Un nuevo macroestudio demuestra que no hay relación entre inmigración y crimen

Donald Trump promete hacer a EEUU más seguro expulsando a inmigrantes y restringiendo su entrada al país. Los congresistas republicanos promueven una ley que podría ser votada este miércoles en la Cámara Baja y elevaría las penas para inmigrantes que reincidan al cruzar ilegalmente la frontera. Pero ¿de verdad bajará la tasa de crimen cerrándoles la puerta?
Un estudio publicado esta semana analiza 20 años de investigaciones sobre cómo impacta la llegada de inmigrantes en un área determinada (un barrio, ciudad, metrópolis) y concluye que no existe relación entre inmigración y crimen.
Los autores, Charis E. Kubrin, de la University of California, Irvine, y Graham Ousey, del College of William and Mary, examinaron hallazgos de más de 50 estudios entre 1994 y 2014 en lo que se conoce como un meta-análisis, un estudio sobre todos los estudios en un campo de investigación que pretende sacar conclusiones generales con datos estadísticos. Es la primera vez que se hace un análisis de este tipo en el campo de la criminalidad de los inmigrantes.
Charis le dijo a Univision Noticias que determinaron que por lo general más inmigración supone menos crimen. Aunque el impacto de una variable sobre otra es débil (y en muchos estudios analizados inexistente), esta conclusión desmonta el estereotipo del inmigrante como amenaza. Solo un número muy reducido de estudios halló que la inmigración supuso más criminalidad.
"Por lo que a mí respecta el caso está cerrado respecto a la cuestión de si la inmigración causa más crimen y la respuesta es absolutamente y sin equivocaciones, no", le dijo Kubrin a Univision Noticias en un avance del estudio en marzo. "Los criminólogos estamos pasando página pero el resto del país sigue haciéndose la maldita pregunta".
El estudio se conoce al mismo tiempo que los republicanos promueven la conocida como Ley de Kate, cuyo nombre hace referencia a Kate Steinle, quien murió en San Francisco hace dos años por disparos de un indocumentado que había sido deportado cinco veces.
El análisis de Kubrin y Ousey confirma la intuición de muchos criminólogos cuando consideran lo que ha ocurrido mientras EEUU ha tenido una política de inmigración más permisiva.
En los años setenta y ochenta, las ciudades de EEUU estaban deteriorándose de modo acelerado. Los problemas se acumulaban -Drogas, homicidios, robos, disturbios raciales... De estos años se recuerda la falsa atribución al expresidente Gerald Ford de la propuesta de "dejar morir" a Nueva York en lugar de aprobar un rescate financiero federal, según un alarmista titular del New York Daily News.
Pero contra los pronósticos más pesimistas, el principio de los noventa trajo un pronunciado descenso de la violencia y una revitalización urbana. Mientras que los asesinatos en Nueva York tocaron techo en 1990 con más de 2,200 casos, el año pasado hubo según el departamento de policía solo 335, cerca del mínimo de 2014, cuando fueron asesinadas 333 personas. Un descenso de semejantes proporciones se observa a nivel nacional. Aunque en algunas grandes urbes ha habido un repunte recientemente seguimos teniendo unos niveles delictivos históricamente bajos.
En esas mismas décadas se acelera la inmigración y, en consecuencia, el peso proporcional de los extranjeros en el total de la población de EEUU. En 1970, en medio de la crisis delictiva, el número de personas en EEUU que habían nacido en el extranjero era de 9.6 millones (un 4.7% del total); en 2015, la población extranjera había crecido hasta 43.3 millones (un 13.5%).
Ese rápido crecimiento del número de extranjeros fue consecuencia de la ley de inmigración de 1965 que eliminó las restrictivas cuotas migratorias por países que habían estado en vigor desde los '20.
Hace más de una década que algunos criminólogos como Robert Sampson de Harvard comenzaron a advertir esa coincidencia, pero en el debate sobre por qué cayó el crimen aún no figura de modo prominente la idea de que la alta presencia de inmigrantes haya podido contribuir de algún modo.
Las explicaciones más populares entre políticos, académicos de las ciencias sociales y responsables de la ley y el orden han sido otras como por ejemplo el envejecimiento de la población, la encarcelación masiva, el mayor número de policías o incluso la caída de la cantidad de plomo en la gasolina (la exposición al plomo ha sido vinculada a un menor cociente intelectual y problemas de comportamiento).
Una hipótesis que ganó difusión en 2005 gracias a su inclusión en el best-seller "Freakonomics" fue la introducción del derecho al aborto en 1973 (algunos sostenían que los hijos no deseados se convertían en criminales en potencia).
Los criminólogos que han estudiado la relación entre inmigración y crimen no pretenden ganar el debate sobre las causas del crimen ya que el fenómeno delictivo es muy complejo y su subida o bajada no debe ser atribuida a un solo factor.
Ni siquiera se ponen de acuerdo sobre si se puede afirmar que la subida de la inmigración causa directamente la caída del crimen. Muchas investigaciones no hallan un efecto automático, pero en algunos de los estudios en ciudades como Chicago y Los Ángeles sí ha sido demostrado estadísticamente ese impacto.
Donde sí hay consenso entre los criminólogos especializados en la cuestión es en que los datos demuestran la falsedad de los políticos de derecha que aseguran que la inmigración supone más crimen.
Ambiciosos y trabajadores
La intuición que sostiene estos hallazgos es la conocida como "paradoja del inmigrante", la idea de que a pesar de que los extranjeros se exponen por lo general a condiciones más adversas, tienen menos propensión al crimen y otras formas de patología social como por ejemplo el consumo de drogas.
Esto se explicaría porque los inmigrantes que llegan a EEUU suelen ser individuos ambiciososos, muy motivados para progresar. Según esta tesis, para los inmigrantes no tiene sentido poner en peligro su nueva vida comportándose de modo antisocial.
Otra explicación sobre el efecto benéfico de los inmigrantes es la "tesis de las ventanas rotas", según la que los edificios abandonados son una señal de decadencia urbana que envía un mensaje negativo a los residentes actuales y potenciales de un área. Los inmigrante pueden haber contruibuido a la revitalización urbana de muchas zonas, entre ellas el Rust Belt, o cinturón del óxido, en parte porque ocupan esos hogares abandonados.
Añadido a todo esto, hay que resaltar que un tipo de investigaciones distintas pero complementarias a las del impacto de los inmigrantes en las tasas de crimen ha demostrado que los inmigrantes cometen menos delitos que los nacidos en EEUU.
El mito del inmigrante criminal
Los criminólogos se dicen frustrados por la persistencia del mito del criminal inmigrante. Dos décadas de estudios no han servido para frenar el avance de la propaganda contra la inmigración.
"Es muy difícil luchar contra los estereotipos", dice a Univision Noticias Ramiro Martínez, criminólogo en la Northeastern University. En 1996, Martínez fue uno de los primeros criminólogos en estudiar el impacto de los inmigrantes en los delitos.
"Por muchos estudios que hemos hecho a lo largo de los años, la gente sigue teniendo más confianza en las declaraciones estridentes sobre los inmigrantes", lamenta Martínez.
El conflicto actual entre la percepción de los inmigrantes y los datos objetivos tiene su precedente en las primeras décadas del siglo XX. Entonces, comisiones del gobierno demostraron que no había vínculo entre los inmigrantes y el aumento del crimen. Eso no impidió el ascenso del nativismo y de la legislación restrictiva de la llegada de extranjeros.
Ahora, en la llamada "era de la post-verdad" parece aún más difícil que las investigaciones se impongan, pero eso no ha desmotivado a los expertos. En las últimas semanas han aparecido nuevos reportes subrayando que los inmigrantes no cometen más crímenes como éste del grupo The Sentencing Project o éste del Cato Institute.
Según los hallazgos, ¿es posible concluir que si Trump hace que caiga el número de inmigrantes provocará el efecto contraproducente de un ascenso del crimen? Los criminólogos prefieren guardar cautela ya que la causalidad (o impacto) de la inmigración sobre el crimen es débil (y en muchos estudios inexistente).
"Lo que sí es cierto es que un declive significativo de la inmigración podría suponer un estancamiento de la revitalización de muchas ciudades lo que en consecuencia podría incrementar la posibilidad de que el crimen suba", dice Sampson, el profesor de Harvard.
Sobre lo que pocos criminólogos tienen dudas es que si la inmigración baja durante la presidencia de Trump, no hay garantías de que eso hará de EEUU un lugar más seguro.
"Todas las cosas que está haciendo sobre inmigración son completamente innecesarias en el mejor de los casos, y muy dañinas en el peor", valora Kubrin.