras hablaba sobre su última videollamada con Salvador, en el hospital de Iowa City, a unos 40 minutos al norte en coche. "Él no se puede mover nada. No sé si entiende lo que está pasando. Tampoco nosotros entendemos", dijo.
Columbus Junction
En la década de 1850, antes de que Columbus Junction se convirtiera en ciudad, los ganaderos hispanos se asentaron en el área. Pero la presencia de inmigrantes ha crecido de forma importante en las últimas dos décadas.
"Hay muchos pueblos ahora donde los hispanos son una presencia grande", dice Rafael Morataya, director del Centro de Justicia Laboral del Este de Iowa. "Todos los pueblos ahora tienen taquerías. Hay pupusas en Ottumwa", añadió Morataya, quien es originario de El Salvador.
La economía de Iowa tuvo dificultades para superar la recesión de 2008, y su recuperación se le atribuye a la afluencia hispana.
"Cuando vemos a Carmen y su familia, tres generaciones, vemos una familia que ha ayudado a reconstruir Iowa después de la recesión", dijo Joe Henry, director político de Iowa para la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC, por sus siglas en inglés). "No podríamos haberlo hecho sin la diversidad", añadió.
Aunque Iowa sigue siendo uno de los estados con mayor cantidad de población blanca del país, pues los hispanos representan apenas el 6.4% de la población, Columbus Junction, es quizás el camino hacia el futuro. Casi todos los letreros de las empresas están en español y esta ciudad rural de menos de 2,000 habitantes, a unos 230 kilómetros al oeste de Chicago, tiene cuatro taquerías.
En la escuela local, 400 de los 698 estudiantes son hispanos, según datos del consejo escolar.
Casi un tercio de las empresas locales son propiedad de latinos, según el centro de desarrollo comunitario local. "Los tacos son deliciosos, los vestidos de quinceañera son hermosos y siempre hay mangos frescos, aguacates y jalapeños", dice en su sitio web.
También hay una creciente comunidad de refugiados de Myanmar (Birmania).
Antojitos Carmen
Después de abrir su local en Main Street, Antojitos Carmen rápidamente se convirtió en uno de los lugares más populares de la ciudad, inspirado en el exitoso restaurante con el mismo nombre que Carmen tenía en el barrio de Boyle Heights en la periferia oriental del centro de Los Ángeles.
Carmen abandonó Michoacán hace 30 años con su esposo y sus tres hijos, y trajo con ella las recetas y el amor de su madre por la cocina.
Se hizo famosa en Los Ángeles por preparar comida callejera al aire libre en la década de 1980, antes de lanzar su restaurante en la avenida César Chávez. En el proceso, recibió críticas favorables por sus platos mexicanos tradicionales, como tacos al pastor, gorditas y quesadillas.
Su burrito mojado "se hizo famoso", recuerda.
Un escritor gastronómico de Los Ángeles elogió su huarache de huitlacoche, una masa de maíz frita con frijoles y cebollas salteadas, cubierta con lechuga y queso deshebrado y una salsa de habanero llamada 'El Chamuco', el diablo, "por su capacidad de infiltrarse en tu alma".
En las paredes, Carmen colgó fotos del pueblo de Yurécuaro, en el noroeste de Michoacán, de donde provienen ella y Salvador y donde vive su madre de 90 años, también cocinera.
"Somos 10 hermanos todos cocineros", dice ella. Tres viven en Alberta, Canadá, dos en California y otro en la Ciudad de México.
Carmen guarda recuerdos de Michoacán tatuados en sus brazos, incluyendo las famosas mariposas monarca que migran a sus bosques en invierno.
Carmen se mudó a Iowa después de que José, su yerno, perdió su trabajo durante la recesión de 2008 y se fue al este en busca de empleo.
José y su esposa consiguieron empleos en la planta de Tyson en Columbus Junction, que emplea a unas 1,400 personas.
“Un pueblito acogedor”
Cuando Carmen vino de visita a Iowa en vacaciones, se enamoró de la paz y la tranquilidad, en comparación con todo el ruido de las sirenas de policía en Los Ángeles. "Venía a visitar, a descansar", dice.
Cansada de trabajar de pie todo el día, decidió vender el restaurante y mudarse a Iowa para siempre hace unos siete años. "Columbus es un pueblito acogedor. Puro fresco, muy verde. Se oían nada más los conejos corriendo", dice ella.
No planeaba volver al negocio, pero pronto se aburrió de no hacer nada. "Dije a mi esposo, yo no voy a aguantar aquí. Nosotros sin hacer nada, es desesperante estar así, aburrido", añade.
Cuando se enteró de un local vacío en la calle principal, se lanzó nuevamente, y abrió su segundo Antojitos Carmen, con el mismo menú y fotos de Michoacán en las paredes.
El letrero afuera dice ' Auténtica comida mexicana. Estilo casero'. Pronto tuvo gente haciendo cola afuera, muchos de ellos trabajadores de la planta de Tyson.
Entonces, compró el local contiguo y abrió un arco que une ambos locales, creando espacio para 30 mesas. El lugar estaba abarrotado, especialmente los fines de semana.
"Mucha gente de la que trabaja en la planta, nosotros cocinábamos para ellos. Ellos llaman para hacer el pedido y nosotros les tenemos su orden", dijo Carmen.
Todo esto se paralizó repentinamente cuando llegó el virus a finales de marzo.
El virus ataca
Después de que se ordenó el cierre de los negocios, Carmen intentó mantener el restaurante abierto para ofrecer servicios de entrega.
"Pero llegó el momento en que el mismo virus ya no nos dejó trabajar. Pues, ya no pudimos, es un dolor de cuerpo, de todo", dijo.
Carmen cree que una clienta puede haberla contagiado. Estaba sentada en una mesa con alguien que acababa de salir del doctor. "Yo le pregunté si le había hecho el test y me dijo que el doctor le había dicho que nada más fue una gripa. Ella ya tenía ese virus", dijo.
En el restaurante tomaron todas las precauciones necesarias, limpiaron las mesas y se colocaron mascarillas. Después de que la familia de su hija se enfermó, ella cocinó y repartió comidas para las ocho personas.
"Tratamos de llevar las cosas de lo mejor posible", dijo. "Todos estaban tirados en la cama. Con tés, con Tylenol", dijo. A los más grandes les dio más duro. A la madre de su yerno la internaron una semana.
El más grave fue su esposo. "Aparte de todo lo que hacíamos por estar nosotros bien, le pegó muy fuerte", dijo ella.
Separación
Bajo la política de tratamiento de coronavirus del hospital, ella no podía quedarse con él, ni siquiera visitarlo. Se comunicaban mediante Zoom con la ayuda de las enfermeras de Salvador. Salvador estuvo sedado durante varias semanas, y todo lo que las enfermeras podían hacer era mostrar fotos y videos e intentar explicarle su situación a la familia.
Después de 42 años juntos, la separación fue la parte más difícil. " Es una cosa muy dura separarnos, en esta situación", dijo ella, bajando la cabeza y reprimiendo sus emociones.
Salvador se hacía cargo del negocio. Él tenía las llaves. Tenía la contraseña de la computadora del restaurante, el código PIN del cajero automático.
"Ahora tengo que hacer todas las cosas. Yo cargo todas las llaves. Pero ahora se me olvidan las cosas. Estoy con la mente ... es por la pena", dice ella.
El Dr. Zabner
Pero Carmen se sintió aliviada de descubrir que su esposo estaba en buenas manos. Al principio, descubrió que uno de sus doctores era cliente del restaurante.
"Un día me preguntó, '¿de dónde eres?' Le dije 'de Columbus Junction', y él respondió; 'Yo voy muy seguido a Columbus Junction a comer en un restaurante mexicano, Antojitos Carmen'".
A lo que Carmen respondió: "¿Sabes con quién estás hablando tú? Con Carmen, la que cocina en Antojitos".
"Le dije yo a él, por la confianza, ‘te encargo mucho a mi esposo, pues yo quiero que salga pronto y que salga bien'. Me dijo; ‘ a tu esposo yo le voy a cuidar como si fuera mi papá, y eso me dio tranquilidad porque yo sé que está en buenos manos".
Cuando supo quién era su médico, a Salvador le gustó la idea de que se invirtieran sus papeles.
"A mi esposo le dio gusto. Me dijo, ‘esa persona, siempre que va, come en la mesa dos'", le dijo a Carmen.
En una entrevista, el doctor Joseph Zabner, director del departamento de atención pulmonar del Hospital de la Universidad de Iowa, dijo que se hizo fanático del primer Antojitos Carmen cuando leyó una reseña en el Los Angeles Times.
Una vez que se dio cuenta de quién era Carmen "nos creamos una buena empatía entre los dos".
Cuando comenzaron a llegar pacientes en marzo, Zabner dijo que el personal del hospital notó rápidamente que muchos eran latinos de las plantas procesadoras de carne.
"En el departamento pulmonar tenemos muchos latinos y nos pusimos de acuerdo para nosotros llamar a los familiares de los pacientes todos los días a darles un reporte de cómo estaba su familiar en la terapia intensiva", dijo.
Parte del personal que no habla español tenía problemas para comunicarse con los familiares de los pacientes latinos. "Pero cuando nosotros les explicábamos, entendían lo que estaba pasando … podíamos darles cierto grado de optimismo, al mismo tiempo decirles la gravedad de esta enfermedad", dijo.
Zabner dijo que cuando Salvador ingresó al hospital el 13 de abril ya estaba en malas condiciones. "Tenía insuficiencia renal y necesitaba mucho oxígeno". Al día siguiente, el día que Salvador cumplió 64 años, le pusieron un respirador artificial.
Cuando Salvador se recuperó lo suficiente como para respirar sin ayuda de la máquina, sufrió un retroceso al día siguiente y tuvo que someterse a una traqueotomía, un procedimiento quirúrgico en el que le insertaron un tubo en el cuello para ayudarlo a respirar.
"Él tuvo mucha suerte", dijo Zabner. "Pacientes de esta gravedad tienen una mortalidad muy alta. En varios lugares de Estados Unidos han reportado mortalidad de 80%, 90%. Y en nuestra universidad es mucho más baja la mortalidad. Pero igual él ha sido muy afortunado de haber salido con vida de esta enfermedad", dijo.
'Trabajadores esenciales'
La planta de Columbus Junction ha recuperado su capacidad total desde que se reanudó gradualmente la producción el 21 de abril.
El yerno de Carmen se encuentra entre quienes han regresado al trabajo.
Después de que más plantas se vieran obligadas a cerrar en todo el país, el 28 de abril, el presidente Donald Trump emitió una orden ejecutiva en la que catalogó las plantas de procesamiento de carne como "infraestructura crítica" para garantizar el suministro de carne de la nación.
Los críticos advirtieron de un riesgo continuo para la salud de los trabajadores a menos que se introdujeran nuevas medidas de seguridad en la línea de producción.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) dio a conocer las directrices recomendadas, pero la Casa Blanca se negó a hacerlas obligatorias.
" Las plantas se han convertido en incubadoras del virus porque los trabajadores se han visto obligados a trabajar muy cerca unos de otros, con muy poco tiempo para descansos", dijo Joe Henry, el director político de LULAC en Iowa.
"¿Quién va a pagar las facturas médicas de todas las personas que se enferman?", añadió, y señaló que los trabajadores de las plantas procesadoras de carne apenas ganan 40,000 dólares al año.
Tyson no quiere decir cuántos de sus trabajadores se han enfermado.
"La salud y seguridad de los de nuestro equipo, sus familias y comunidades es nuestra principal prioridad, y tomamos esta responsabilidad muy en serio", dijo la compañía en un comunicado.
La compañía dijo que se han implementado "medidas de protección de distanciamiento social" que cumplen con las directrices establecidas por los CDC.
Eso incluye controles de temperatura antes de cada turno, protectores faciales y barreras de plexiglás para las estaciones de trabajo, y pruebas selectivas de covid-19.
"Están haciendo medidas buenas para que la gente siga trabajando", reconoció Carmen. Pero, como muchos, se pregunta si podrían haberlo hecho antes.
"Como dice el dicho; ‘Después de niño ahogado, tapan el pozo", dijo.
"La gente tiene que trabajar"
Como resultado, su familia y muchas otras pueden haber sufrido innecesariamente.
"La verdad, nos duele mucho", dijo Carmen. "Estuvo muy mal que no hayan tomado las medidas de seguridad, sabiendo que el pueblo se mantiene de esta planta", añadió.
Algunos políticos han culpado a los trabajadores de la industria de carne de propagar el virus, diciendo que lo llevaron de sus hogares a la planta. "Creemos que el 99% de lo que está sucediendo ahora no se produjo dentro de las instalaciones", dijo la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem. "Fue más en casa donde estos empleados iban y propagaban parte del virus porque muchos de ellos viven en la misma comunidad, el mismo edificio, a veces en el mismo departamento", añadió.
Comentarios como éste no son bien recibido entre los trabajadores, los líderes de la comunidad local o el Dr. Zabner, inmigrante venezolano de 58 años de edad que llegó a Estados Unidos hace 30 años, casi al mismo tiempo que Carmen.
"Es triste oír a ciertos políticos decir que éste es un problema de los latinos. Es pasar la culpa a las víctimas", dijo. " No hemos visto una epidemia de coronavirus en latinos, solamente los latinos que trabajan en la planta de Tyson", añadió.
De hecho, es más probable que lo cierto sea lo contrario de lo que dijo la gobernadora.
"Epidemiológicamente es muy probable que el lugar de o fue en la planta", dijo Zabner. "Las plantas de tratamiento de carne son lugares donde hay mucha gente trabajando muy cerca una a la otra, la temperatura es baja," agrega.
Además, los primeros pacientes del hospital provenientes de las plantas procesadoras de carne no recibieron equipos de protección ni se les dijo que cumplieran medidas de distanciamiento social, dijo.
Es posible que algunos trabajadores enfermos hayan ido a trabajar, por ignorancia o preocupación por perder el sueldo, y por las horas extra de las que dependen muchas familias para llegar a fin de mes y ahorrar un poco.
" La gente tiene que trabajar”, dijo Carmen. "Nosotros los latinos somos así. Que queremos trabajar, trabajar, trabajar, a costa de lo que sea", añadió.
"Nadie estaba preparado"
Sin duda, aunque muchos dicen que Tyson podía haber tomado medidas antes para hacerles pruebas de detección del virus a los trabajadores e introducir medidas de distanciamiento social, la compañía no tiene toda la culpa.
" Yo no culpo a la planta, porque el virus es un enemigo invisible que la verdad no se sabe por dónde llega", dijo María, la hija de Carmen, que también trabajó siete años en la planta.
"Yo pienso que si hubiera sabido lo que iba a pasar … la planta hubiera protegido a sus trabajadores desde mucho antes. A lo mejor tomaron las medidas apropiadas un poquito tarde", añadió.
Muchos en la ciudad comparten esa opinión y no están dispuestos a echarle toda la culpa a Tyson. "Nadie estaba preparado. No fue sólo Tyson, ni Columbus, fue el mundo entero", dijo María Gómez, vicepresidenta del Distrito Escolar de la Comunidad de Columbus, una inmigrante mexicana oriunda de Guanajuato.
Gómez, de 34 años, está casada con un ex trabajador de la industria del procesamiento de carne nacido en México y conoce bien la planta por sus visitas para impartir clases de ciudadanía en el lugar.
Recientemente visitó la planta para ver las medidas de seguridad que Tyson ha implementado. Describió las cámaras termográficas en la entrada cuyo objetivo es comprobar la temperatura de los trabajadores. Se erigieron dos grandes carpas para Dakoexpandir el área de descanso. La compañía aumentó la distancia entre los microondas en los comedores.
"No creo que nadie estuviera tan preparado como probablemente debía estarlo para esto", dijo Frank Best, de 51 años, un concejal de la ciudad que se costeó su carrera universitaria con su trabajo en la planta de Tyson.
"Es difícil para las empacadoras. Tienen líneas [de producción] que tienen que moverse a cierta velocidad porque tienen que satisfacer las demandas del mercado", añadió.
Best y otros dicen que los empacadores de carne merecen más reconocimiento por el trabajo esencial que ahora deben realizar. Al igual que muchos ex trabajadores, Best describió las agotadoras condiciones de trabajo que dejan a muchos empacadores de carne con lesiones permanentes.
"Algunas mañanas no podía abrir mis puños porque estaban muy adoloridos e inflamados", dijo, recordando cómo sumergía las manos en cera caliente antes de comenzar su turno. "Metes las manos para relajar los músculos", dijo.
Volver a una vida normal
Carmen volvió a abrir el restaurante el 15 de mayo, aunque por ahora sólo se le permite operar al 50% de capacidad bajo las directrices de salud pública ante la epidemia de covid-19.
Salvador finalmente regresó a casa el viernes.
Carmen y María pasaron los últimos días organizando su habitación; una cama eléctrica de altura ajustable de segunda mano, un tanque de oxígeno. María planea dejarlo usar su cuenta de Netflix para que pueda ver su película favorita, 'Coco', la aventura animada de Disney sobre un niño mexicano que viaja a la Tierra de los Muertos y tiene que luchar para regresar con su familia.
"Lo quiero tener lo más entretenido, y lo más a gusto que él pueda estar para que se recupere pronto y podamos hacer nuestra vida normal como antes", dijo María.