Así es Joe Kennedy, el joven nieto de Bobby que responderá a Donald Trump
Joe Kennedy apenas tiene 37 años y lleva cinco años en la Cámara de Representantes. Esa juventud no ha impedido que los demócratas lo hayan elegido para dar la respuesta a Donald Trump, que pronunciará este martes su primer discurso sobre el estado de la unión.
Los años de Kennedy han pesado menos que su apellido, que en 2012 le ayudó a relevar al demócrata Barney Frank como representante del cuarto distrito de Massachusetts y que ahora le ayuda a abrirse paso en la política federal.
El pedigrí de Joe es difícil de igualar. Su tatarabuelo fue alcalde de Boston y su bisabuelo fue embajador en el Reino Unido. Es el nieto mayor de Bobby Kennedy y el sobrino-nieto del senador Ted Kennedy y de JFK. Su padre fue también congresista entre 1987 y 1999. La relación con la política de Joe Kennedy no se ciñe a su árbol genealógico. Desde muy joven la conoció muy de cerca mientras hacía campaña por su padre y por su tío Ted.
Responder a Trump no será tarea fácil. El presidente se dirige a la nación en una sala abarrotada y entre los aplausos de cientos de incondicionales. Quien le responde habla en un entorno más íntimo y no está arropado por los símbolos del poder. Los primeros en ofrecer la réplica a un presidente fueron los republicanos Gerald Ford y Everett Dirksen, que se dirigieron a la nación para responder al demócrata Lyndon B. Johnson en 1966. Desde entonces, el partido de la oposición fue probando varios formatos hasta mediados de los años 80, cuando se de verdad se instauró la tradición.
En los últimos años, este discurso ha minado la imagen de políticos experimentados como Marco Rubio, Tim Kaine o Bobby Jindal. No todos recibieron con entusiasmo la elección del joven Kennedy. Un grupo republicano lo definió como “un congresista rico y aburrido” y algunos activistas demócratas apuntaron que el partido debería haber escogido un hispano, un afroamericano o una mujer. La elección es problemática por otro motivo: el joven Kennedy tiene un patrimonio de 19 millones de dólares. En el Capitolio sólo hay 21 congresistas más ricos que él.
Kennedy pronunciará su discurso en inglés. Elizabeth Guzmán, delegada de la asamblea estatal de Virginia, será la encargada de dar la respuesta a Trump en español.
El padre de Eleanor
Kennedy se dirigirá a la nación desde un colegio de Fall River, una ciudad obrera de unos 90.000 habitantes del sur de Massachusetts. No es una elección casual. Fall River es uno de los lugares más pobres de la circunscripción del congresista. La mitad de sus habitantes son de origen portugués. Muchos llegaron a Estados Unidos desde las islas Azores después de la erupción del volcán Capelinhos con la ayuda de una ley impulsada precisamente por JFK.
Los desafíos de los habitantes de Fall River no son muy distintos de los que afrontan los habitantes de las ciudades deprimidas del Medio Oeste que entregaron la presidencia a Trump. En 2016 Fall River fue la tercera ciudad de Massachusetts con más muertes por sobredosis y su economía sufrió problemas durante la Gran Recesión.
“Decidí presentarme porque percibí que muchos ciudadanos no tienen las oportunidades que merecen”, me dijo el joven Kennedy en otoño de 2012. Enfundado en unos vaqueros y una sudadera, acababa de limpiar uno de los parques de Fall River acompañado por varios líderes de la comunidad. Unos meses antes, había dejado su puesto de fiscal de distrito y se había lanzado a la política al recibir la noticia de la jubilación del congresista demócrata Frank.
Para muchos Kennedy todavía era un desconocido. Pero algunos vecinos lo reconocían cuando llamaba a su puerta en los vecindarios pobres de la ciudad. Los más mayores le mostraban fotos de sus tíos. Las más jóvenes competían por hacerse una foto con él.
Abstemio y hispanohablante
Kennedy estudió en la Universidad de Stanford y se graduó como abogado en la Harvard Law School en 2009. Allí conoció a Lauren, con quien se casó unos meses después de ser elegido y con quien tiene dos hijos. A la primera le pusieron el nombre de la activista y esposa de Franklin D. Roosevelt: Eleanor.
Kennedy tiene un hermano gemelo y se crió en una casa con tres perros, dos gatos, un loro y varios peces. Durante sus años en Stanford lo apodaban El lechero. No porque le gustara la leche sino porque nunca bebía alcohol. Como voluntario del Peace Corps, vivió durante unos meses en la República Dominicana, donde ayudó a rehabilitar las cascadas del río Damajagua y a mejorar las condiciones de los guías que se las enseñan cada año a miles de turistas. Para entonces Kennedy ya hablaba español. Un idioma que había perfeccionado durante una estancia universitaria en Sevilla en la que conoció el jamón ibérico y los churros con chocolate.
La adolescencia de Joe estuvo marcada por el tumultuoso divorcio de sus padres. Su madre llegó a escribir un libro desvelando cómo la Iglesia católica le había otorgado la nulidad matrimonial a su marido sin tan siquiera pedirle opinión.
Hasta ahora Kennedy ha adoptado un perfil bajo en el Capitolio y ha ignorado o corregido a quienes le auguraban un destino de más fuste. Este año, por ejemplo, algunos llegaron a mencionar su nombre como posible candidato a gobernador.
El congresista salió de esa oscuridad en marzo del año pasado con una respuesta al republicano Paul Ryan, que había dicho que derogar Obamacare era “un acto de misericordia”.
“No es un acto de misericordia sino un acto de malicia”, dijo Kennedy. “Con el debido respeto a nuestro speaker, él y yo debemos haber leído unas Escrituras distintas. La que yo he leído nos llama a alimentar a los hambrientos, a vestir a quienes no tienen ropa, a resguardar a las personas sin hogar y a curar a los enfermos. Nos recuerda que seremos juzgados no por cómo tratamos a los poderosos sino por cómo tratamos a quienes menos tienen”. Millones de personas vieron el discurso en Facebook y YouTube.
Esa intervención apenas duró unos minutos y tuvo lugar durante la reunión de un comité. Este martes el joven congresista se dirigirá a la nación después del discurso de Trump. Será su mayor audiencia hasta la fecha. Su abuelo Bobby pronunció uno de los mejores discursos del siglo XX en Indianápolis unas horas después del asesinato de Martin Luther King. Su tío Ted puso en pie a la convención demócrata en 1980 al aceptar la derrota en las primarias proclamando: “El sueño nunca morirá”. ¿Dejará huella el joven Kennedy? Todos los ojos están puestos en él.