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Congreso de EE.UU

Washington es una 'fortaleza': la toma de posesión de Biden bajo la mirada de un virtual ejército de ocupación

A todo lo largo del ‘National Mall’, la explanada de casi 2 millas de extensión que une al Capitolio en el este con el Monumento a Lincoln en el oeste, grupos de policías se mezclan con soldados, algunos de estos con sus armas disuasivamente desplegadas.
15 Ene 2021 – 02:35 PM EST
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Washington, DC.- La capital de EEUU pareciera estar bajo ocupación de su propio ejército. Tropas en camuflaje, enormes camiones de carga cortando vías y s, policías desviando el tráfico y verificando documentación, negocios cerrados, y un tráfico más caótico que de costumbre. El centro de Washington DC, a días de la toma de posesión de Joe Biden como nuevo presidente, parece una ciudad militarizada.

A todo lo largo del eje del ‘National Mall’, la explanada de casi 2 millas de extensión que une al Capitolio en el este con el Monumento a Lincoln en el oeste, grupos de policías se mezclan con los soldados, algunos de estos con sus armas disuasivamente desplegadas y sus vehículos dispuestos para la acción.

La Guardia Nacional ha sido activada y se estima que unos 20,000 uniformados estarán desplegados hasta la próxima semana, una cifra que, repiten los medios de comunicación, es mayor que la de militares estadounidenses actualmente en misión en Irak y Afganistán.

El conflicto interno estadounidense que ha ido cocinándose lentamente por años, se aceleró azuzado desde la Presidencia por el asalto al Capitolio,. Eso ha justificado el inusual despliegue de militares en uniforme de combate para un evento que marca el mayor orgullo del que se precia la civil democracia estadounidense: el traspaso pacífico del poder.

Ver las calles de Washington cortadas y valladas, así como la profusión de militares y policías muestra que ese traspaso no es el más pacífico en esta ocasión, no solo por los eventos del Capitolio, sino porque desde el día de la elección, el 3 de noviembre, el presidente saliente se ha negado a reconocer su derrota alimentando rencores y desconfianza entre sus seguidores. Eso llevó al estallido del 6 de enero.

De hecho, Trump no estará en la ceremonia de transferencia de mando, como suele ser la costumbre del que se va de la Casa Blanca, y pasará a la historia como el cuarto presidente en más de dos siglos que no asiste a la juramentación de su sucesor.

Seguridad sin precedentes

Cada cuatro años, para toda ceremonia de toma de posesión presidencial se activan operativos de seguridad en torno al ‘National Mall’. Pero el puesto en marcha para la juramentación de Biden no tiene precedentes y es una respuesta (tardía para muchos) al violento ataque que sufrió el Capitolio por parte de grupos simpatizantes de Trump.

Esta vez, la zona de seguridad es más amplia y se ha acordonado más temprano que de costumbre, alterando la vida de los ciudadanos, que ya la tenían muy afectada por las restricciones impuestas por la pandemia del coronavirus. Y todo esto en un fin de semana festivo, en el que se celebra el día del líder de los derechos civiles, Martin Luther King.

Los principales edificios públicos de la ciudad están fuera del alcance del transeúnte. Desde la Casa Blanca y el Capitolio, hasta el Monumento a Washington y los museos situados a lo largo del Mall están rodeados de vallas y vigilados por una fuerza conjunta de Policía Metropolitana, Policía de Parques Nacionales y Policía del Capitolio, en coordinación con los militares y el Servicio Secreto, agencia responsable de la seguridad del evento.

El andamiaje que se eleva en la zona de la fachada oeste del edificio del Congreso, donde las turbas desplegaron banderas de la campaña del saliente mandatario y donde el nuevo mandatario presta juramento ante el presidente de la Corte Suprema de Justicia, ya fue recuperado y puesto de nuevo a punto para recibir a los invitados especiales que estarán en esa primera fila de la ceremonia.

El viernes por la mañana todavía algunos trabajadores desafiaban el frío invernal para darle los toques finales que borraran los vestigios de lo que se ha llamado una “insurrección” y que dejó 5 personas muertas, además de destrozos dentro del edificio, considerado el templo de la democracia estadounidense.

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Continúan las labores para salvaguardar la seguridad del Capitolio y sus alrededores

Las calles que atraviesan la explanada están cerradas al paso de vehículos y peatones, y la zona verde, que anualmente recibe a unos 26 millones de visitantes, según datos del Servicio Nacional de Parques, ahora está vacía. Solo la atraviesan uniformados y patrullas con luces encendidas en función de vigilancia.

Como resultado, el eje de la ciudad está cerrado y el tráfico en las calles habilitadas en el perímetro de la zona de seguridad, por las cuales algunos conductores desprevenidos tratar de sortear los inesperados obstáculos para llegar a su destino, es más espeso que de costumbre. Las decenas de personas que trotan por las veredas arboladas o atraviesan el parque en sus rutinas diarias de ejercicios tienen que cambiar la ruta por estos días.

Entre que muchos negocios y oficinas están cerrados por el coronavirus o por precaución ante la advertencia de posibles manifestaciones de violencia, la situación es menos complicada de lo que sería si la ciudad tuviera su ritmo normal.

Algunos no se confían en el despliegue de seguridad y han empezado a proteger sus negocios colocando páneles de madera para evitar que sus vidrieras terminen rotas. Hay muchos de esos negocios que quedan fuera del perímetro vallado.

¿Quién la tuvo más grande?

Por lo general, las tomas de posesión suelen ser eventos festivos en los que los partidarios —y no tan partidarios— del presidente electo se congregan en la explanada del Capitolio para celebrar el inicio del nuevo periodo de gobierno.

Ya el tamaño de esa fiesta ciudadana cuatrienal se había reducido por imposiciones de la pandemia, pero la amenaza de otro brote de violencia política como el del 6 de enero terminó de cancelarla.


Será una oportunidad perdida para muchos, porque el pronóstico del tiempo para el miércoles 20 de enero no presagia los terribles fríos que caracterizan los eneros de Washington y que suelen disuadir a muchos de someterse a temperaturas congelantes para sortear filas en los puntos de control y esperar horas por la ceremonia de instalación del nuevo mandatario.

Al menos esta vez no habrá un debate sobre quién tuvo la asistencia más grande, si Trump, Barack Obama, o el binomio Joe Biden-Kamala Harris. ( La primera gran polémica con la que empezó el gobierno de Trump, sobre si la suya había sido la ceremonia de juramentación más concurrida o no. La respuesta es no, pero ¿quién recuerda aquello con todo lo que ha pasado en estos cuatro años?)

Cuando se tome la tradicional foto a espaldas de Biden, enfocando hacia el oeste mientras el recién juramentado presidente ofrezca su discurso inaugural, la explanada se verá vacía, sin la multitud que habría asistido bajo otras condiciones.

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