Por qué la política de vivienda es también la política de salud

En la primavera y el verano de 2011, investigadores de la Universidad de Pennsylvania les pusieron monitores cardíacos a sujetos de prueba y los dejaron salir a las calles secundarias de Filadelfia. Los sujetos se pasearon por dos grupos de lotes baldíos. Algunos de los lotes fueron 'reverdecidos' por parte de los de la Sociedad de Horticultura de Filadelfia, quienes había retirado escombros, plantado árboles y césped, e instalado una cerca baja de postes de madera. Los demás lotes no recibieron tratamiento y quedaron como control. Después de analizar los datos de GPS de los paseos de los sujetos, antes y después de los cambios, los científicos encontraron que caminar cerca de un espacio 'reverdecido' disminuyó el ritmo cardíaco de los sujetos, en comparación con un lote baldío que no lo fue.
Es sólo un ejemplo de cómo la ciudad directamente afecta los cuerpos de quienes viven en ella. "Lo que creo que es mágico es que las intervenciones de 'reverdecimiento' urbana son bastante simples", dice Joseph Schilling, investigador asociado del Metropolitan Housing and Communities Policy Center. "No es que se le hagan grandes mejoras al paisaje, pero, aún así, se observan beneficios para la salud".
Schilling es coautor de un nuevo informe del Instituto Urbano que profundiza en las últimas investigaciones sobre cómo el deterioro urbano –definido aquí como viviendas precarias, edificios abandonados y lotes baldíos– funciona como un determinante social de la salud. La investigación en este sentido es relativamente escasa, dice; aunque hay muchos datos sobre la política de vivienda y la salud pública, los dos campos generalmente no se estudian juntos. Con el coautor Erwin DeLeone, Schilling ha identificado las ciudades donde los esfuerzos por librar los vecindarios de edificios abandonados y lotes baldíos podrían estudiarse específicamente por su impacto en la salud pública.
"Los funcionarios de salud pública no necesariamente piensa en el deterioro cuando analizan su gama de acciones o la intervención en la vivienda", dice Schilling. "Los funcionarios de vivienda a menudo se concentran únicamente en sus responsabilidades y no piensan en los impactos sobre la salud pública".

Un jardín comunitario en Filadelfia. (Rob Cardillo/Sociedad de Horticultura de Filadelfia)
Las viviendas insalubres pueden ser bastante fáciles de detectar. La literatura académica cataloga cómo las ventanas rotas o las filtraciones, las plagas de insectos y roedores, la pintura y las tuberías con plomo, los aparatos defectuosos, y la mala ventilación se traducen directamente en perjuicios a la salud tales como niveles elevados de plomo en sangre, afecciones de las vías respiratorias, y la exposición a toxinas que causan cáncer. Generalmente, la política de vivienda se centra en estas cuestiones interiores de salud pública. Estudios previos demuestran que las personas pasan alrededor del 69% de su tiempo diario en el interior de los hogares y sólo el 8% en el exterior. "Si se piensa en las familias que viven cerca o en viviendas precarias", dice Schilling. "Hay un enorme costo en términos de impacto sobre el asma y otros problemas de salud. Si se pueden eliminar esos agentes causantes de mala salud, habría un mayor ahorro de costos: desde los costos directos del cuidado de la salud hasta mayores valores de propiedades y un mejor equilibrio del presupuesto municipal".
Hay evidencia de los beneficios de los programas de salud pública, tales como Hogares Saludables del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, una iniciativa que utiliza una combinación de educación e incentivos para que propietarios e inquilinos mejoren las viviendas precarias.
Schilling sostiene que necesitamos modelos de investigación en los distintos mercados de las ciudades con vistas a una comprensión más holística de cómo un ecosistema completo de vivienda –como las condiciones del vecindario y la asequibilidad de la vivienda– ayuda o perjudica la salud pública.
"Cuando se piensa en las viviendas precarias, es más fácil ver la conexión directa con el efecto que tienen sobre propietarios u ocupantes", dice Schilling. "Pero cuando se piensa en un edificio abandonado o un lote baldío, hay efectos acumulativos. En los vecindarios, a menudo vemos concentraciones [de un problema]. No es un edificio en particular: es cómo ese grupo de edificios está afectando la salud de las personas".
Aunque mucho de la política de vivienda en Estados Unidos surgió con la idea de mejorar la salud, Schilling dice que perdemos de vista ese objetivo cuando medimos la eliminación del deterioro únicamente por los valores de las propiedades y los índices de pobreza. "La mayoría de los informes sobre viviendas miden los resultados, como el número de espacios que inspeccionaron, el número de multas recaudadas", dice él. "No hemos cavado lo suficientemente profundo como para entender realmente el impacto sobre la salud".
A partir de un modelo creado por la Fundación Robert Wood Johnson, Schilling abordará esta cuestión en Memphis, Tennessee, con una evaluación de impacto de dos años sobre la salud realizada por el proyecto Líderes de Investigación Interdisciplinaria de la Universidad de Minnesota apoyado por la Fundación. El proyecto investigará casas precarias y determinará cómo la política de vivienda puede influir en la salud pública. "Vamos a trabajar con una amplia variedad de actores de Memphis: hospitales locales, el grupo local de trabajo de Hogares Saludables, las escuelas de salud pública, las escuelas de asuntos y planificación urbanos, los funcionarios de vivienda", dice Schilling. "Estamos viendo qué intervenciones funcionan, desde los tribunales ambientales hasta la aplicación de códigos de vivienda, para que podamos saber qué podemos aplicar también en otras ciudades".
El papel de la vivienda en la salud pública va más allá de la contaminación por plomo, las plagas o las ventanas rotas; también se trata de si el propio vecindario alienta el ejercicio, alivia el estrés de la vida diaria y disuade la delincuencia. "No vemos muchas investigaciones que conecten la actividad física de las personas y cómo funciona un vecindario", dice Schilling. "Alguien que vive en un lugar con muchos edificios abandonados se va a sentir menos inclinado a caminar, hacer ejercicio, ir al parque".
Lo que las casas abandonadas y los lotes baldíos demuestran es cómo las pequeñas cosas se pueden sumar hasta que comienzan a drenar la salud pública. Schilling señala a un estudio de 2015 donde el Centro de Investigación de Educación de Ohio de la Case Western Reserve University analizó cómo la vivienda influyó en la preparación para el kindergarten en el Distrito Escolar Metropolitano de Cleveland. Los niños que crecieron en un radio de 500 pies de una propiedad deteriorada tuvieron menores puntajes en lectura y escritura.
Asimismo, las casas abandonadas que se convirtieron en paraísos para el delito tienen una serie de repercusiones indirectas sobre la salud de los vecinos; como dice Schilling, el daño del delito "irradia" a lo largo de todo un vecindario: "Si alguien vive junto a propiedades vacantes y abandonadas que se utilizan para la actividad criminal, se desgasta psicológicamente: es algo que le provoca estrés".
El abandono también puede acelerar la propagación de las enfermedades mediante los roedores o el vertido de residuos. "El efecto podría ser localizado, pero eso se multiplica una y otra vez", dice Schilling. "Hay un efecto acumulativo. Si hay diez, 15, tal vez 30 propiedades desocupadas en una manzana, esa concentración se convierte en un peligro para la salud".

Zona cero del deterioro. Mapa de 2014 de los terrenos recomendados para eliminación de estructuras y lotes baldíos en Detroit. (Detroit Blight Removal Task Force)
El informe también describe las herramientas políticas para combatir el deterioro, tales como los bancos de tierras y la aplicación de códigos de vivienda, junto con programas que les permitan a las ciudades con recursos limitados orientar sus esfuerzos. "Baltimore había hecho un gran trabajo con su iniciativa Vacants to Value, que es más de enfoque estratégico impulsado por el vecindario para aplicar los códigos", dice Schilling. "Pero eso es sólo durante unos cuatro años y medio. Estamos viendo impactos positivos sobre los valores de la propiedad, pero todavía no conocemos cuáles son los impactos sobre la salud pública. Lo mismo está ocurriendo en lugares como Cleveland y Detroit".
La aplicación de la política de vivienda de una manera que no ponga en peligro la salud de los vecinos y residentes implica algo más que la simple aplicación de códigos, dice Schilling. "Realmente pone a los funcionarios de vivienda en esta situación precaria. Si no se aplica el código, les permitimos a los inquilinos vivir en condiciones realmente insalubres. Si se aplica el código de forma demasiado estricta sin pensar en alternativas, se puede desplazar a los residentes. Es como recibir una especie de opción de Hobson" .

Arreglos visuales: ejemplos de transformaciones exteriores de la Estrategia de Propiedades Vacantes de Filadelfia que aplicó una ordenanza de "puertas y ventanas". (Michael Maenner/Departamento de Licencias e Inspacción de la Ciudad de Filadelfia)
Un ejemplo: Filadelfia comenzó a aplicar una política de puertas y ventanas para hacerle frente a las propiedades vacantes, particularmente aquellas que fueron abandonadas por los especuladores de tierras. Cuando la ciudad inició el programa, se tomó el tiempo para abrir un expediente en el tribunal para que la gente pudiera apelar sus multas para evitar castigar a los residentes que necesitaran ayuda con la instalación de puertas y ventanas funcionales en sus propiedades. Un estudio de 2015 reveló que la política tuvo un efecto estadísticamente significativo en la reducción de los incidentes relacionados con armas de fuego, agresiones y delitos de perjuicio público.
En otras palabras, en lugar de esgrimir la aplicación del código como una forma de castigar a los infractores u obtener ingresos, Schilling sostiene que el bienestar de los residentes debe ser restaurado como objetivo central de la política de vivienda. "Necesitamos regresar la política de viviendas a sus raíces", dice. "Los códigos de vivienda fueron inicialmente enmarcados como una manera de proteger la salud pública. Aunque todavía queda algo de eso, a menudo se convierte en un objetivo secundario".
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.