Su hijo murió en México por el disparo de un agente desde EEUU: 7 años después sabrán si pueden pedir justicia
CIUDAD JUÁREZ, México.- El cuerpo moribundo de Sergio Adrián Hernández quedó tendido en el lecho del Río Grande, a solo tres metros de los charcos de agua que separan México de Estados Unidos.
Una bala disparada por un agente de la Patrulla Fronteriza desde suelo estadounidense alcanzó la cabeza del adolescente, que se desplomó en territorio mexicano. Hernández, de 15 años y desarmado, murió minutos más tarde a los pies de un cruce por el que millones de peatones y vehículos entran y salen de Estados Unidos cada año, y donde ahora se lee “Mamá y hermanos te recordamos”.
Pasó el 7 de junio de 2010, pero el caso sigue abierto en 2017. La Corte Suprema, la institución judicial de mayor rango en Estados Unidos, decide este mes de junio si la familia Hernández tiene derecho a demandar al agente fronterizo Jesús Mesa por la muerte del joven.
“No porque sea mexicano y estuviera en suelo mexicano tenía derecho a matarlo”, dice la madre, María Guadalupe Güereca, siete años después de la muerte de su hijo menor, en una colonia del oeste de Ciudad Juárez. “¡Claro que no!”.
Una Corte Suprema muy dividida
Jesús Hernández, el padre de Sergio, de 63 años, salió de casa sin decir nada el 21 de febrero de 2017. Vive en el extremo sur de Ciudad Juárez, donde la ciudad se confunde con el desierto, en un barrio de calles sin asfaltar y casas sin agua corriente. Se adentró en la tierra solitaria y se arrodilló.
Rezó. “Señor que sea tú voluntad”. Mientras este padre que sobrevive limpiando autos oraba en México, ocho magistrados de la Corte Suprema escuchaban los argumentos de los abogados en Washington DC.
La Corte Suprema no está ante un dilema penal, sino constitucional. No está decidiendo si el agente fronterizo fue negligente al disparar a Sergio Hernández, tan solo está valorando si la familia de un ciudadano extranjero tiene derecho a demandarlo ante las cortes estadounidenses.
Fue una audiencia incompleta, con ocho magistrados. En febrero todavía no había jurado su cargo el noveno, Neil Gorsuch, propuesto por el presidente Donald Trump.
También estuvo muy dividida. Los jueces progresistas consideraron que la muerte ocurrió en tierra de nadie: no queda claro dónde acaba la jurisdicción estadounidense y dónde empieza la mexicana. Los conservadores temen que una victoria de la familia Hernández abra la puerta a miles de demandas por muertes causadas por Estados Unidos en todo el mundo. Ahora en junio tienen que resolver el caso.
La familia de Sergio Hernández pide que la Constitución Estadounidense tenga validez en ese punto fronterizo en el que los dos países se unen en el río. Si así fuera, al adolescente mexicano le protegería la Cuarta Enmienda contra la brutalidad policial injustificada y la Quinta, que no dejaría inmune ante la justicia al agente fronterizo.
“Ahora mismo la frontera es una zona de muerte libre”, acusa Robert Hilliard, el abogado de la familia que defendió el caso ante la Corte Suprema.
“Hay una anarquía porque la Constitución no tiene efecto en las fuerzas de seguridad que se encuentran en territorio estadounidense. Son libres de matar sin consecuencias a un nacional de México en territorio mexicano, pero también un ciudadano estadounidense en territorio mexicano”, sostiene.
Seis muertos de bala en territorio mexicano
“Cuando ya lo daba por perdido, me llamó el abogado. ¿Sabés qué, señora? Porque así me dice él. ¿Sabés qué, señora? El caso de tu hijo va a ir a la Suprema Corte”.
Así se enteró María Guadalupe Güereca, de 60 años, de la noticia, después que una corte federal y una corte de apelaciones giraran la espalda a su petición. Se bajaba de un autobús, llevaba casi 600 kilómetros de carretera, volvía de Nogales, y la llamó el abogado.
Volvía de protestar en Nogales, como cada año en octubre, contra las muertes causadas por las balas de la Patrulla Fronteriza. “Está el caso de Sergio, de José Antonio, de Anastasio, de Tamaulipas… hay muchos, hay muchos”, enumera María.
Según la organización de derechos civiles ACLU, hubo al menos 53 muertes causadas por agentes de Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) entre 2010 y 2016.
En ese periodo un mínimo de seis hombres murieron en territorio mexicano por una bala de la Patrulla Fronteriza, incluido Sergio Hernández, y en los seis casos la agencia justificó que los agentes estaban siendo atacados con piedras desde el otro lado.
El futuro del resto de casos cuelga de un hilo: de lo que conteste la Corte Suprema a la familia Hernández-Güereca este mes de junio.
Un juego de adolescentes: una versión
María, la madre, ni se puso los zapatos, “salí como loca”, y se fue corriendo al puente fronterizo desde su barrio del oeste de la ciudad. Cuando llegó vio a lo lejos el cuerpo de su hijo en el río y un oficial mexicano le dijo que acababan de declararlo muerto.
Jesús, el padre, tuvo que recorrer 30 kilómetros hasta la frontera, pidió aventones, un ride con una familia, otro con una troca, y cuando llegó solo quedaban las manchas de la tragedia.
Desde el primer día la familia dijo que su hijo estaba jugando con amigos en el río, que corrían hasta tocar la verja y se volvían al lado mexicano. Negaron que Sergio Hernández cruzara la verja estadounidense, lanzara piedras al agente y, todavía menos, ayudara a traficar a migrantes.
“Y de todos modo, si le hubiera tirado una piedra, ¿qué es una piedra contra una bala?”, dice la madre, que lleva más de una década separada del padre de Sergio. Vive ahora sin casa, se la vendió para saldar deudas y se fue a vivir con una hija.
Un intento de entrada ilegal: la otra versión
Al día siguiente de la muerte, el 8 de junio de 2010, el FBI dijo que el agente fronterizo que disparó se había topado con un grupo de jóvenes traficantes de migrantes que intentaban entrar ilegalmente a Estados Unidos, lo rodearon y le tiraron piedras.
Un día después, un video grabado con celular desde el puente y filtrado a Univision contradijo esa versión oficial: los jóvenes no rodearon al funcionario y tampoco se ve que Sergio Hernández lanzara piedras antes de recibir el disparo.
Tanto el Departamento de Justicia como sus abogados siguen afirmando que el agente disparó de forma justificada y en defensa propia. En los documentos que la defensa del funcionario envió a la Corte Suprema, presentan a Sergio Hernández como un traficante de migrantes y defienden la inmunidad del agente. (Univision Noticias pidió hablar con los abogados del agente varias veces, pero nunca obtuvo respuesta.)
El agente se llama Jesús Mesa Jr. y no fue destituido de la Patrulla Fronteriza por esa muerte. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza no confirmó a Univision Noticias si Mesa sigue trabajando ahora para la agencia, porque no comenta “casos en litigación”.
Más fuego para la tensión mexicanoestadounidense
México puede hacer poco: ha presentado ante las cortes estadounidenses varias quejas en favor de la familia, pero no puede juzgar al agente si no es extraditado por Estados Unidos. Las autoridades mexicanas consideran que su vecino del norte no respetó derechos fundamentales de Hernández y usó la violencia de forma desproporcionada.
Y la inminente respuesta de la Corte Suprema llegará en un momento candente de las relaciones entre Estados Unidos y México por la elección de Donald Trump y sus políticas más severas en la frontera sur.
El funeral de Sergio Hernández –“Keko” como le llamaban los amigos– fue multitudinario, y los restos del enfado que provocó en la frontera mexicana siguen visibles.
“Descansa en paz, Keko”, se lee en la casa donde solía vivir con su madre y donde ahora se oye el ruido de un cuchillo de los nuevos propietarios cortando quizás cebollas. “Keko” también se lee en cuatro letras amarillas enormes en el lecho del río fronterizo donde perdió la vida y donde siguen patrullando los agentes a diario.
En su morral de trabajo, el padre siempre lleva fotos y recortes de prensa con la imagen de Sergio. Maneja su auto por una carretera vacía y polvorienta, desde donde mira de reojo la enorme ciudad que queda a su izquierda. Desde aquí la frontera es imperceptible y Ciudad Juárez y El Paso son la misma mancha urbana.
Se le aguan siempre los ojos cuando habla de Sergio y se le carcome la mala conciencia por no haber estado lo suficiente con su hijo cuando estaba vivo. “Ha habido problemas en la vida, pero ninguno me tortura como esto.”
A la madre se le pierde a menudo la mirada, llena de agotamiento, resignación y de muchas horas lloradas en el pasado. Desde que soñó que su hijo le decía que no llorara más por él, intenta no derramar ni una lágrima.
En el cementerio, sentada en una tumba vecina, de un tal Álvaro, se le escapa alguna lágrima, que se seca con el trapo azul con el que limpia la lápida de Sergio de ese polvo que lo cubre casi todo en Ciudad Juárez. Sube aquí cada lunes.
“Platico con él, y yo le pregunto: ¿qué andabas haciendo allí?, ¿qué tenías que ir a hacer?”.
🗓️ Cronología: de 2010 a 2017, las claves del caso de Sergio Adrián Hernández


