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Narcotur bueno, narcotur malo: las rutas turísticas sobre Pablo Escobar dividen Medellín

Tras el éxito de 'Narcos' y 'El patrón del mal', cientos de turistas extranjeros llegan a Medellín para realizar rutas que recorren la ciudad colombiana mostrando las huellas del más famoso de los capos de la droga. Unas realizadas por familiares o ex narcos de Escobar y que llegan a costar 1,000 dólares por persona y rozan la apología, otra novedosa pretende recuperar la memoria histórica de las víctimas y que sean ellas las que recuerden los hechos .
6 Ago 2017 – 12:31 PM EDT
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Hace 8 años, Mauricio Builes escribió una historia que generó mucho debate en Colombia: el primer narcotour aparecía en la ciudad de Medellín. Un hombre con una furgoneta medio destartalada llevaba a algunos turistas extranjeros por lugares emblemáticos de la vida del capo del narcotráfico, como su tumba o el edificio Mónaco.

Lo que en 2009 parecía una excentricidad y, a todas luces, una iniciativa aislada, fue convirtiéndose, con los años, en un lucrativo negocio que tuvo un claro momento de explosión: el estreno de la serie ‘Narcos’ (2015) y la telenovela colombiana ‘El patrón del mal’ que se distribuyó en 40 países.

Pablo Escobar volvió a estar en todos lados. En una valla publicitaria en el centro de Madrid en plena Navidad, en una tienda de camisetas en Marruecos, en la espalda de un ruso que paseaba por Cuba y que se había tatuado completo su rosto.

El auge no tardó en sentirse en Medellín.

Alejada de los horrores de la guerra de los carteles del narcotráfico y recibiendo más turistas que nunca, -en 2016 la tasa de visitantes extranjeros en la ciudad subió a un 34%, mientras que el promedio global fue de 4%-, la ciudad empezó a ser testigo, con reticencia y molestia, de que cientos de turistas además de conocer las cosas bellas y nuevas iban también en la búsqueda de conocer más detalles reales de la vida del jefe del cartel de Medellín.

“Hoy los narcotoures son muy populares. Si se hace una encuesta rápida entre los hostales del barrio El Poblado, te dirán que de cada 10 turistas, 7 preguntan por este tour. Los hacen cuatro empresas legales y otras nueves clandestinas, entre las que se encuentran la de ‘El osito’, hermano de Pablo Escobar, y quien lleva a los turistas a un museo personal del mafioso cuya entrada cuesta 30 dólares y uno que hace Popeye, lugarteniente del capo, uno de los cuatro sobrevivientes del cartel de Medellín quien pagó 23 años de cárcel y quien ahora cobra 1,000 dólares por su paseo guiado”, cuenta Builes.

Después de que Medellín había invertido miles de dólares intentando limpiar su nombre, creando bibliotecas públicas que cambiaran el destino de los barrios más empobrecidos y saliendo de los rankings de peligrosidad en el mundo, parecía una terrible paradoja que ahora que el turismo se reactivaba, esos visitantes vinieran justamente en busca de eso que en la ciudad casi era innombrable: Escobar.

Justo o no, esa empezó a ser una realidad innegable. El santuario de la Rosa Mística, ubicado en una concurrida avenida de la ciudad, y en donde en los años 90 los sicarios (matones a sueldo) de Escobar iban a rezarle a la virgen para que los cuidara de las balas o para que hiciera que las balas llegaran a sus víctimas, ahora se veía llena de feligreses y de varios grupos de rubios muy altos armados con cámaras fotográficas que evidentemente eran extranjeros haciendo un tour.

Noel, uno de los guías de narcotoures que maneja un discurso muy neutro y que intenta visibilizar los desmanes de Escobar en su recorrido asegura que es imposible encontrar por una hora vacía la tumba del capo. Cuenta además que hace dos viajes al día de lunes a sábado por los que cobra 20 dólares y que cada vez más son los mexicanos los que piden sus servicios.

Ante la innegable evidencia, el alcalde de la ciudad, Federico Gutiérrez, alineado con las políticas de istraciones anteriores, propuso echar abajo el edificio Mónaco, hoy por hoy uno de los más visitados por cientos de turistas.

En su momento, esta fue una extravagancia arquitectónica en donde vivió el capo y su familia, construida justo al frente del club social de la ciudad que le negó su al mafioso. En retaliación, Pablo Escobar mandó a poner letras muy visibles y en oro de 28 kilates que resplandecían con su apellido para que todos los del club desde lejos lo vieran.

Pero si echar abajo todos los predios que había construido o en los que había vivido Escobar era la solución “habría que tumbar medio Medellín”, pensó Mauricio Builes, quien en su trabajo como docente y como miembro de los comités de memoria histórica del conflicto armado colombiano pensó que tenía que haber maneras más estratégicas para frenar la devoción por el capo. Otras diferentes a prohibir los narcotoures, echar abajo los predios y regañar públicamente a cada rapero o reguetonero famoso que visitaba Medellín y se retrataba visitando la tumba de Escobar, como ocurrió con aquella foto que se haría viral de Wiz Khalifa.

Si había que pensar en cómo hablarle de Pablo Escobar al mundo, lo mejor sería oír a sus víctimas, pensó Builes. Así, junto a sus alumnos de sexto semestre de periodismo de la Universidad Eafit decidieron crear un narcotour, pero Lado B, uno en el que no se contaran las peripecias de la vida delictiva del capo, sino uno que recorriera los lugares emblemáticos desde la narración de las víctimas.

“En Colombia se nos pasó el tiempo y se nos olvidó que hubo un actor llamado Pablo Escobar que marcó la vida de muchos en este país. La historia de él y del cartel ha sido capturada por el tema comercial, pero aquí nadie ha construido memoria de lo que pasó en esa época, no se ha reparado a las víctimas, ni siquiera se les ha reconocido”, asegura Gonzalo Rojas, director de la fundación ‘Colombia con memoria’ y quien perdió a su padre en aquel avión de Avianca que Pablo Escobar explotó con una bomba con la intención de asesinar al entonces presidente de la republica César Gaviria.

Justamente ese fue el reto que Builes le propuso a sus alumnos. Hicieron una lista de diez lugares. Entre ellos quedaron registrados en el mapa: la plaza de toros La Macarena, en donde Pablo Escobar puso una bomba que al ser detonada justo al finalizar una corrida mató a 22 personas y dejó heridas a 60. También las fincas en la vereda de Sabaneta que fueron propiedad del capo y en la que murió la periodista Diana Turbay, hija de un ex presidente. Y La Taberna Oporto, en donde el 23 de junio de 1990 mataron indiscriminadamente a 16 personas.

Ninguno de estos lugares aparecen en el narcotour tradicional que si se corre con suerte está diseñado solo para recrear cómo fue la vida de Escobar. Si no se tiene suerte se puede terminar en una completa apología a sus delitos.

“Cada lugar que trazamos en el recorrido tenía que contar con el testimonio de alguna víctima. Tuvimos que enfrentarnos con una época fantasma que no vivenciamos pero que siempre nos persigue y que nosotros hemos naturalizado a fuerza de verla en la televisión. Con el personaje de Pablo Escobar sientes tanta empatía que incluso estás pensando mientras ves la serie que ojalá se vuele para que no lo atrapen”, cuenta una de las alumnas de la clase que apenas completa los 20 años. La realidad con la que se tuvo que enfrentar al momento de encontrarse con las víctimas de Escobar fue muy diferente. Así lo consignó en este video:

“Entrevistamos a una madre que perdió a su hijo en el avión de Avianca, cuando la entrevistamos fue como si lo estuviera contando por primera y como si hubiera ocurrido ayer”, cuenta otra de las participantes de la iniciativa.

El proyecto y todos los testimonios quedaron consignados en un portal online y busca convertirse en una aplicación que puedan descargar los turistas cuando vayan por los diferentes puntos de la ciudad. Su repercusión ha sido tan grande que sobre esta apuesta ha escrito no solo ya toda la prensa nacional en Colombia sino periódicos como El País de España.

De hecho, varios narcotoures que han decido cambiar su nombre por “recorridos históricos por la historia de Medellín de los 80 y 90”, como para sacudirse lo de narcos, ya le han pedido a Builes y a la Universidad que junten fuerzas para poder dar una información más apegada a los hechos y poder contribuir a construir algo de memoria.

¿Memoria? Esa parece ser la pregunta sobre todo esto: ¿Quién está construyendo la memoria de lo que fue y ha sido el narcotráfico en Colombia?

La ciudad, por lo pronto, vive a su manera el debate. Mientras cientos de turistas sacan unas horas (un tour promedio dura tres) de su estancia en Medellín para ir a conocer algo más de la realidad de ese personaje que parece tener todos los elementos de los malandros que fascinan en el cine, muchos ciudadanos le gritan y ofenden a los guías de los narcotoures por hacer ese trabajo: “Todo el tiempo la gente me grita groserías, me reclaman que por qué les estoy mostrando eso a los extranjeros, que la ciudad tiene cosas más buenas y bonitas que enseñar”, cuenta Noel.

Entre los que ensalzan al capo como un hombre de pueblo que luchó solo contra el estado y los que preferirían mejor borrar su existencia y olvidarlo de tajo, Medellín parece, como lo escribió Mauricio Builes en este artículo, en problemas con la memoria de Pablo Escobar.

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