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    Cómo el dinero que EEUU gastó en crear un ejército en Afganistán terminó beneficiando a los talibanes

    El súbito colapso de las fuerzas de defensa afganas permitió que buena parte de su equipamiento militar quedara en manos de la insurgencia talibán, que era justamente el destino de la gran inversión que se hizo durante dos décadas para contruir un ejército viable en Afganistán.
    17 Ago 2021 – 10:41 AM EDT
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    Las fuerzas de seguridad de grupo Talibán, el mismo que era el objetivo militar de toda esa inversión y esfuerzo bélico desde 2001.

    A medida que fueron desmantelando las bases que operaban en el país en el último año y medio, los militares estadounidenses y europeos fueron repatriando los equipos militares que usaban. La aviación y otros sistemas aéreos (como drones) nunca estuvieron a disposición de los militares afganos y eran operados por la coalición como apoyo a las operaciones de las tropas de Kabul.

    Sin embargo, quedaron armas ligeras y transportes que habían sido asignados al arsenal de las fuerzas defensivas afganas, las que al claudicar las dejaron disponibles para los insurgentes.

    Por eso, los talibanes no sólo tomaron el poder político, sino también ese poder de fuego: armas, municiones, vehículos y helicópteros, principalmente.

    Muchos de esos equipos militares modernos quedaron bajo su control cuando vencieron a las fuerzas afganas que fracasaron en la defensa de sus distritos, de una manera que Joe Biden la tarde del lunes.

    A esto le siguieron mayores ganancias, incluidos aviones de combate, cuando los talibanes arrasaron las capitales provinciales y sus bases militares con una velocidad sorprendente, todo ello coronado con la captura del premio mayor: Kabul, durante el fin de semana.

    Un funcionaron del Pentágono confirmó el lunes a la agencia de noticias AP que los talibanes han acumulado una cantidad enorme de equipo afgano suministrado por Estados Unidos. El funcionario no estaba autorizado para discutir el asunto públicamente, por lo que habló bajo condición de anonimato.

    Un costoso error de cálculo

    Este retroceso es una penosa consecuencia de haber juzgado mal la capacidad de las fuerzas gubernamentales afganas (tanto por los militares estadounidenses como las agencias de inteligencia) que en algunos casos optaron por entregar su equipamiento en lugar de luchar.

    El fracaso de Washington en crear un ejército y una policía afgana autosuficientes, y las razones de su colapso, serán estudiadas durante años por los analistas militares.

    Las características básicas, sin embargo, están claras y no son diferentes de lo que ocurrió en Irak. Las fuerzas resultaron ser huecas. Estaban equipadas con armas superiores, pero carecían del ingrediente crucial: motivación para el combate, justo el argumento central que esgrimió el presidente Biden para justificar la salida de las tropas.

    “El dinero no puede comprar la voluntad. No se puede comprar el liderazgo”, dijo el lunes John Kirby, portavoz del secretario de Defensa, Lloyd Austin.

    Por su parte, Doug Lute, teniente general retirado del Ejército que ayudó a dirigir la estrategia de guerra afgana durante los gobiernos de Barack Obama, dijo que lo que los afganos recibieron en recursos tangibles les faltó en los aspectos intangibles, que son más importantes.

    “El principio de la guerra no cambia: los factores morales dominan a los materiales (...) La moral, la disciplina, el liderazgo y la cohesión de las unidades son más decisivos que el número de fuerzas y equipos. Como extranjeros en Afganistán, podemos aportar material, pero sólo los afganos pueden brindar los factores morales intangibles”.

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    En cambio, los insurgentes talibanes de Afganistán, con un número menor, un armamento menos sofisticado y sin poder aéreo, demostraron ser una fuerza superior.

    Las agencias de inteligencia estadounidenses subestimaron el alcance de esa superioridad. Tampoco previeron una ofensiva que tuviera un éxito tan espectacular por parte de los talibanes, incluso después de que Biden anunciara en abril le fecha final del 31 de agosto para la retirada de todas las tropas.

    “Si no hubiéramos utilizado la esperanza como forma de actuar, (...) nos habríamos dado cuenta de que la rápida reducción de las fuerzas estadounidenses enviaba una señal a las fuerzas nacionales afganas de que estaban siendo abandonadas”, dijo Chris Miller, que participó en combate en Afganistán en 2001 y fue secretario de Defensa al final del mandato del presidente Donald Trump bajo cuyo mandato Washington negoció con los talibanes el acuerdo que culminó con la salida de las tropas del país.

    Para Stephen Biddle, profesor de asuntos internacionales y públicos en la Universidad de Columbia y exasesor de los mandos militares estadounidenses en Afganistán, el anuncio de Biden puso en marcha el colapso final.

    “El problema de la retirada de Estados Unidos es que envió una señal de que la fiesta había terminado, una señal repentina a nivel nacional que todos interpretaron de la misma manera”, dijo Biddle.

    Hasta abril, las tropas del gobierno afgano estaban perdiendo la guerra de forma lenta pero constante, dijo. Cuando se enteraron de que sus compañeros estadounidenses volvían a casa, el impulso de rendirse sin luchar “se extendió como la pólvora”.

    En su libro 'The Afghanistan Papers', el periodista de The Washington Post, Craig Whitlock, escribió que los instructores estadounidenses trataron de imponer las costumbres occidentales a los reclutas afganos y apenas pensaron en si los dólares de los contribuyentes se estaban invirtiendo en un ejército viable.

    “Considerando que la estrategia de guerra de Estados Unidos dependía del rendimiento del ejército afgano, el Pentágono prestó sorprendentemente poca atención a la cuestión de si los afganos estaban dispuestos a morir por su gobierno”, escribió.

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