Lo que le espera a Trump en Europa: pocos amigos, políticas a las que se opone y asuntos que no le interesan
La última vez que Donald Trump estuvo en Europa todavía era candidato, estaba inaugurando un club de golf y presumía de ser un certero analista. Fue en su viaje en Escocia y coincidió justo con el referéndum en que Reino Unido votó a favor de salirse de la Unión Europea. “Ya dije que esto iba a pasar y es una gran cosa”, dijo en Escocia, un lugar poco adecuado porque allí se votó a favor de quedarse.
Faltaban unos meses para su victoria electoral pero para Trump aquel momento sirvió de argumento para un mensaje común contra la inmigración y en defensa del nacionalismo proteccionista.
En este viaje a Europa, la parte más difícil de su tour, el panorama alrededor es distinto para un presidente poco versado en la historia o la cultura del resto del mundo, consumido por el caos doméstico y que se encuentra con líderes que han triunfado frenando mensajes como los suyos.
Tras la votación del brexit, 2017 ha sido de momento un año electoral marcado por el ascenso del mensaje anti-trumpiano en Europa.
En Países Bajos, el candidato ultraderechista Geert Wilders fracasó en las elecciones de marzo. En mayo, también lo hizo Marine Le Pen y los ses eligieron como presidente a Emmanuel Macron, europeísta y apoyado expresamente por Barack Obama. En Alemania, la canciller Angela Merkel se enfrenta a elecciones generales en septiembre, pero de momento va por delante en las encuestas y este mes ganó en unas regionales donde habitualmente su partido lo suele tener difícil.
Con el papa Francisco
La primera parada de Trump en Europa es el Vaticano para una audiencia papal el miércoles. Aunque el encuentro es una formalidad sin contenido político, Trump ya se enfrentó como candidato al papa Francisco.
El pontífice criticó el plan de Trump de construir un muro entre México y Estados Unidos y dijo que pensar en construir muros en lugar de puentes no es propio de “un cristiano”. Trump contestó que el hecho de que el papa cuestionara su fe era “vergonzoso”. Y fue más allá. “Cuando el Vaticano sea atacado por el Estado Islámico, y todo el mundo sabe que es su gran trofeo, les prometo que el papa sólo querrá haber rezado para que Donald Trump sea presidente”.
El papa ha seguido criticando los muros y ha nombrado cardenal a Joseph Tobin, que ha llamado la política migratoria de Trump “crueldad contra personas inocentes” y que como arzobispo en Indiana se enfrentó al ahora vicepresidente Mike Pence en defensa de los refugiados sirios.
En el "agujero" de Bruselas
Las citas más difíciles en cualquier caso es el jueves en Bruselas, donde va a visitar a los representantes de la UE y participa en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de los 28 países de la OTAN.
Para empezar, como candidato, Trump atacó varias veces al lugar que es sede de la organización transatlántica y sede de esta cumbre. Según dijo, Bruselas es “un agujero del infierno” por su población de origen árabe. Después intentó arreglarlo diciendo que “Bélgica” (el país) era “una ciudad bonita”.
Es la primera vez que un presidente de Estados Unidos ha criticado de manera agresiva a la Unión Europea, “el consorcio”, según ha dicho Trump ya como comandante-en-jefe. Se ha hecho amigo de uno de los grandes enemigos de la UE, Nigel Farage, el artífice del brexit.
En cuanto a la OTAN, durante la campaña dijo varias veces que la organización estaba “obsoleta”. Como presidente, se ha retractado en esa parte retórica, pero no en el fondo de la cuestión que puede suponer que Estados Unidos ponga menos dinero en la OTAN o en sus misiones.
Este jueves, además, el ex presidente Obama está por la mañana con Merkel en Berlín para dar un discurso en la puerta de Brandenburgo ante miles de personas de congregaciones protestantes de Alemania. La cita ya estaba prevista desde el año pasado y la canciller avisó de la coincidencia incómoda a Trump.
Los 12 segundos
Merkel ha salido reforzada de los acontecimientos en las últimas semanas. Tiene ahora a Macron para hacer frente común y para reafirmar su defensa de la democracia liberal basada en la libertad de prensa, la tolerancia religiosa, la apertura al comercio o la acogida de refugiados.
La posible aliada británica de Trump, la conservadora Theresa May, está ahora concentrada en sus elecciones, que se celebran el 8 de junio, y no pasa un buen momento entre sus colegas europeos, que han puesto duras condiciones para las futuras relaciones de Reino Unido con la UE cuando complete su salida.
En la OTAN, Trump tal vez pueda simpatizar con algún líder del Este, como el primer ministro húngaro, Viktor Orban, que comparte con él el ataque a la libertad de expresión y el rechazo de los refugiados. Orban acaba de ser repudiado por la mitad del Partido Popular Europeo, su grupo en el Parlamento Europeo.
Más allá de la falta de sintonía con los líderes, Trump ha mostrado poco interés desde que es presidente en los asuntos que le tocará tratar. La Casa Blanca ha aconsejado a los aliados que mantengan los discursos en pocos minutos y ha bajado las expectativas.
Despues de visitarle en abril, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que "El presidente de Estados Unidos tiene un periodo de atención de 12 segundos", según Politico.
En el caso de la visita a las instituciones europeas, la cita se ha reducido a una charla breve con los tres presidentes de las instituciones de la UE (Consejo, Comisión y Parlamento) y la ministra de Exteriores de la Unión. Se trata de una hora por la mañana. Los líderes de la organización han planteado la cita como poco más que un encuentro de cortesía. Por precaución, no está prevista ninguna declaración de los líderes, sólo un apretón de manos ante las cámaras.
Trump almuerza con Macron, un líder de 39 años que recita de memoria a Molière y con quien tiene poco en común. Trump además predijo de manera equivocada que el miedo al terrorismo ayudaría a su rival Le Pen.
Conflicto en la OTAN
En la cumbre de la OTAN y en el G-7 después, la agenda es más concreta y también más compleja. Aunque en estas reuniones las decisiones vienen preparadas de antes o se dejan para después (los detalles corresponden a los ministros), Trump se enfrenta a algunas batallas que pueden abrir el debate de manera más libre, en particular sobre cómo implicar más a la OTAN en la lucha contra el terrorismo y la presión a otros para que gasten más en defensa.
Éste puede ser el punto de mayor tensión sobre todo por la reticencia de Alemania. Ya fue la principal queja que Merkel escuchó de Trump cuando lo visitó en la Casa Blanca en marzo.
Merkel ha prometido elevar el gasto militar al 2% del PIB (Estados Unidos, por ejemplo, gasta el 3,6%), pese a la oposición del partido socialdemócrata rival y con el que gobierna en coalición.
Además, Trump se encuentra frente a los más preocupados en este aspecto, los países del Este que siempre se han quejado de lo poco agresiva que es Alemania y otros países occidentales respecto a Rusia y que hasta ahora habían tenido a Estados Unidos de su parte. Ahora se encuentran con un presidente que quiere reducir el apoyo a su defensa y que además simpatiza con Vladimir Putin.
Trump tiene a su lado a James Mattis, su secretario de Defensa, experto y que puede ayudarle con la sustancia de las conversaciones.
La cumbre de la confianza
El G-7, que reúne a las economías más grandes del mundo (EEUU, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá), y que se celebra en Taormina, en Sicilia, el viernes y el sábado es un cónclave de donde habitualmente sale una declaración sin más valor que un compromiso genérico de los líderes.
Aun así, Estados Unidos ya ha quitado puntos de la agenda para evitar polémicas, por ejemplo sobre la política de acogida de los refugiados o la ayuda exterior, un punto crucial y que es parte de la vida en Sicilia, la isla mediterránea donde se celebra la reunión y donde suelen llegar barcazas de refugiados del norte de África.
Esta reunión está menos preparada de lo habitual porque el secretario de Estado, Rex Tillerson, no estaba ducho en las negociaciones y no tenía suficiente personal en abril, cuando se celebró la reunión de ministros para dejar lista la agenda de los líderes.
El principal punto de fricción de nuevo puede ser la declaración contra el proteccionismo a la que Estados Unidos se ha negado desde que llegó Trump a la Casa Blanca.
El lema de la reunión es “renovar la confianza”. Italia, que preside el G-7 este semestre, dice que se trata de renovarla con los ciudadanos, pero también entre los líderes.
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