Cómo Gary Cohn se convirtió en el primer caído en la guerra comercial global que Trump está por declarar
En una esquina de la Casa Blanca de Steve Bannon.
Pero esta semana el equilibrio de fuerza se vio alterado en favor de los nacionalistas con la salida de unos de los principales hombres que moderaba los impulsos más radicales del mandatario en materia económica: el jefe del Consejo Económico Gary Cohn, una figura tranquilizadora dentro de un poder ejecutivo encabezado por un líder díscolo, poco consistente y asesorado por muchas personas inexpertas cuya principal credencial es la lealtad personal (y familiar).
La salida de Cohn, que se produce luego de que el presidente anunciara días atrás sin consultar con su equipo la decisión de imponer aranceles a la importación de acero y aluminio, es un triunfo para quienes dentro de la Casa Blanca promueven una política nacionalista para promover la industria nacional y los trabajos estadounidenses que consideran afectados por el gigantesco déficit comercial que tiene EEUU, particularmente con China y México.
Cohn planificaba irse una vez cumplió su tarea de lograr la aprobación de la reforma fiscal, pero aceleró su salida porque sus advertencias de que imponer aranceles desatará una peligrosa guerra comercial mundial no fueron escuchadas al final por el presidente.
El exdirectivo de Goldman Sachs se convierte así en la primera víctima política de un conflicto económico que paradójicamente no ha empezado, aunque ya suenen los vientos de confrontación con Washington desde otras partes del mundo.
Se espera que este jueves el presidente formalmente imponga aranceles del 25% al acero y 10% al aluminio y que, tras conocerse los detalles de la medida, empiecen a producirse represalias internacionales, con lo que lo que se desatará un choque puede llegar a convertirse en guerra global.
Fijación comercial
Para una persona que ha cambiado de posiciones sobre diversos temas a lo largo del tiempo, un proceso por demás natural, el déficit comercial y sus críticas al libre comercio han sido una constante preocupación de Trump desde hace décadas. Aunque muchos economistas estiman que su visión es un poco anticuada y desinformada porque asume que el intercambio entre naciones como un juego de suma cero en el que una de las partes gana y la otra pierde.
El presidente hizo campaña denostando los acuerdos comerciales, principalmente el NAFTA con México y Canadá, y el déficit comercial, principalmente con China, como los responsables del desmantelamiento de la industria estadounidense y la pérdida de empleos. Era un discurso nacionalista que reforzaba su último jefe de campaña Steve Bannon, quien lo acompañó los primeros meses en la Casa Blanca con el cargo de “estratega jefe”.
Bannon, junto al asesor y escritor de los discursos presidenciales Steve Miller y Peter Navarro, jefe del Consejo de Comercio (otro cargo creado por el nuevo gobierno republicano) pertenecía al llamado grupo de los ‘nacionalistas’ que promueven la política de “EEUU primero” que contempla renegociar acuerdos comerciales, la imposición de aranceles a las importaciones, el control de inmigración, el reforzamiento de la seguridad fronteriza y el fin de las aventuras militares en el exterior.
“Trump se las ingenió para encontrarse a un economista que anticomercio, Navarro, algo que es muy inusual y con quien Cohn está profundamente en desacuerdo”, dijo a Univision Noticias Terry Moe, experto en políticas de la Universidad de Stanford.
" Esta fue la gota que derramó el vaso para Cohn. Es un tema importante el de comercio y Navarro es entre los economistas una persona aislada. La abrumadora mayoría de los economistas está en favor del libre comercio y eso incluye a asesores del Partido Republicano”.
Frente al grupo de Bannon y Navarro estaban los “globalistas”, con Cohn a la cabeza. Además, quedaron de ese lado Ivanka, la hija del presidente, y Jared, esposo de esta, también asesores del mandatario, por lo que muchos daban por descontado que Trump, hombre dado a favorecer a su familia en sus asuntos de negocios, terminaría prestando más oído a sus seres queridos.
La salida de Bannon en agosto, tras criticar en una curiosa entrevista que él dijo pensar que era off the record, reforzó la idea de que el campo de los duros había perdido el pulso y que el presidente se estaba moderando, si bien no en el discurso, sí en sus acciones.
“Gary Cohn, junto a otros asesores económicos, había interpuesto su cuerpo entre el presidente y malas políticas”, dijo a The Washington Post un experto económico que trabaja en una firma de inversiones en Boston.
Ahora, Rusiagate’ por lo que no solo su capacidad de trabajo se ve afectada, sino que podría convertirse en un peso para el gobierno.
El temor de algunos es que con Cohn fuera de escena y la retirada de los "globalistas" en este triunfo, circunstancial, de los nacionalistas, el presidente no tenga ya quien controle sus peores impulsos.
Pero lo cierto es que Trump no necesariamente escucha los consejos de sus asesores. Quedó demostrado cuando decidió mudar la embajada de EEUU en Israel a Jerusalén o cuando ordenó la publicación del memo republicano sobre los supuestos excesos que habría cometido el FBI en la investigación del ‘Rusiagate’. Ambas medidas que adoptó en contra de la opinión de los expertos y creó desbarajustes fuera y dentro de EEUU.