¿Está justificado el miedo a que EEUU se convierta en una autocracia con Donald Trump?

Los estadounidenses preocupados por Donald Trump encontraron un alivio este pasado fin de semana cuando los checks and balances (división de poderes) de la democracia entraron en acción.
Varios jueces federales intervinieron de urgencia el sábado para impedir la deportación de varios centenares de retenidos en aeropuertos, procedentes de los siete países de mayoría musulmana vetados por la orden ejecutiva del presidente.
La orden sigue vigente y ahora se avecina una batalla en los tribunales para intentar tumbarla por completo. Fiscales generales de estados gobernados por demócratas, entre ellos California y Nueva York, y organizaciones activistas han anunciado demandas cuestionando la constitucionalidad de la medida. Trump ha continuado defendiéndola a pesar de las masivas protestas del fin de semana, la indignación de líderes internacionales y la oposición de algunos líderes de su propio partido.
El choque por el polémico veto es visto como la primera gran prueba de resistencia de las instituciones democráticas en la era de Trump. Todos los presidentes se enfrentan a batallas por los límites de su poder pero no se recuerda ningún caso reciente en que la preocupación por los posibles abusos del ejecutivo haya sido tan grande.
Esta semana The Atlantic publicó un artículo que se ha compartido mucho sobre cómo Trump podría conducir al país hacia una autocracia. El autor, David Frum, que fue escritor de los discursos del expresidente George W. Bush, advierte que el mundo vive un período de "recesión democrática" con democracias liberales que han cedido ante líderes fuertes, como Hugo Chávez en Venezuela o Viktor Orbán en Hungría.
A pesar de que EEUU es una democracia robusta, el sistema estadounidense presenta vulnerabilidades, argumenta Frum.
"La mayor de esas vulnerabilidades es su dependencia de las cualidades personales del hombre o mujer que asuma los impresionantes poderes de la presidencia", escribe Frum. "Un primer ministro británico puede perder el poder en cuestión de minutos si pierde la confianza de la mayoría en el parlamento. El presidente de EEUU, por su parte, está limitado ante todo por su propia ética y espíritu pública. ¿Qué pasa si alguien viene al puesto más alto careciendo de esas cualidades?"
En efecto, como dice Frum, es más difícil que un presidente estadounidense dimita a que lo haga uno en Europa, donde las reglas de los sistemas parlamentarios pueden moderar al líder del ejecutivo por su necesidad de contar en todo momento con la confianza del Parlamento.
Pero a pesar de ello, los padres fundadores diseñaron un sistema de división de poderes que es considerado uno de los más sólidos del mundo. Al menos en la teoría. En la práctica, esos controles funcionan de manera mucho efectiva cuando su dominio se divide entre los dos partidos principales, algo que no sucede en el inicio de la era Trump.
Así, ya hemos visto estos días cómo la debilidad demócrata en el Congreso limita su capacidad para oponerse a la nominación del gabinete de Trump, a pesar de las preocupaciones que algunos de los elegidos han suscitado por causas de conflicto ético y de falta de preparación.
Además de gozar del favor de un poder legislativo que le ayudará a aprobar su agenda legislativa, Trump podrá influir en el judicial. El presidente tiene la competencia para nominar al magistrado vacante en la Corte Suprema, rompiendo así el equilibrio actual entre conservadores y liberales. El presidente anunció este martes a su elegido, el juez Neil Gorsuch, pero los demócratas ya han advertido que usarán maniobras dilatorias (filibuster).
Trump también tiene amplia capacidad para moldear la ideología del poder judicial ya que ha heredado un número inusualmente alto de vacantes en las cortes federales, 103. En comparación, su predecesor Barack Obama se encontró con 54 vacantes hace ocho años.
¿Por encima de la ley?
En realidad la inquietud no proviene de este poder reforzado. A lo largo de la historia ha habido otros jefes del ejecutivo que han contado con aliados en los otros dos poderes del Estado. Barack Obama, sin ir más lejos, gobernó durante los dos primeros años de su mandato con un Congreso de mayoría demócrata.
De hecho, Obama también fue acusado una y otra vez por los republicanos de excederse en sus poderes ejecutivos, por ejemplo cuando aprobó DACA y DAPA, los programas para proteger de la deportación a ciertos grupos de indocumentados. Esto a pesar de que su primera orden ejecutiva, el cierre de Guantánamo en menos de un año, nunca llegó a cumplirse, debido en buena parte a la oposición de los congresistas republicanos que no querían trasladar a los detenidos a prisiones en EEUU.
Pero lo que genera preocupación en el caso de Trump es el desprecio que ha expresado por otras instituciones básicas de la democracia como la prensa, el sistema electoral, los jueces o cualquier otro que le haya criticado. Muchos le han advertido a Trump que nadie, ni siquiera el presidente, está por encima de la ley, pero las declaraciones del presidente no han calmado las inquietudes.
"El presidente no puede tener conflictos de interés", ha proclamado Trump haciendo caso omiso de expertos en ética que criticaron su plan para distanciarse de su imperio empresarial al considerarlo insuficiente.
Académicos respetados como Robert Kagan, investigador de Brookings Institution, o Daron Acemoglu, profesor del Massachusetts Institute of Technology han advertido que el sistema de contrapoderes estadounidense no conseguirá detener a un presidente como Trump.
Kagan escribió en un artículo en Washington Post en junio, previendo cómo sería una presidencia Trump, que los republicanos no se opondrán a Trump a pesar de sus diferencias porque del Congreso antepondrán la lealtad al partido y el interés en ser reelegidos en 2018 en las elecciones de medio término. También advertía que el poder judicial suele ser contrario a retar al presidente cada vez que surge una cuestión de seguridad nacional.
"Los checks and balances no se activan automáticamente cada vez que un presidente se excede de su poder. El pueblo y sus representantes tienen que hacer que el sistema funcione. Es una batalla sin fin", escribió Kagan.
Eso es justamente lo que está sucediendo en los primeros días de la presidencia Trump con las protestas masivas en las calles. Además de las demandas contra la orden ejecutiva de inmigración de siete países de mayoría musulmana, Trump se enfrenta desde la semana pasada a otra demanda por violar supuestamente la cláusula de la Constitución que impide recibir regalos de gobiernos extranjeros.
Jon Michaels, profesor de Derecho Constitucional en UCLA, prefiere ser optimista sobre la resistencia del sistema a un presidente con tendencia autoritaria.
Michaels vaticina en conversación con Univision Noticias que habrá deserciones en el bloque republicano en el Congreso. "Ya hay republicanos horrorizados por algunas decisiones faltas de profesionalidad y estamos solo en la segunda semana", dice Michaels. En el Senado solo harían falta dos voces disidentes para que se quiebre la mayoría republicana.
Trump podría ver obstruidas algunas de las medidas que ya ha aprobado. Por ejemplo para el costoso muro con México será necesario que el Congreso apruebe el gasto y para desarrollar algunas de sus órdenes ejecutivas, las agencias y departamentos de la istración tendrán que abrir el proceso a consultas de grupos de interés como activistas opuestos a las medidas.
El profesor de UCLA apunta que el sistema de checks and balances no solo se limita a los poderes legislativo, judicial y ejecutivo a nivel federal. La fuerte descentralización del poder en EEUU permite que estados y municipalidades puedan prevenir la aplicación de las leyes federales en su territorio, como ocurre por ejemplo el caso de las ciudades santuario.
Y otro control proviene de dentro de la misma istración, añade Michaels, quien señala que el nuevo presidente y los altos cargos de la istración que él mismo elija tendrán que trabajar junto a cientos de miles de funcionarios de carrera.
Estos funcionarios podrán disentir sin miedo al despido en ocasiones, dice Michaels. "Un ejemplo ya lo vimos el día de la juramentación, cuando funcionarios del Servicio Nacional de Parques retuitearon un tuit crítico de Trump", dice el profesor, "pero también puede ocurrir si los abogados del Departamento de Justicia se niegan a tomar en consideración ciertos casos".
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