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Joaquín Guzmán

El fracaso de la 'estrategia Kingpin': por qué eliminar a los capos de la droga no es la solución al problema del narco

Durante décadas, las autoridades que luchan contra el narcotráfico en México han pensado que eliminar a los líderes es la clave para acabar con organizaciones criminales. Expertos dicen que esta estrategia, en lugar de ayudar, complica el escenario por la fragmentación y la violencia que provoca.
17 Nov 2019 – 10:34 AM EST
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El arresto de Joaquín Guzmán no logró desestabilizar al cartel de Sinaloa, del que era líder. Crédito: Getty Images

"El día que yo no exista, no va a mermar el tráfico de drogas".

Poco antes de que lo arrestaran en enero de 2016 y lo encerraran luego en la prisión más segura de EEUU —donde ahora cumple cadena perpetua— Joaquín 'El Chapo' Guzmán dibujó con un par de efímeras respuestas el futuro del narcotráfico en México. "(...) la gente que se dedica a esta actividad no depende de mí", aseguró el exlíder del cartel de Sinaloa en una entrevista mientras estaba en la clandestinidad.

El hombre más buscado del mundo —al menos hasta hace unos tres años— tenía razón.

El pasado 31 de enero, mientras el juicio en su contra seguía y el único o del capo narco con el exterior eran sus abogados, agentes en la frontera con Arizona anunciaron que habían incautado la mayor carga de fentanilo jamás hallada en EEUU. El cargamento había llegado a través del puerto de entrada de Nogales, un cruce en el que la organización de Guzmán ha operado por años.


La estrategia de la istración de Control de Drogas (DEA) para debilitar los carteles del narcotráfico en México ha sido durante décadas ir tras el cabecilla o K ingpin (en inglés), con la creencia de que si el jefe no está, la organización se verá afectada y esto conducirá a su debilitamiento.

La captura de 'El Chapo', sin embargo, volvió a poner en evidencia que se necesita mucho más que atrapar al jefe para desmantelar una organización como el cartel de Sinaloa.

Y, aun más, especialistas consultados por Univisión Noticias aseguran que el efecto de eliminar a los cabecillas puede ser más adverso que beneficioso.

"Cuando hay uno, dos o tres grandes carteles, existen arreglos de quién tiene cada territorio y no hay tanto conflicto, porque el mercado está segmentado al haber monopolios establecidos sobre la distribución de la droga", comenta David Shirk, experto en narcotráfico y profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Diego (California).

Shirk dice que cuando la organización se desestabiliza y ese monopolio se quiebra, las autoridades están básicamente facilitando la introducción de la competencia.


En el momento en que el líder es eliminado, los carteles enemigos (e incluso las fracciones de oposición interna) interpretan la ausencia como debilidad y aprovechan para ganar territorios. Pero el narcotráfico no es una actividad económica regulada legalmente, donde la competencia entre diferentes actores puede ser librada en las cortes.

"Aquí las cosas se resuelven mediante la violencia o la amenaza de la violencia", dice el profesor.

A inicios de noviembre, el asesinato de 9 de una comunidad mormona en el norte de México fue atribuido por las autoridades a la lucha territorial de dos grupos delictivos: La Línea y los Salazar. Según la versión oficial, los integrantes de la familia LeBarón habrían sido otros de los miles de víctimas de la violencia que el narco ha convertido en norma en el país, y que alcanzó cifras récord luego de la ofensiva de las dos últimas istraciones contra el crimen organizado.

Pero, ¿en qué consiste la controversial estrategia Kingpin? ¿Qué efectos ha tenido en la actividad del narcotráfico en México? Y ¿cuál consideran los expertos que es la mejor manera de lidiar con un problema que, según dicen, no es "solucionable" sino más bien "manejable"?

Eliminar al líder

En los años 90 no era México, sino Colombia, el mayor exportador de droga a EEUU. A finales de esa década, la DEA introdujo la estrategia Kingpin para "descabezar" a los carteles colombianos de Cali y Medellín.

La premisa del plan es que los carteles tienen una organización vertical, con jefes más violentos y capaces que el resto de los , por lo que atraparlos a ellos conducirá inexorablemente al debilitamiento de la organización, impidiéndole a su vez una participación activa en el tráfico de drogas.


El "atractivo" del plan hizo que a la DEA le fuera fácil obtener los fondos del Congreso estadounidense necesarios para las operaciones e incluso exportar este modelo a otros países como México.

Aquí el plan comenzó a aplicarse a finales de los años '90, con la creación de las Unidades de Investigación Sensibles y una fuerte presencia de la DEA en el país, como parte de la colaboración entre los dos países vecinos.

Según la lógica de la estrategia, esta dio más "frutos" durante el sexenio del presidente Felipe Calderón (2006-2012), quien convirtió la guerra contra el narcotráfico en el corazón de la política de seguridad pública de su gobierno. El mandatario dijo haber eliminado a unos 20 jefes de las organizaciones más importantes, desde la captura de Vicente Carrillo (al frente del cartel de Juarez) hasta el asesinato de Arturo Beltran Leyva (cofundador del cartel que lleva sus apellidos).

Pero cuando terminó el mandato de Calderón quedó claro para muchos que una de las fallas principales de la estrategia era que se concentraba más en los criminales que en el crimen.

Reportes de ese momento aseguran que durante los años que el presidente se concentró en apresar, matar y extraditar capos se decomisaron más de 110,000 toneladas de cocaína y se destruyeron casi 180,000 hectáreas de marihuana y amapola. Justo como sucedería años más tarde con "El Chapo" y el Cartel de Sinaloa, la actividad de las organizaciones no cesó con la ausencia de los líderes.

Fragmentación y violencia

Cuando la DEA le "vendió" al Congreso la estrategia anti-capos no mencionó sus efectos secundarios.

Uno de los más importantes, apuntan los expertos, es el hecho de la peligrosa fragmentación que genera el "descabezamiento" de organizaciones criminales que antes estaban bien organizadas en su estructura y liderazgo. El costo ha sido la reproducción de nuevos grupos, dispuestos a usar más violencia para disputarse territorios y rutas.


Si en 2006 se estimaba que las organizaciones líderes en el tráfico de drogas en México eran 6, el informe más actualizado de la DEA (agosto de 2019) apunta a casi su duplicación. El organismo reconoce que hoy en día las organizaciones líderes en el tráfico de drogas en México "están más fragmentadas" y son más "competitivas" que nunca.

Según la DEA esta fragmentación comenzó a hacerse evidente en 2010, intensificándose en 2011 cuando entraron a jugan nuevos actores como Los Zetas y los Caballeros Templarios. Para 2018, los Cuinis y el cartel Jalisco Nueva Generación también habían ganado prominencia, luego de la desmantelación de grupos poderosos durante los años más duros de la guerra contra el narco.

"Esta estrategia ha contribuido a luchas violentas por la sucesión, alianzas cambiantes entre las organizaciones, una proliferación de nuevas pandillas y el remplazo de líderes existentes y grupos criminales por otros aun más violentos", ite el organismo, reconociendo también que esta situación hace casi imposible "pintar un cuadro del actual paisaje criminal de México".


Con el cartel de Sinaloa, por ejemplo, los analistas aseguran que hubo una disputa interna que terminó resolviéndose a favor de los hijos de Guzmán, Jesús Alfredo e Iván Archivaldo, pero no sin antes causar la muerte de miles, producto de una multiplicación de las disputas entre grupos criminales, siendo Jalisco Nueva Generación el que salió más favorecido con el arresto.

Los expertos señalan que los resultados de las estrategias como la Kingpin han sido los mismos al menos desde los años 80, cuando una ofensiva contra el entonces cartel de Guadalajara dio nacimiento a tres otras fracciones: la de Tijuana (con Benjamín Arellano Félix al frente), la de Juárez (con Amado Carrillo Fuentes como líder) y la de Sinaloa (con Joaquín Guzmán).

Producto de posteriores ofensivas con gobiernos como los de Vicene Fox (2000-2006) surgieron nuevas disputas y nuevos grupos.

"En áreas muy locales, como lo que pasó con los LeBarón, hay grupos que controlan un par de pueblos en estas zonas rurales no muy bien controladas por el gobierno", comenta Shirk. Y agrega: "Estamos viendo que en todo el país hay un sistema de delincuencia organizada muy fragmentada de pequeñas alianzas. Un sistema mucho más descentralizado".

Manejar un problema "sin solución"

Pero no todos creen que es una mala idea ir tras los jefes de las organizaciones criminales en México.

"Persisten dos razones para sí seguir yendo tras estos capos", dice a Univisión Noticias Alejandro Hope, analista en seguridad y narcotráfico en ese país.

"Una es de corte ético-legal: se trata de personas que han asesinado, secuestrado, mutilado y tienen que enfrentar procesos legales. En segundo lugar, no se puede dejar de perseguir a estas personas solo porque su captura hará a los otros querer ganar prominencia y lo harán a plomo limpio. No se puede generar ese mensaje", sostiene.

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El video completo del operativo en Culiacán para capturar al hijo de 'El Chapo'


Eso, aseguran los expertos, fue exactamente lo que sucedió el pasado 17 de octubre cuando un operativo policial detuvo y luego liberó a Ovidio Guzmán, en medio de presiones de un grupo de hombres armados que crearon un caos en las calles de Culiacán y dejaron 8 muertos y 16 heridos.

La estrategia del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, conocida como "Abrazos y no balazos", ha sido duramente criticada por quienes piensan que su istración no está haciendo lo suficiente respecto a los carteles. Pero si la ofensiva dura contra estos grupos criminales no funcionó en el pasado y la nueva tampoco parece estar dando resultados, cómo abordar el problema del narcotráfico en México.


"Si estas operaciones no van acompañadas de otras cosas como el fortalecimiento de la capacidad institucional, el desmantelamiento de estructuras criminales completas y el desmantelamiento de las redes de complicidad político-policial, entonces los efectos serán limitados", dice Hope.

Shirk dice que "siempre va a existir el crimen organizado".

"Podemos legalizar la droga y hacer la delincuencia organizada menos poderosa, pero siempre va a existir", comenta.

"Lo que se necesita es cambiar las dinámicas: no es solo quitar a 'El Chapo' sino desmantelar toda la organización, ir tras los políticos y los soportes desde el sector financiero y legal. Es ir contra toda la red: no solo la planta sino las raíces".

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