Estas clases en prisión lo enseñaron a vivir en libertad: el testimonio de Zachary Manuz

“Estábamos demostrando que no éramos animales. Estas clases me ayudaron a cambiar mi manera de pensar”, dice Zachary Manuz. Él es uno de los participantes del programa de intercambio Inside-Out, en el que estudiantes universitarios asisten durante un semestre a una clase en la que comparten con personas que cumplen alguna condena, y lo hacen lejos de las aulas: dentro de la prisión.
Manuz, ciudadano estadounidense hijo de españoles, ha estado en prisión tres veces por casi 10 años, entre los 18 y 28 años de edad. El programa Inside-Out fue determinante para que pudiera cambiar la percepción de sí mismo. “Nunca imaginé que podría pensar de otra manera”, explica.
Las dos primeras veces que Manuz salió de prisión volvió a reincidir. Afirma que sucedió porque nunca recibió alguna ayuda que le permitiera abordar sus problemas a fondo. Fue liberado por tercera vez en septiembre de 2019, pero esta vez asume su regreso con optimismo. Incluso llegó a pronunciarse públicamente a favor de la reforma de las prisiones en febrero pasado frente al capitolio de Phoenix, Arizona.
La mayoría de las personas que han estado presas reincide. Según un informe de la Oficina de Estadísticas de Justicia, cinco de cada seis vuelve a ser arrestado en algún momento durante los siguientes nueve años; y son más de 10,000 personas las que son liberadas semanalmente de prisiones federales y estatales.
Los programas de rehabilitación, educación y reingreso son fundamentales para que el camino a la libertad sea posible. Los que participan en programas educativos mientras están encarcelados tienen un 28% menos de probabilidades de reincidir en el delito, en comparación con los que no participan en programas, según indica un análisis publicado por la Revista de Criminología Experimental.
En Estados Unidos, aunque la mayoría de las personas (64%) son académicamente elegibles para educación superior, solo 9% completa un programa educativo, según un informe del Instituto Vera de Justicia y el Centro de Pobreza y Desigualdad de Georgetown.
Para Manuz, el encarcelamiento durante la tercera sentencia fue la excepción. “Fui a dos clases ofrecidas por ASU (Arizona State University). Fueron las únicas en las que por primera vez abordaron mis viejas formas de pensar con una nueva y mejor. Fue algo poderoso y transformador”.
Algunos oficiales quieren ayudar
“Nos enseñaron sobre la motivación y cómo entender mejor el entorno en el que vivíamos –cuenta Manuz–. Escribimos ensayos e ideamos soluciones sobre cómo mejorar la prisión y cómo trabajar con el personal del correccional. También llegamos a entender mejor la psicología del personal de allí, porque descubrimos que había alguno oficiales buenos que quieren ayudar”.
Los estudiantes universitarios reciben la clase dentro de la prisión. Kevin Wright, director del Centro de Soluciones Correccionales y profesor asociado de la Escuela de Criminología y Justicia Criminal de la universidad del estado de Arizona (ASU), comenzó el programa Inside-Out en Arizona en 2016.
Primero ofreció clases de Justicia Penal y luego de Justicia Motivacional. “Esa clase se enfoca en lo que motiva a las personas. Incluye mucha psicología y psicología organizacional, sobre lo que hacen los buenos negocios, grupos y culturas. Tomamos esa información y la incorporamos a la Criminología y la Justicia Penal para pensar cómo podemos mejorar los correccionales y cómo abordar la rehabilitación”, explica Wright. Los estudiantes “internos” no solo se conectan con personas en el exterior, sino que trabajan junto conjuntamente proyectos para mejorar el sistema de justicia penal.
Lo más importante es que la clase genera un cambio de perspectiva. “Los estudiantes ven que las personas que están en el sistema que son simplemente personas, no son reclusos que han hecho cosas horribles y terribles”, afirma el profesor.
“A menudo ocurre que aquellos que son especialmente violentos representa una proporción muy pequeña de personas en el correccional. Nuestros estudiantes están aprendiendo. Lo que no esperábamos es que los estudiantes encarcelados también tuvieran la oportunidad de ver una versión diferente de las personas que trabajan en el sistema de justicia penal. Muchos de nuestros estudiantes en ASU quieren entrar en la policía. Eso ha cambiado la perspectiva de las personas encarceladas. Ya no ven solo el policía que me metió aquí o que todos los policías son sucios. Ahora ven a ‘Megan, mi compañera de clase’, quien será una agente de la ley”, enfatiza.
Manuz cuenta que ganó mucho respeto y afinidad por sus compañeros de clase “externos”. “Estábamos muy conmovidos. Escuchábamos todas estas buenas ideas de los estudiantes. Pudimos ver que esos estudiantes de justicia criminal nunca habían hecho nada malo”.
Sentido de propósito
El Programa de Intercambio en prisiones Inside-Out comenzó en 1997 en la Universidad de Temple en Filadelfia, por Lori Pompa. En su web afirman que se han ofrecido más de 1,100 clases a más de 50,000 estudiantes “internos” y “externos” en 48 estados de Estados Unidos y 12 países. Las clases son variadas y se incluye, entre otras disciplinas, criminología, teatro, estudios afroamericanos, salud pública, enfermería y ciencias políticas.
Desde que comenzó en Arizona en 2016, bajo la dirección del profesor Wright, se han dictado siete clases, en las que han participado casi 150 estudiantes (70 de ASU y 74 encarcelados). Esto incluye a 10 mujeres encarceladas. El programa se hace en colaboración con la escuela de Criminología y Justicia Criminal de ASU y el Departamento de Correccionales, Rehabilitación y Reingreso de Arizona (ADCRR, por sus siglas en inglés). Este semestre, por las restricciones de distancia social del covid-19, están dictando la clase en forma remota.
Wright reconoce que el impacto es a todo nivel: “Me ha cambiado la vida como alguien que lo enseña, pero creo también le ha cambiado la vida a nuestros estudiantes. Es increíble poder experimentar eso de primera mano. Cambiar las percepciones de las personas sobre los que están o trabajan en ese sistema ha sido muy bueno”.
Manuz reflexiona sobre el sentido de propósito. La clase le dio más seguridad sobre sus capacidades y la posibilidad de influir en su entorno. “Sabíamos que estábamos allí y que podríamos ayudar en el futuro. Nos enseñó que tener poder y autonomía sobre nuestras vidas puede hacerlas más gratificantes. Como si tuviéramos un propósito. Eso es esencialmente lo que la clase nos dio: un propósito. Idear formas de ayudar a otros. Mi propósito era obviamente ir a clase, pero sabía que las calificaciones también eran motivadoras. Y obtener créditos universitarios a través de una universidad como ASU es algo de lo que estar orgulloso. Estaba orgulloso de tener algo que es sustancialmente reconocido en el mundo
Este trabajo forma parte del proyecto 'Segunda oportunidad', gracias a la Chan Zuckerberg Initiative.
Coordinación: Tamoa Calzadilla y Olivia Liendo.
Asistencia en la investigación y producción: Ana María Carrano, Alexandra Barrera, Albany Urbaez Tahuil y Carolina Rosas.
Fotografía y composiciones fotográficas: David Maris.
Producción general: Emilce Elgarresta y Stephen P. Keppel.
Redes sociales: María Carolina Hurtado, María Dayana Patiño y Liliana Castaño.